Espejo

Para sacar nombres del olvido hay que tirar con fuerza uno de los cajones de la Historia más herméticamente cerrados, casi deshechos por las polillas del tiempo o de un sistema social y una visión del mundo que escribieron una historia cercenada por la mitad.

Este nombre es más que el de una presea que el Municipio de Quito entrega, los 8 de Marzo, “a mujeres que con esfuerzo y capacidad hayan cumplido una labor preponderante en el desarrollo del país o de la ciudad, a través de actividades cívicas, culturales, educativas, sociales y laborales que merezcan, por tanto, relevarse como ejemplo de las futuras generaciones”, como dice el primer considerando del Premio.

Ella es de verdad pionera, la primera con ese nombre de mujer, Manuela, irremediablemente unido a nuestra independencia: Espejo, la precursora; Cañizares, la incitadora; Sáenz, la colibertadora, en palabras de Nela Martínez, a quien le concedieron la presea en 2002.

Más que la hermana de Eugenio Espejo y la esposa de José Mejía Lequerica, representante de la Real Audiencia de Quito ante las Cortes de Cádiz, Manuela fue una de las poquísimas mujeres ilustradas en el Quito de finales del siglo XVIII, que daba rienda suelta a sus ideas de emancipación política ayudando a escribir, o escribiendo, los discursos de su marido, y de libertad mental en su interés por la literatura y las artes, la filosofía y las ciencias.

Pero no era solo un espíritu abierto y erudito. Reflexionaba, además, sobre el papel o las características de las mujeres, si se juzga por una carta que dirige a su hermano, director de Primicias de la Cultura de Quito, el primer periódico ecuatoriano publicado en 1792; en esa carta, con la firmeza de una lógica impecable, le increpa su falta de sensibilidad al hablar del amor e ignorar la visión de la mitad de la humanidad; y le expone su criterio de ‘pasión racional’ cuando el pensamiento occidental hacía de racionalidad y emotividad conceptos opuestos y excluyentes, cuando el mundo era pensado en masculino y el sistema patriarcal era duro como roca.

La investigación de Carlos Paladines, Erophilia: conjeturas sobre Manuela Espejo (Quito: Casa de la Cultura, 2002), entrega un perfil de una mujer adelantada a su época, la primera que se atrevió a escribir en público, la primera periodista de lo que hoy es nuestro territorio, aunque para ello tuviera que recurrir a un seudónimo, Erophilia, o amante del amor y la sabiduría, por demás significativo. Con base en este texto, escrito con admiración y asombro, el Proyecto Quitológico realizó un video con guión de Ulises Estrella, director de la Cinemateca.

Que la sensibilidad de Manuela se extienda más. Que queden como referencia sus palabras, dirigidas a su madre: “Me has de hecho de silencio y soledad, con temor a los personajes de ese siniestro circo de afuera (...), en el lugar donde te borras completamente para comenzar yo, mi vida

...