El Espejo
Enviado por marlenecespedes • 21 de Mayo de 2015 • 1.716 Palabras (7 Páginas) • 1.815 Visitas
EL ESPEJO está dedicado a Augusto Roa Bastos y, en él, el narrador-protagonista relata en primera persona sus impresiones cuando se conciencia de que es un anciano. Al protagonista no le queda más que un armario con un espejo que la familia tiene arrinconada y desea cambiar por otro, con lo que el objeto se convierte en símbolo de la situación de aislamiento que sufre el anciano, y el espejo intensifica su sensación de soledad porque solamente le queda la conversación consigo mismo reflejado. Josefina Pla compara el enclaustramiento solitario del anciano con el destierro y con el exilio interior, reproduciendo también su propia sensación vital –(Lo pusieron aquí, porque no podrían negar también esto a un desterrado. Yo lo soy. Desterrado del sol, que sólo en unos pocos días de invierno, cuando está más bajo, entra por el balcón del comedor y se alarga como un puñal de oro hasta el umbral de esta habitación (torciendo un poco el cuello, puedo verlo). Desterrado del paisaje y del aire que se pasea con las manos en los bolsillos de nada por las calles y plazas de las ciudades, por los valles y montañas del mundo)-.
Las palabras de la hija del protagonista, Berta, evidencian la escasa importancia del anciano para la familia, y muestran la crueldad que tiene los seres queridos con el enclaustrado. El anciano contempla un mundo familiar que le es esquivo, incluso el nieto Orlandito lo rechaza, y descubre el individualismo de la vida de las personas. Incluso sufre cuando las manos de Braulio invaden el cuerpo de su hija Celia, y siente dolor cuando aquél la abandona al no haber cedido ésta a sus deseos sexuales completamente. Celia, desesperada, muere, y la familia decide no decírselo al padre pero éste contempla cómo llega al féretro a la casa. Finalmente, el narrador-protagonista fallece cuando desaparece el armario con el espejo, vendido por necesidades económicas, su único amigo con el que puede dialogar.
La estructura lineal del relato no oculta la separación del narrador-protagonista de la acción que ocurre. Él es un simple espectador de la vida familiar que le rodea, porque ha sido arrinconado por ella y por el discurrir de la propia vida.
El distanciamiento le permite discernir sobre las situaciones planteadas, pero, además, su conciencia se enfrenta a la acción: su palabra interior, que revela el sufrimiento que padece, se distancia de cualquier acontecimiento que ocurre en el relato. Este distanciamiento interiorizado del discurso narrativo es el recurso estilístico que suele emplear Josefina Pla para dramatizar el relato.
EL ESPEJO, escrito en 1962 y modificado en 1966, revela el temor a la soledad de la vejez de la propia Josefina Pla. Mujer de carácter firme, sus relatos escritos desde 1960 reflejan sus obsesiones personales, lo que se demuestra también en LA MURALLA ROBADA, cuento en el que se revela en su inconsciente su temor a que le hurten sus bienes. Así pues, algunos relatos de Josefina Pla escritos en primera persona revelan la vertiente de la expresión del ego del autor, la sensación del pacto autobiográfico, y a la vez su liberación de pulsiones y toma conciencia de representaciones psíquicas del subconsciente; la transformación en escritura del pensamiento individual para un fin colectivo de recepción de la obra por un público, sin caer en el narcisismo autobiográfico.
El relato que cierra el libro, EL CANASTO, escrito en 1957, sirve de contrapunto al anterior, y cierra el conjunto de temas tratados en los demás cuentos. El argumento es el inverso del de EL ESPEJO: un recién nacido es el único pasajero que sobrevive -gracias a un canasto- en el desastroso accidente que sufre un microbús capitalino donde viajaba su madre. Es decir, el niño entra en la vida rodeado de muerte, tragedia y soledad, de la misma forma que el anciano de EL ESPEJO entra en la muerte al final.
El siguiente cuento es MANÍ TOSTADO, escrito en 1945 y publicado en la revista Américas, en 1965 en Washington. Es un “relato de la tierra” de tema bélico, al narrar un episodio revolucionario paraguayo, en el que Mercedes Frutos lidera la resistencia en Valle Porâ, que culmina con la victoria de los revolucionarios y la muerte de Timó, uno de ellos. El cuento podría ir firmado por Augusto Roa Bastos, por la semejanza temática y estilística con algunos de sus cuentos de EL TRUENO ENTRE LAS HOJAS y el capítulo ESTACIONES de HIJO DE HOMBRE, lo que es evidente en el compromiso que adquiere la autora con el pueblo paraguayo. Como Roa unos años más tarde, Josefina Pla intenta reproducir el lenguaje del pueblo, la forma de compromiso que considera más relevante:
- ¡Salí pué, Mercedes!... ¡Mostrá qué color é tu pañuelo!
- ¡Por acá dicen que se destiñó!...
El griterío se generalizó:
- Salí, re ye animá ramo.
- ¡Dónde está tu... boleadora, Mercede!...
- ¡Mercede pyamirí!...
- ¡Piipu!...180
En el relato, el habla guaraní se inserta en los diálogos, e incluso en el discurso narrativo se incluyen las deformaciones lingüísticas
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