El Sentido Del Reconocimiento En La Novela El Baile De Irène Némirovsky

Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son.

Abraham Lincoln

El sentido del reconocimiento en la novela El baile de Irène Némirovsky:

A lo largo de la historia, el ser humano siempre ha buscado el reconocimiento de sus iguales como un medio para alcanzar la libertad y por ende la felicidad (piénsese en el liberalismo político del siglo XVIII). Nadie acepta de buenas a primera que su ser sea subvalorado; todos en algún momento hemos querido ser el centro de atención como un derecho que se nos debiera y al cual estuviéramos dispuestos a apelar, algunas veces a gritos, con tal de tener el mismo valor y sentido que el resto de nuestros congéneres. Cuando eso no sucede, entramos en una especie de pánico y buscamos por todos los medios posibles no pasar desapercibidos, que sería lo mismo que ser nadie.

El reconocimiento recíproco es una constante por parte de los personajes en la obra de Irène Némirovsky, por lo menos en los tres principales que conforman esta nouvelle (Antoinette, Alfred y Rosine). Todos buscan que se les reconozca en un mundo en el que para ser alguien hay que tener una credencial que certifique la valía como ente participativo de una elite determinada, en el caso de Alfred: un acaudalado inversionista; de Rosine…La elegante esposa de un hombre con una fortuna a la alza, y de Antoinette una joven de buenos modales, bien instruida, y sobre todo sumisa, que busca su identidad en los deseos de convertirse en una mujer capaz de amar y ser amada.

Sin embargo, el reconocimiento de unos hacia otros no deja de ser una variante de lo que se conoce como auto-concepto, entendiendo este como la imagen que tiene cada persona de sí misma, así como la capacidad de autorreconocerse, pues para que a alguien se le reconozca es primordial saber lo que quiere y lo que espera de los demás. Alfred al igual que Rosine, sabe que la mejor forma de convertirse en lo que antes no fue está marcado por el hecho mismos de ser aceptado en la elite de una cultura francesa esnobista e hipócrita de la que pocos llegan a formar parte si no se tienen los recursos necesarios para pertenecer a ella. Sin embargo, y por muy contradictorio que pueda parecer, la fortuna no constituye el único elemento indispensable, pues el dinero es algo que se puede ganar o perder de la noche a la mañana, pero la alcurnia es algo que trasciende todas las esferas sociales y que se lleva impreso en la frente como una marca de agua, y a esto es a lo que de alguna forma los Kampf pretenden acceder.

Rosine y Antoinette representan dos lados opuestos de un mismo asunto; mientras Rosine solo se reconoce en la relación que pueda obtener de los que pretende sus iguales, Antoinette busca reconocerse en la distancia que intenta trazar con los que la rodea (sobre todo con su madre) buscando su propia identidad. Madre e hija se reconocen

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