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“El humo de las flores.” Pasaje de: Alejandro Archundia, “PERSONAJES


Enviado por   •  24 de Octubre de 2017  •  Tarea  •  2.513 Palabras (11 Páginas)  •  284 Visitas

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“El humo de las flores.”

Pasaje de: Alejandro Archundia,

“PERSONAJES

 

Mona

Felicia

 

La acción se desarrolla en un departamento en la Ciudad de México. Época Actual”

“AL ABRIRSE EL TELÓN VEMOS UN APARTAMENTO DE CLASE MEDIA, LA COCINA A LA DERECHA, LA SALA EN EL CENTRO Y LA HABITACIÓN DEL LADO IZQUIERDO SE CONECTAN ENTRE SÍ, AL FONDO A LA IZQUIERDA ESTÁ LA PUERTA DEL BAÑO, EL ESCENARIO ESTÁ ILUMINADO POR UNA TENUE LUZ DE COLOR ROJO, EN EL FONDO AL CENTRO LA PUERTA QUE DA A LA CALLE JUNTO A ESTA UN PEQUEÑA MESA DONDE SE ENCUENTRA EL TELÉFONO Y ALGUNAS REVISTAS,  UN PERCHERO DE MADERA AL OTRO LADO, EN LA COCINA HAY UNA MESA PEQUEÑA LLENA DE TRASTOS SUCIOS, LA SALA CONSTA DE DOS SILLONES, UNO PARA TRES PERSONAS DELANTE DE LA MESITA DE LA ENTRADA Y OTRO DEL LADO IZQUIERDO INDIVIDUAL DE COLOR AZUL, EN LA HABITACIÓN HAY UNA CAMA MATRIMONIAL TENDIDA CON UNA COLCHA DE COLOR ROJO, UN ESPEJO GRANDE CON UN TOCADOR Y CAJONES, JUNTO A LA CAMA OTRA MESITA DONDE REPOSA UNA LÁMPARA.

(MONA está acostada en la cama leyendo un libro, vista una pijama rosa, sus pies tocan la almohada, tiene los codos apoyados en la parte inferior, fuma un cigarrillo, a un lado suyo un cenicero. Se escucha el ruido de la puerta que se abre, entra FELICIA, vestida muy elegante con chamarra de piel negra, pone las llaves en la mesita y enciende la luz, se nota cansada pero sin hastío, MONA continúa con su lectura, FELICIA se quita la chamarra y la cuelga en el perchero, va a la cocina y pone una jarra de café a calentar, se sienta en una silla del pequeño comedor, contempla en silencio a MONA por unos instantes que sigue leyendo)

FELICIA.- Ya llegué.

MONA.- (Sin apartar la mirada del libro) Ya me di cuenta.

FELICIA.- Alejandro te manda saludos.

MONA.- Que bueno. (Continúa leyendo)

FELICIA.- (Se levanta de la silla y va hasta la habitación pasando por enfrente de MONA que sigue en su lectura, se sienta en el otro extremo de la cama y abre uno de los cajones del tocador, saca una cajetilla de cigarros, cierra el cajón, antes de volver a su lugar se contempla en el espejo, se busca imperfecciones en su rostro, regresa a la silla y enciende un cigarrillo con el encendedor que usan para prender las hornillas de la estufa) ¿Te pasa algo?

MONA.- (sigue leyendo) No que yo sepa.

FELICIA.- ¿Entonces?

MONA.- ¿Entonces qué?

FELICIA.- ¿Porqué no me haces caso?

MONA.- ¿Acaso no te estoy contestando?

FELICIA.- Sí, pero sigues con tu librote y ni me pelas.

MONA.- (Cierra su libro cuidadosamente y lo hace a un lado, apaga su cigarro y se sienta del lado derecho de la cama para tener de frente a Felicia) ¿Así está bien?

FELICIA.- No quiero que lo hagas por compromiso.

MONA.- Lo hago por gusto (ríe).

FELICIA.- ¿No me vas a preguntar dónde estuve?

MONA.- Felicia ¿Dónde estuviste estos tres días que no llegaste a dormir?

FELICIA.- (Da un golpe en la mesa) ¡No! ¡Se supone que lo debes decir en serio!

MONA.- Lo digo en serio.

FELICIA.- ¿Y porqué hay sarcasmo en tu voz?

MONA.- No lo hay. Realmente quiero saberlo.

FELICIA.- (Calmándose un poco, el café comienza a hervir) Estuve con Alejandro, en su casa de Cuernavaca, tres días enteritos.

MONA.- ¿Y tu trabajo?

FELICIA.- No lo sé, ni siquiera me reporté enferma. ¿No llamaron?

MONA.- Sí. Y les dije que estabas en cama, que no podías hablar y que no sabíamos cuando te recuperarías.

FELICIA.- ¿Entonces?

MONA.- Entonces qué.

FELICIA.- ¿Para que me preguntas por el trabajo si me cubriste las espaldas.

“MONA.- Quería asegurarme de que no te habías reportado y dicho algo diferente a mi versión, aunque sabía que no lo harías.

“FELICIA.- ¿Qué carajos te pasa hoy eh? Estás de un pinche insoportable...

MONA.- A mi no me pasa nada. (se recuesta en la cama) Nada.

FELICIA.- Estás enojada porque me desaparecí sin decirte nada ¿Es eso verdad?

MONA.- Eso no tiene nada que ver. No es la primera vez que me lo haces. Ya estoy acostumbrada.

FELICIA.- Entonces andas en tus días. (el café ya está echando un poco de humo)

MONA Se levanta y mira fríamente a FELICIA, se da la vuelta y se mete al baño, se escuchan sonidos del agua del lavabo, FELICIA también se levanta a apagar el café, saca una taza y se sirve un poco, de pie va a darle un trago pero descubre que está muy caliente, deja la taza en la mesa y se va a sentar a los pies de la cama, se quita los zapatos, MONA sale del baño.

MONA.- (De pie y de espaldas a FELICIA) Te llamó Felipe. Como diez veces.

FELICIA.- (Recarga sus brazos en sus rodillas) ¿Y que quería?

MONA.- Supongo que saber dónde estaba su novia. Dijo que tenías el celular apagado y que estaba muy preocupado por ti, ayer hasta quería “que lo acompañara a buscarte a los hospitales, llamó a Locatel creo.

FELICIA.- Ese pendejo. (Inclina el cuerpo hacia atrás para abrir otro cajón del tocador, saca su teléfono celular de el cajón y se lo muestra a MONA con una sonrisa fingida, lo avienta en el cajón y lo vuelve a cerrar) Cuando fue la última vez que habló.

MONA.- Ayer. Hoy vino a buscarte.

FELICIA.- ¿No me puede dejar en paz? ¿No le basta que tenga aguantándolo por cinco años? Yo creí que ya “habíamos superado la etapa de los celos y de reportarnos a cada segundo.

MONA.- (Ahora ella se dirige a la cocina, toma la taza de café) ¿Te vas a tomar el café?

FELICIA.- Está muy caliente. Tómatelo tú, si quieres.

MONA.- (Se sienta en la silla donde estaba sentada FELICIA, enciende un cigarrillo de la cajetilla de FELICIA, le da un trago al café) ¡Ah! Que delicia es el café caliente y sin azúcar. Entonces te escapaste con Alejandro a Cuernavaca.

FELICIA.- ¡Sí! Me la pasé increíble. Él es diferente a todos los demás, no me exige, no me pide, no me cuestiona, es maravilloso en la cama ¿Qué más puede una mujer pedir de un hombre?

MONA.- ¿Amor? (le da otro trago al café)

FELICIA.- El amor es otra cosa, se pudre como un pinche limón a la intemperie (se inclina nuevamente a otro cajón para sacar una pijama), cuando el amor se acaba sólo queda mierda y dependencia ¿Para qué sufrir si no se vive mejor? Alejandro no sabe de ataduras, podemos olvidarnos durante meses y la próxima vez que nos vemos el deseo se hace cada vez más intenso, porque sabemos que nos entregamos sólo por “un lapso de tiempo.

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