Ellas no son como pensamos
Enviado por Yessy Perez • 3 de Octubre de 2023 • Tarea • 847 Palabras (4 Páginas) • 77 Visitas
Definitivamente, Ellas no son como pensamos[a][b]
Hace no mucho tiempo, en un viaje mochilero, daba vueltas por la plaza del pueblo buscando un lugar para sentarme y refugiarme del sol. Todas las bancas estaban ocupadas y no me quedó otra que compartir con una mujer que desde lo lejos llamó mi atención. Tenía una piel lechosa y con un hermoso color moreno que ya quisiera yo para un domingo. Aparentaba no más de 20 años, usaba un enterizo con estampado de flores y, a pesar del calor, un reboso naranja[c] que cubría la espalda. Tenía una expresión que no hacía juego con su joven rostro, de mucha añoranza y como si poseyera secretos que nadie se imagina. Sostenía en la mano un pequeño ladrillo de adobe al que miraba intensamente.
Pregunté si podía sentarme y asintió. No bien me había sentado me dijo: "¡Esta humanidad ya me tiene harta!". La miré interrogante y continuó: "Hace 500 años, esto era un hermoso bosque que bajaba de la montaña lleno de ahuehuetes y mira todo lo que ha quedado de mi casita. ¡Me tuve que ir!, ¿sabes?, ¡si estamos cerca cuando matan a un ancestral, nos afecta y nos provoca una herida en el alma y en el cuerpo que no sana!".- Me mostró su brazo-, tenía cicatrices de quemaduras, profundas en forma de ramas. Me impresionó, solo atiné a decir: "¿An-ces-tra-les?". "¡Sí, los ahuehuetes!-cómo si fuera obvio-. ¡Fue un dolor insoportable!. Me alejé sin pensar en el porvenir, sin salvarlos y… ¡mira lo que pasó!", -lo dijo mientras estrujaba el pedazo de adobe con su delgada mano-, ¡incluso, aprisionaron al río!", continuó.
No sé qué me pasó, pero no dudé un instante de sus palabras. Me sentí, si cabe, muy avergonzada por lo ignominioso de su relato y por mi condición de humana. -Comenzó a sollozar- me acerqué a tratar de reconfortarla, acariciando su espalda, Pero… al posar mi mano, sentí algo fibroso debajo del reboso[d], retiré la mano con asombro. -Ella soltó una risa amarga- y dijo: "No te preocupes, hace tiempo que no sirven". -Levantó el rebozo un poco- y se asomó lo que parecía la punta de un ala gigante de abeja. "Ya no se puede volar en este mundo moderno, ¡lleno de monstruos!". -Se levantó de repente- con una expresión como de quien recuerda algo, -se acomodó el rebozo y comenzó a caminar-. "¿A dónde vas?", le dije. -Volvió a sonreír amargamente- y dijo: "Aún hay ancestrales por acá, ¡a protegerlos supongo o intentarlo!", -alzó los hombros-.
Sentí el impulso de seguirla a donde fuera, pero mis piernas no me permitieron levantarme de esa banca. Aún no sé por qué. Seguí sus pasos con la mirada por la calle principal hasta que la perdí entre la gente. Miré a un lado y el pedazo de adobe estaba junto a mí, con una hermosa y pequeña orquídea amarilla. La flor y el adobe tienen un lugar especial en mi casa y en mi corazón. He de decir que la flor, aunque se ha secado, nunca perdió ni su forma, ni su aroma, ni su color. Pensando en retrospectiva, nunca me dijo qué cosa era ella, ni siquiera por qué me dijo a mí, precisamente a mí, lo que me dijo. Pero dentro de mí siempre supe que quien me hablaba era un hada del bosque. Después de eso, trato de regresar cada año en la misma temporada al mismo lugar. A veces me parece verla. Lo que sí sé, es que, desde que se decidió a quedarse y defender sus árboles, ha disminuido la tala furtiva y la zona del Río Blanco se convirtió en parque nacional de conservación.
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