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Encuentro con una estrella


Enviado por   •  19 de Mayo de 2022  •  Reseña  •  17.133 Palabras (69 Páginas)  •  96 Visitas

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I. LA ESTRELLA QUE ALUMBRA EL DÍA

TODOS LOS DÍAS AL AMANECER

LOS POETAS han cantado siempre a las estrellas como reinas de la noche y, sin embargo, todos los días, al amanecer, una estrella aparece por el horizonte brindándonos hoy, como lo hizo ayer y lo hará mañana, la oportunidad de conocerla mejor. Mientras que el Sol nos presenta su enorme disco, nos deslumbra con su luz y puede hasta quemarnos con su calor, las estrellas no parecen ser nada más que pequeños puntos luminosos adheridos a una enorme bóveda, visibles solamente cuando la luz de aquél no opaca su débil resplandor. No hace aún mucho tiempo que se consideraba que la naturaleza de los cuerpos celestes era radicalmente distinta de la de los cuerpos que componen nuestro mundo. Mientras que todo en nuestro mundo sufre cambios y deterioros, los cuerpos celestes dan la impresión de ser eternos e inmutables, perfectos e incorruptibles.
Sin embargo, aparte de esta diferencia, todos los cuerpos celestes eran considerados perfectos y elementales, y aun cuando el hombre ya había iniciado desde la época de los griegos el desarrollo de la física como el estudio del conjunto de reglas que gobiernan los fenómenos que ocurren en la naturaleza, ésta no incluía el estudio de los cuerpos celestes, cuya inmutable apariencia no sugería necesidad alguna de él. La astronomía hasta hace poco tiempo tenía como único fin registrar las posiciones de las estrellas y determinar el conjunto de esferas que, girando alrededor de la Tierra, pudieran dar cuenta del complejo movimiento de los planetas. La gente creía que las estrellas rigen los destinos de la humanidad y que pueden observarse en el cielo señales de buenos o malos augurios, y mientras el estudio del Sol como un sistema físico es bastante reciente, la adoración del Sol como un dios es tal vez tan antigua como los primeros grupos humanos. No existe mitología en la que éste no ocupe un lugar prominente, y esto es muy natural, ya que la relación entre él y nuestro bienestar y sobrevivencia misma es bastante evidente, sin contar que su preponderante posición en la familia celeste no puede pasar inadvertida.
El estudio de los cielos en la antigüedad se realizó dentro de un contexto mágico. No existe mitología en la que éste no ocupe un lugar prominente, y esto es muy natural, ya que la relación entre él y nuestro bienestar y sobrevivencia misma es bastante evidente, sin contar que su preponderante posición en la familia celeste no puede pasar inadvertida. Para sus contemporáneos estas dimensiones resultaban inaceptablemente enormes: el Sol no debería ser mayor que unos cuantos kilómetros y el Universo mismo no podía ser mayor de ocho millones de kilómetros.También Anaxágoras sugirió que un meteorito que cayó en Aegospotami durante el día provenía del Sol, por lo que éste debería ser una masa de hierro al rojo vivo. Siguió, siendo considerado un objeto celeste, y por ende perfecto e inmutable, hasta que los rudimentarios telescopios del siglo XVII empezaron a escudriñar los cielos y a descubrir que, por lo menos los «planetas», eran sistemas complejos, con características superficiales marcadas y nada «divinos». Así se fue descubriendo que estos cuerpos vagabundos no son en realidad de naturaleza distinta a los objetos terrestres y poco a poco el hombre adquirió confianza para tratarlos con el mismo rasero.

Un nuevo sistema universal, con el enorme y bullante Sol establecido en el centro, rodeado por seis planetas opacos1 pendientes de su luz, algunos de los cuales a su vez poseen satélites girando en torno a ellos, empezó a volverse familiar y el estudio del Sol como un cuerpo físico empezó a dar sus primeros pasos. Con Newton, hacia finales del siglo XVII, la física de la Tierra se extendió hacia los cielos y el Sistema Solar se aceptó como compuesto por el mismo tipo de materia en todas partes y sometido a un único conjunto de leyes rigiendo su comportamiento.

LAS ESTRELLAS SON SOLES

Pero las estrellas seguían siendo un tema aparte. Ya a principios del siglo XVIII, Halley había hecho notar que por lo menos tres estrellas no ocupaban el mismo lugar que les asignaron los griegos y las diferencias eran tan grandes que él no podría creer que fueran errores, sino que pensó más bien que estas estrellas se habían desplazado. Observaciones con mejores telescopios en el siglo XIX mostraron que la estrella volante de Piazzi no era excepcional, sino que lo que nos impide apreciar los movimientos de las otras estrellas es que se encuentran por lo menos cientos de millones de veces más lejos que el Sol. ¡El Universo empezaba a resultar mucho más grande de lo que se había imaginado hasta entonces!, y pronto quedó claro que las estrellas no estaban todas sobre una esfera, sino que se encontraban esparcidas en un bastísimo espacio, algunas cercanas al Sol y otras mucho más distantes.

La astronomía moderna trata del nacimiento, la evolución y la muerte de las estrellas, y especula sobre el principio y el fin del Universo. Lentamente hemos aprendido a observar al Sol y a las demás estrellas con diferentes ojos y se ha ido tratando de construir una física que explique las observaciones. Se trata de entender en el Sol a las demás estrellas y se utiliza también el conocimiento que se tiene de éstas para entender mejor a nuestro Sol.

MIEMBRO DE UNA GRAN FAMILIA

Los astrónomos suelen clasificar a las estrellas, pues existen diferentes tipos de ellas. El Sol, con base en su temperatura y su tamaño se conoce como una estrella enana del tipo G2; este tipo de estrellas es de color amarillo, con temperatura superficial del orden de 6 000°C, más calientes que las estrellas rojas pero más frías que las azules, y son moderadamente brillantes. No es una estrella grande , las hay 30 millones de veces más grandes; pero con el reciente descubrimiento de la gran cantidad de estrelluelas que llenan el firmamento, resulta de un tamaño bastante decoroso. Es una estrella de mediana edad —aproximadamente de 5 000 millones de años— y con una masa de dos quintillones de kilogramos, menor a la necesaria para convertirse algún día en supernova.
No es un cuerpo sólido, sino gaseoso, como todas las estrellas, con una densidad media de 1.4 veces la densidad del agua. Como todas las estrellas, el Sol gira, completando una vuelta en aproximadamente 27 días, pero como no es sólido, sus regiones ecuatoriales giran más rápido que las polares.

Su distancia media a la Tierra, a la cual se le llama una unidad astronómica, es de aproximadamente 150 millones de kilómetros. Esta distancia no es constante pues la Tierra describe una órbita elíptica alrededor del Sol, con éste en uno de los focos, de manera que a lo largo del año la Tierra está unas veces más lejos y otras más cerca de él. La mínima distancia se da el 3 de enero y es de 143 103 000 kilómetros, y el 4 de julio es cuando está más lejos, a 152 106 000 kilómetros. En estas unidades, Alfa-Centauro se encuentra a 4.3 años luz de distancia del Sol, lo cual quiere decir que si pudiéramos viajar a la velocidad de la luz, tardaríamos 4.3 años en llegar a Alfa-Centauro.
En tiempo luz, la distancia de la Tierra al Sol es simplemente de ocho minutos, lo que nos da una idea de lo lejos que está la estrella más cercana. Nuestra galaxia entera, que es una galaxia espiral como hay tantas en el Universo, tiene 120 000 años luz de diámetro y se estima que el Universo se extiende a una distancia no menor de 16 000 millones de años luz.

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