Ensayo El Papel Del Trabajo En La Trnsformacion Del Mono En Hombre
Enviado por fredylee • 21 de Marzo de 2015 • 2.929 Palabras (12 Páginas) • 214 Visitas
“El Papel del Trabajo en la Transformación del Mono en Hombre
”
[1]
.
Federico Engels
Tomado de: Obras Escogidas de Carlos Marx y Federico
Engels en Tres Tomos, Editorial Progreso,
Moscú,
1981,Tomo 3, pp. 66
-
79.
El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía
política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los
materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo
más que
eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en
tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al
propio hombre.
Hace muchos centenares de miles de años, en una época, aún no
establecida defi
nitivamente, de aquel período del desarrollo de la Tierra que
los geólogos denominan terciario, probablemente a fines de este período, vivía
en algún lugar de la zona tropical
—
quizás en un extenso continente hoy
desaparecido en las profundidades del Océa
no Indico
—
una raza de monos
antropomorfos extraordinariamente desarrollada. Darwin nos ha dado una
descripción aproximada de estos antepasados nuestros. Estaban totalmente
cubiertos de pelo, tenían barba, orejas puntiagudas, vivían en los árboles y
formab
an manadas
[ ̈2]
.
Es de suponer que como consecuencia directa de su género de vida, por
el que las manos, al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las
de los pies, estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al
caminar por el sue
lo y empezaron a adoptar más y más una posición erecta.
Fue el paso decisivo para el tránsito del mono al hombre.
Todos los monos antropomorfos que existen hoy día pueden
permanecer en posición erecta y caminar apoyándose únicamente en sus pies;
pero lo ha
cen sólo en caso de extrema necesidad y, además, con suma
torpeza. Caminan habitualmente en actitud semierecta, y su marcha incluye
el uso de las manos. La mayoría de estos monos apoyan en el suelo los
nudillos y, encogiendo las piernas, hacen avanzar el c
uerpo por entre sus
largos brazos, como un cojo que camina con muletas. En general, aún hoy
podemos observar entre los monos todas las formas de transición entre la
marcha a cuatro patas y la marcha en posición erecta. Pero para ninguno de
ellos ésta últim
a ha pasado de ser un recurso circunstancial.
El papel del trabajo en la
transformación del mono en hombre, FEDERICO ENGELS
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Y puesto que la posición erecta había de ser para nuestros peludos
antepasados primero una norma, y luego, una necesidad, de aquí se
desprende que por aquel entonces las manos tenían que ejecutar funciones
cada
vez más variadas. Incluso entre los monos existe ya cierta división de
funciones entre los pies y las manos. Como hemos señalado más arriba,
durante la trepa las manos son utilizadas de distinta manera que los pies. Las
manos sirven fundamentalmente para
recoger y sostener los alimentos, como
lo hacen ya algunos mamíferos inferiores con sus patas delanteras. Ciertos
monos se ayudan de las manos para construir nidos en los árboles; y algunos,
como el chimpancé, llegan a construir tejadillos entre las ramas,
para
defenderse de las inclemencias del tiempo. La mano les sirve para empuñar
garrotes, con los que se defienden de sus enemigos, o para bombardear a
éstos con frutos y piedras. Cuando se encuentran en la cautividad, realizan
con las manos varias operaci
ones sencillas que copian de los hombres. Pero
aquí es precisamente donde se ve cuán grande es la distancia que separa la
mano primitiva de los monos, incluso la de los antropoides superiores, de la
mano del hombre, perfeccionada por el trabajo durante cen
tenares de miles de
años. El número y la disposición general de los huesos y de los músculos son
los mismos en el mono y en el hombre, pero la mano del salvaje más primitivo
es capaz de ejecutar centenares de operaciones que no pueden ser realizadas
por la
mano de ningún mono. Ni una sola mano simiesca ha construido jamás
un cuchillo de piedra, por tosco que fuese.
Por eso, las funciones, para las que nuestros antepasados fueron
adaptando poco a poco sus manos durante los muchos miles de años que
dura el pe
ríodo de transición del mono al hombre, sólo pudieron ser, en un
principio, funciones sumamente sencillas. Los salvajes más primitivos,
incluso aquellos en los que puede presumirse el retorno a un estado más
próximo a la animalidad, con una degeneración fí
sica simultánea, son muy
superiores a aquellos seres del período de transición. Antes de que el primer
trozo de sílex hubiese sido convertido en cuchillo por la mano del hombre,
debió haber pasado un período de tiempo tan largo que, en comparación con
él,
el período histórico conocido por nosotros resulta insignificante. Pero se
había dado ya el paso decisivo: la mano era libre y podía adquirir ahora cada
vez más destreza y habilidad; y ésta mayor flexibilidad adquirida se transmitía
por herencia y se acrec
ía de generación en generación.
Vemos, pues, que la mano no es sólo el órgano del trabajo; es también
producto de él. Unicamente por el trabajo, por la adaptación a nuevas y
nuevas funciones, por la transmisión hereditaria del perfeccionamiento
especial as
í adquirido por los músculos, los ligamentos y, en un período más
largo, también por los huesos, y por la aplicación siempre renovada de estas
habilidades heredadas a funciones nuevas y cada vez más complejas, ha sido
como la mano del hombre ha alcanzado e
se grado de perfección que la ha
hecho capaz de dar vida, como por arte de magia, a los cuadros de Rafael, a
las estatuas de Thorwaldsen y a la música de Paganini.
Pero la mano no era algo con existencia propia e independiente. Era
únicamente un miembro de
un organismo entero y sumamente complejo. Y lo
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