Epica Medieval
Enviado por ange.julieth • 5 de Noviembre de 2013 • 1.677 Palabras (7 Páginas) • 470 Visitas
EPICA MEDIEVAL
ANGELI VILLA
JENNIFER PRIMO
YUSMEL RIVERA
MELISSA REBOLLEDO
11 B
Trabajo De Lengua Castellana
Presentado a:
Elis Velásquez
INEDIFI
Barranquilla
2013
TABLA DE CONTENIDO
• Épica medieval
• Marco histórico
• Cantar de Roldan
• La poesía épica medieval
EPICA MEDIEVAL
La épica medieval europea tiene su origen en la épica grecolatina, la cual moderniza, pero cuyas líneas básicas sigue. Existen dos categorías: épica heroica (audiencia popular) y épica culta (se hace en la Edad Media, en latín generalmente.
Los primeros temas y composiciones de la lírica grecolatina fueron himnos, banquetes, eróticos, muerte, conducta humana. La lirica culta trata de un género literario nuevo que procede de la lírica popular y emparentando con la de otros pueblos. Su influencia en Occidente se dará a través de la lírica latina. La poesía lírica en roma conto con brillantes cultivadores, si bien se halló restringida a círculos eruditos.
Marco histórico
La lirica popular y la épica son las formas más populares de las literaturas vernáculas. Su primacía cronológica excede en varios siglos de desarrollo de la prosa, vinculada mayoritariamente a la difusión escrita. Además en los primeros siglos medievales la escritura era un terreno prácticamente exclusivo del latín, lengua de cultura por excelencia. No obstante, el gusto por lo narrativo es algo común a todas las épocas, y esta predilección tan remota como el propio hombre explicaría el incipiente desarrollo de la épica medieval como género narrativo de la por antonomasia, expresa no en prosa sino en verso. A pesar de la gran estima y difusión cultural de la que goza la épica durante el medioevo en la mayor parte de las literaturas occidentales, el género épico remonta sus raíces a la antigua Grecia, de donde precisamente aun conservamos modelos escritos como “La Odisea” de Homero o “La Eneida” Virgiliana, esta última en lengua latina.
El contexto histórico medieval, protagonizado por guerras y hazañas militares, supone asimismo un punto obligado de referencia para entender el marco en el que se gesta y desarrolla la épica medieval. Así el propio Colin Smith señala la gran relevancia del contexto socio histórico de carácter belicista, para comprender la materia narrativa que configura el material épico, y es que al fin y al cabo, a la colectividad social le interesaba conocer con detalle todo lo acontecido en el campo de batalla por sus compatriotas. Al mismo tiempo, se va fraguando una identidad común y nacional, un vínculo exaltado desde el punto de vista histórico y social.
Cantar de Roldán
Siente Roldán que se aproxima su muerte. Por los oídos se le derraman los sesos. Ruega a Dios por sus pares, para que los llame a Él; y luego, por sí mismo, invoca al ángel Gabriel. Toma el olifante, para que nadie pueda hacerle reproche, y con la otra mano se aferra a Durandarte, su espada. A través de un barbecho, se encamina hacia España, recorriendo poco más que el alcance de un tiro de ballesta. Trepa por un altozano. Allí, bajo dos hermosos árboles, hay cuatro gradas de mármol. Cae de espaldas sobre la hierba verde. Y se desmaya nuevamente, porque está próximo su fin.
Altas son las cumbres y grandes los árboles. Hay allí cuatro gradas, hechas de mármol, que relucen. Sobre la verde hierba el conde Roldán ha caído desmayado. Y he aquí que un sarraceno no cesa de vigilarlo; ha simulado estar muerto y yace entre los demás, con el cuerpo y el rostro manchados de sangre. Se yergue sobre sus pies y se aproxima corriendo. Es gallardo y robusto, y de gran valor; su orgullo lo empuja a cometer la locura que lo perderá. Toma en sus brazos a Roldán, su cuerpo y sus armas, y dice estas palabras:
-¡Vencido está el sobrino de Carlos! ¡Esta espada a Arabia me la he de llevar!
Al sentirlo forcejear, el conde vuelve un poco en sí.
Roldán siente que lo quieren despojar de su espada. Abre los ojos y exclama:
-¡Tú no eres de los nuestros, que yo sepa!
Tiene aún en la mano el olifante, que no ha querido soltar; con él golpea al infiel sobre su yelmo adornado con pedrerías y recamado de oro. Rompe el acero, el cráneo y los huesos, hace rodar fuera de la cabeza los dos ojos y ante sus pies lo derriba muerto. Después le dice:
-Infiel, hijo de siervo, ¿cómo tuviste bastante osadía para apoderarte de mí, fuera o no tu derecho? ¡Todo aquel que te lo oyera decir te tendría por loco! He aquí quebrado el pabellón de mi olifante; el oro y el cristal se han desprendido.
Roldán siente que se le nubla la vista. Se incorpora, poniendo en ello todo su esfuerzo. Su rostro ha perdido el color. Tiene ante él una roca parda; da contra ella diez golpes, lleno de dolor y encono. Gime el acero, mas no se rompe ni se mella.-¡Ah! -exclama el conde-. ¡Socórreme, Santa María! ¡Ah, Durandarte, mi buena Durandarte, lástima de vos! Voy a morir, y dejaréis
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