FUE UNA SORPRESA DEL DESTINO ENCONTRARME CON TU VOZ
Enviado por JuanDanieeeel • 27 de Junio de 2014 • Ensayo • 1.057 Palabras (5 Páginas) • 320 Visitas
FUE UNA SORPRESA DEL DESTINO ENCONTRARME CON TU VOZ
“Mirarla confundía, confundía ver su rostro y sus acciones que ataban su desesperado amor a mi futuro”.
“Una vivencia es la acción y la reflexión, hablar mucho es dejar de estar solo.”
Decidido a dejar de estar solo, yendo de paseo por las calles de una Chiquinquirá aún dormida un lunes de junio, una mañana que sería fría si el tráfico no calentara el ambiente con sus exostos, vi en el suelo un objeto rojo; bajé la mirada, era un granate y vivo corazón el cual recogí cuidadosamente.
—“Debe de habérsele perdido a alguna chica”. Pensé al observar la blancura y delicadeza de la tierna entretela; que, al contacto de mis dedos palpitaba como si estuviese dentro del pecho de su dueño.
Lo envolví con esmero dentro de un delicado blanco paño, lo abrigué, lo guardé bajo mi ropa, y me dediqué a averiguar quién era la mujer que había perdido su corazón en la calle. Para indagar mejor, adquirí unos maravillosos anteojos que me permitían ver a través de la carne y de las costillas; el lugar que ocupa el corazón.
Apenas me puse mis anteojos mágicos, miré ansiosamente a la primera mujer que pasaba, y ¡oh asombro!, la mujer no tenía corazón. Ella debía de ser sin duda la propietaria de mi hallazgo. Lo raro fue que, al decirle cómo había encontrado su corazón y lo conservaba a sus órdenes; de si gustaba recogerlo, la mujer indignada juró y perjuró que no había perdido cosa alguna; que su corazón estaba donde solía estar y que lo sentía perfectamente pulsar. En vista de la terquedad de aquella chica, la dejé algo desilusionado y frustrado por lo que había pasado.
Me volví hacia otra, linda, seductora y alegre. ¡Dios santo! En su blanco pecho vi la misma oquedad, el mismo agujero rosado, sin nada allá dentro, nada de nada ¡ella no tenía corazón! Y cuando le ofrecí respetuosamente el que yo llevaba guardo, menos aún lo quiso admitir, alegando que era ofenderla de un modo terrible el decir que le faltaba corazón, o que era tan descuidada para haber podido perderlo así en la vía pública sin que lo advirtiese.
Y pasaron centenares de chicas, unas lindas y otras no tan lindas, morenas y rubias, melancólicas y dinámicas; en cada una noté que del corazón sólo tenían el sitio, pero que en ellas no había existido nunca, o quizá se había perdido tiempo atrás. Y a todas, todas sin excepción alguna, al querer devolverles el corazón del que carecían, se negaron a aceptarlo, ya que creían tenerlo, y que sin él se encontraban divinamente porque se juzgaban ofendidas por la oferta, no se atrevían a pasar tal peligro de poseer un corazón.
Iba desesperando de no poder restituir al pecho de una mujer el pobre corazón abandonado, aquella mujer debía estar desesperada y muy triste.
Cuando por casualidad, con ayuda de mis prodigiosos lentes, acerté a ver qué pasaba por la calle una chica que irradiaba una belleza pura e infalible, y en su pecho, ¡por fin!, ¡Cielo santo! distinguí un agujero al cual encajaba el muy perdido corazón de mis bolsillos. No sé porque pude distinguir en ella
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