Las Jarchas
Enviado por Horoviejo • 30 de Abril de 2013 • 1.474 Palabras (6 Páginas) • 418 Visitas
Jarcha es una palabra árabe que significa salida o finida. Las jarchas son unas pequeñas cancioncillas romances -los más antiguos vestigios de la lírica popular europea- análogas a nuestros antiguos "villancicos" (en su sentido antiguo) o a nuestras actuales coplas y cantares. Estas cancioncillas están situadas al final de unos poemas árabes o hebreos (imitación estos últimos de los árabes) llamados moaxajas; género inventado en la Andalucía musulmana entre las postrimerías del siglo IX y los comienzos del X. Parece ser que las moaxajas se construían tomando por base esas cancioncillas romances o sea estribando en ellas, por lo cual no es extraño que la jarcha se llame también a veces markaz, que significa "punto de apoyo" o "estribo".
Sobre escasos y muy oscuros precedentes -porque ¿qué cosa humana habrá que no los tenga?- el descubrimiento de las Jarchas, que ha sido uno de los más sensacionales del nuestro siglo en el campo de la Filología, empezó el año 1948, con el artículo de un joven hebreo nacionalizado inglés, S.M. Stern, titulado Les vers finaux en espagnol dans les muwassahs hispanohebraïques quien me lo envió para Al-Andalus y que yo publiqué enseguida (vol.XIII, 1948, pp.299-346). Stern estudió en él 20 jarchas en moajaxas hebreas. El que se tratase de poemas hebreos produjo un despiste inicial, pero se corrigió pronto. El mismo Stern publicó después una jarcha en moaxaja árabe (Al-Andalus, XIV, 1949, pp. 214-218). Pero la serie árabe la publiqué yo en la misma revista (XVII, 1952, pp. 57-127) con el título Venticuatro jaryas romances en muwassahas árabes (ms, G.S. Colin).
Estas son las series originales y los tizones que habrían de encender una gran hoguera de investigaciones y de polémicas en muchos terrenos. Posteriormente, varios pudimos utilizar un nuevo ms. (el Yais at-tawsih de Ben al-Jatib), también del siglo XIV como el de Colin (que es la Uddat al ýalis de Ben Busrà ), y se ha originado una oceánica bibliografía, en la que, como es natural, hay de todo: bueno, mediocre, malo y pésimo. Puede decirse que, pese a haberse rebañado todo lo rebañable y aún lo que no lo era, el número de jarchas que merecen tal nombre no pasa de setenta.
La fiebre no ha remitido mi lleva trazas de remitir, ya que incluso últimamente se ha contagiado al mundo árabe. En 1965 publiqué un libro de conjunto, con características especiales, titulado Las jarchas romances de la serie árabe en su marco(Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones) que, luego de agotado, reimprimí en Barcelona (Seix-Barral, 1975), con nuevo prólogo.
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Introducción
Los árabes que entraron en España trajeron consigo por lo menos algún eco de la poesía árabe de Oriente, una de las grandes moles literarias de la Edad Media (la poesía en sí misma vino más tarde).
Esa poesía -dejándose de menudas particularidades y prescindiendo de la métrica propiamente dicha, cualitativa y complicada, cuya legislación es algo tardía --tiene tres características que desde ahora mismo nos conviene señalar: 1ª. es monorrima, por muy extensa que sea la casida (su poema específico), con la rima en el 2ª hemistiquio >de unos versos largos (media: de 24 a 28 sílabas por verso); 2ª. es uniforme, es decir, no dividida en estrofas, y 3ª. tiene una enorme carga racial árabe, ya que nació y floreció antes del Islam.
No tiene, pues, mucho de extraño que el ambiente bilingüe y multirracial de la España musulmana, donde había multitud de "musulmanes nuevos" (muladíes), protegidos hasta cierto punto por la política omeya de equilibrio, naciera un nuevo tipo de poesía. Tal género andaluz, inventado --según la tradición-- por un tal Muqadamm ben Mu'safà de Cabra, recibió el nombre de moajaxa (literalmente: "embellecida", "adornada por un doble collar de perlas variadas, o por un cinturón de pedrerías y lentejuelas"). La moajaxa se distinguía de la casida (en relación a los tres extremos señalados antes): 1º. en tener variedad de rimas; 2º. en ser estrófica, y no excesivamente larga (inicialmente de 5 a 7 estrofas), y 3º. en tener a su fin una coplilla romance (la jarcha). Este punto es el que más nos interesa. Ben Bassam de Santarén, un gran antólogo del siglo XII, nos dice en suDajira (Cairo, I-2. p. 1): "[Al-Qabrï] tomaba palabras coloquiales y romances a las que llamaba markaz [estribo], y construía sobre ellas la moaxaja".
Volveremos a esta afirmación, pero creo que ha llegado el momento de poner ante los ojos del lector un ejemplar de este tipo de poema. Tiene más ventajas que inconvenientes, aunque éstos abunden, que tal ejemplo sea español, teniendo en cuenta que la moaxaja ( y su secuela, el zéjel, que para el caso, sin meternos en honduras, se fundó con ella) ha tenido enorme descendencia en nuestra literatura.
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