Lectura. PRIMER DÍA DE CLASES
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"Siempre hay un comienzo para todo" - Anónimo
24 de Agosto de 1994
Dallas, TX.
PRIMER DÍA DE CLASES
- Verás que te gustará mucho tu nuevo colegio. ¡Es fantástico! Tienen un lugar de juegos enorme - dijo Denisse mientras arreglaba los últimos detalles a la playera del niño - Vale, estas listo. Como todo un niño grande -
Esta sonríe al ver que su pequeño hijo de seis años está a punto de entrar a la primaria. Tan guapo. Ella lo toma y lo estrecha entre sus brazos mientras llena su rostro con besos.
- Para, mama - dice, alejando la cara de su madre con sus pequeñas manitas - Ya soy grande y... -
- Vaya que lo eres - Volvió a besar la mejilla de su hijo.
Denisse lo tomó de su mano y lo llevo hasta la cocina.
Esta mañana le había preparado su almuerzo. Colocó en su lonchera un jugo, dos galletas y un sencillo emparedado.
- Toma, es tu almuerzo. No lo pierdas y corre, que papá ya ha de estar enfadado - dijo divertida mientras comenzaba a hacerle cosquillas al pequeño -
- ¡Ya basta mamá! - El niño hace una mueca de enfado. Como si fuera un adulto.
- Vale, que conmigo no te enojas... ¡Anda! Vete ya y suerte en tu primer día de clases - le dió un cálido beso en su mejilla.
El pequeño Robert sonrió y se dió la media vuelta.
Disimuló y se embarró hacia atrás el beso de su madre.
- ¡Hey, te vi! - Gritó su madre desde adentro.
Robert corrió rápidamente hacia la puerta del auto de papá. La abrió. Carl le sonrió a su hijo y después arrancó.
Al llegar a la escuela, su padre le hizo las típicas indicaciones - Pórtate bien, hazle caso a las maestras - Para terminar con un simple - Te quiero -
El pequeño Robert se bajó contento, alegre y sonriente. Miraba hacia todos lados y buscaba el patio de juegos. Ese del que su madre tanto le habló. Miró hacia atrás, para asegurarse de que su padre se había ido.
Inclinó un poco la cabeza. Había algo escondido bajo las rocas de la entrada, más bien, atorado.
Robert se acercó y tomo la pequeña foto que yacía bajo la piedra.
Era de una niña. Una niña hermosa. De ojos redondos y azulados, con una cabellera lacia y castaña.
El timbre de la entrada sonó. Robert guardó la fotografía en su mochila y corrió hasta el salón, apurado para que la maestra no lo regañara en su primer día de clases.
Para la una de la tarde, ya estaba de nuevo en casa.
Feliz era la palabra exacta para describir como se sentía. En su escuela había hecho muchos amigos nuevos.
- Venga Rob, que hay que hacer la tarea. ¿Que te han encargado? -
- No lo sé, pero ¿A que no adivinas que encontré debajo de una piedra? -
- No, no adivino - dijo divertida.
Robert se acercó a su madre y le susurró en el oído:
- La foto de una princesa - dijo inocente.
- ¿La foto de una princesa? - Robert asintió - Y ¿Cómo es eso? -
El pequeño se dirigió hasta donde estaba su mochila, esculcó entre sus cosas y saco la foto que había encontrado.
- Mira - dijo orgulloso.
La mujer tomo la foto entre sus manos y la observó por unos largos segundos.
- ¡Vaya! Si que es una princesa - comentó Denisse.
- ¿Verdad? Es muy bonita -
- Y ¿Dónde la has encontrado? -
- Estaba perdida. Yo solo la... - No lo dejo que terminara la oración cuando lo cuestionó:
- ¿Perdida? ¿Segurísimo? Robert asintió con la cabeza mientras terminaba de tomar su yogurt bebible.
- Esta bien. Te creo. No más preguntas acerca de ello. Ahora... ¿Te encargaron tarea? -
- ¡Mamá, no! - reprochó.
- Que no ni que nada... ¡A ver! ¿Qué es la tarea? -
Después, entre broma y broma terminaron la sencilla tarea. Robert era listo. Demasiado. Siempre notaron que el tenía habilidades que muchos otros niños no.
Y eso era motivo de orgullo para sus padres.
Robert creció. Cada año era diferente.
Como cualquier otra persona, tenia problemas. Pero a pesar de ello, se seguía perfeccionando a través de la vida.
Creció como un hombre guapo - mas bien, guapísimo - fuerte, audaz. Sencillo, pero con elegancia.
Alegre. - Hermoso - diría su madre Denisse.
Sí. Aquel hombre era hermoso.
Perfecto.
Definitivamente, ya no era el mismo de hace unos cuantos años.
Todo había cambiado. Sólo había quedado una cosa en él.
Algo infantil, pero con mucha importancia.
No sus juguetes, no sus libros de la primaria.
Algo mejor.
Mucho mejor...
Robert saco la pequeña fotografía de su portafolio.
Si.
La misma.
Esa de diecinueve años atrás, la de la pequeña niña de los ojos azules.
No sabía porque, pero le daba confianza. Templanza.
El profundo azul de sus ojos lo llevaban al cielo.
Sabía que solo era una niña, pero ella tenía algo. Algo que Robert amaba. El sonrió al acordarse de aquello que le dijo a su madre cuando era pequeño:
- Ella es mi novia - dijo mostrándole la foto, con un deje de brillo en los ojos -
- Rob, pero ni siquiera la conoces -
- Lo sé, pero es mi princesa. Yo la rescate de la piedra... -
- Venga mi niño. Ya duérmete que mañana habrá clases y después no te querrás levantar... -
Volvió a sonreír.
Por muchos años pensó en volverla a ver, en conocerla. Mínimo, saber su nombre.
Pero al mudarse a California, perdió la oportunidad.
La esperanza.
Recordaba que la niña de la fotografía había sido su primer amor. Sí, era una simple foto. Pero ¿Qué más daba? A él le encantaba.
En fin, era la foto de una niña preciosa.
- Tus candidatas a secretarias han llegado - Simon sorprendió a Robert entrando a la oficina y el se encontró escondiendo la imagen en su cajón.
- Déjalas entrar una por una -
CAPITULO I
- Taxi. ¡Taxi! - ¡Por fin! Alguien tiene piedad de mi. Al paso que voy llegaré tarde a mi destino.
- ¿A donde se dirige señorita? - El amable taxista me preguntó y yo le pase una hoja con la dirección del lugar.
- Muy bien. Se donde queda - Me importaba llegar lo antes posible asi que le pregunté - ¿Cuánto tardará? - A lo que el señor simplemente contestó - Tardaré menos si deja de hacerme preguntas -
...