Leyenda Del Volcan
Enviado por heriberto96 • 24 de Abril de 2014 • 533 Palabras (3 Páginas) • 248 Visitas
Miguel Ángel Asturias Leyendas de Guatemala
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Leyenda del Volcán
Hubo en un siglo un día
que duró muchos siglos
Seis hombres poblaron la Tierra de los Árboles: los tres que venían en el viento y los
tres que venían en el agua, aunque no se veían más que tres. Tres estaban escondidos en el
río y sólo les veían los que venían en el viento cuando bajaban del monte a beber agua.
Seis hombres poblaron la Tierra de los Árboles.
Los tres que venían en el viento correteaban en la libertad de las campiñas sembradas
de maravillas.
Los tres que venían en el agua se colgaban de las ramas de los árboles copiados en el
río a morder las frutas o a espantar los pájaros, que eran muchos y de todos colores.
Los tres que venían en el viento despertaban a la tierra, como los pájaros, antes que
saliera el sol, y anochecido, los tres que venían en el agua se tendían como los peces en el
fondo del río sobre las yerbas pálidas y elásticas, fingiendo gran fatiga; acostaban a la
tierra antes que cayera el sol.
Los tres que venían en el viento, como los pájaros, se alimentaban de frutas.
Los tres que venían en el agua, como los peces, se alimentaban de estrellas.
Los tres que venían en el viento pasaban la noche en los bosques, bajo las hojas que las
culebras perdidizas removían a instantes o en lo alto de las ramas, entre ardillas, pizotes,
micos, micoleones, garrobos y mapaches.
Y los tres que venían en el agua, ocultos en la flor de las pozas o en las madrigueras de
lagartos que libraban batallas como sueños o anclaban a dormir como piraguas.
Y en los árboles que venían en el viento y pasaban en el agua, los tres que venían en el
viento, los tres que venían en el agua, mitigaban el hambre sin separar los frutos buenos de
los malos, porque a los primeros hombres les fue dado comprender que no hay fruto malo;
todos son sangre de la tierra, dulcificada o avinagrada, según el árbol que la tiene.
—¡Nido!...
Pió Monte en un Ave.
Uno de los del viento volvió a ver y sus compañeros le llamaron Nido.
Monte en un Ave era el recuerdo de su madre y su padre, bestia color de agua llovida
que mataron en el mar para ganar la tierra, de pupilas doradas que guardaban al fondo dos
crucecitas negras, olorosa a pescado femenina como dedo meñique.
A su muerte ganaron la costa húmeda, surgiendo en el paisaje de la playa, que tenía
cierta tonalidad de ensalmo: los chopos dispersos y lejanos los bosques, las montañas, el
río que en el panorama del valle se iba quedando inmóvil... ¡La Tierra de los Árboles!
Avanzaron sin dificultad por aquella naturaleza costeña fina como la luz de los
diamantes,
...