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Los Signos De Puntuación.


Enviado por   •  11 de Abril de 2014  •  456 Palabras (2 Páginas)  •  157 Visitas

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Lectura Original.

Li estaba triste* Ya no podría ver su casa* en la dulce aldea blanca* de árboles floridos a la orilla del río transparente

y manso*

Trabajaba sin descanso para agradar al emperador* Sus pinturas llenaban los biombos lacados* las puertas de

madera y de hierro* y los muros de los templos y salones imperiales*

Un día Li pintó un cuadro maravilloso* el transparente cielo de su infancia* el campo de prados* el puentecillo de

estacas en el río bordeado de bambúes* la blanca aldea a lo lejos* entre vuelos de patos salvajes* un rojo sol de

aurora y un verde limpio de hierba húmeda*

Li había hecho su mejor obra* la que llevaba siempre en su pensamiento y en sus sueños* A él no le parecía una

pintura de su aldea* sino su aldea misma plasmada en el cuadro como milagro* (continúa)

Lectura Corregida.

La huida del pintor Li

He aquí la curiosa historia de Li-Chen-Jao, el pintor chino que en tiempos ya lejanos, huyó del palacio imperial sin que nunca más se haya vuelto a saber de él.

Li nació en Uasn, lugar de una región húmeda y verde. Su niñez había sido alegre entre prados y blancos árboles floridos; hasta cuando dormía sonreía soñando la luz de cristal del campo.

Desde muy pequeño dibujaba peces y pájaros en las piedras lavadas del río, rebaños y pastores en las maderas de los establos. El yeso y el carbón eran lápices mágicos en sus manitas de niño.

Li creció. En las aldeas y en los pueblos próximos todos hablaban de Li; mucha gente venía por los caminos para ver las pinturas del joven artista. La fama de su mérito fue creciendo, creciendo hasta llegar al palacio del emperador.

El emperador llamó a Li y le dijo:

“Te quedarás aquí y trabajarás para adornar los corredores y salones del palacio.” Ya he mandado preparar tu taller bien provisto de colores, lacas y ricas maderas. Tu vida cambiará desde hoy. “ya no volverás allá donde naciste”.

Li estaba triste. Ya no podría ver su casa; en la dulce aldea blanca de árboles floridos a la orilla del río transparente y manso.

Trabajaba sin descanso para agradar al emperador. Sus pinturas llenaban los biombos lacados, las puertas de madera y de hierro, los muros de los templos y salones imperiales.

Un día Li pintó un cuadro maravilloso: el transparente cielo de su infancia, el campo de prados, el puentecillo de estacas en el río bordeado de bambúes, la blanca aldea a lo lejos, entre vuelos de patos salvajes, un rojo sol de aurora y un verde limpio de hierba húmeda.

Li había hecho su mejor obra; la que llevaba siempre en su pensamiento y en sus sueños. A él no le parecía una pintura de su aldea, sino su aldea misma plasmada en el cuadro como milagro. (Continúa)

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