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Los mitos de la antigua Griega


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2014  •  Informe  •  4.207 Palabras (17 Páginas)  •  228 Visitas

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zeus

Este rey de los dioses, llamado Zeus, se casó con Hera, estableció su morada en el monte Olimpo y gobernó Grecia y la parte de Oriente de donde descendían sus ancestros, siendo célebre por su valor, su prudencia y su justicia.

Fue el dios del trueno, el relámpago y el rayo y ocupó el primer lugar entre las divinidades greco-latinas, siendo su culto el más extendido.

En su altar se ofrecían sacrificios de animales, como la cabra, el cordero y el toro blanco, pero nunca se sacrificaron humanos.

La harina, la sal y el incienso eran también ofrecidos en los rituales y el olivo y la encina eran los árboles consagrados a él.

Era un dios generoso, franco, entusiasta y con gran sentido del humor y la justicia.

Zeus es el dios Júpiter de los romanos, es el que sostiene el universo por medio de una serie de luchas y con sus dones de clarividencia, poderío y conocimiento todas las cosas.

Este dios era representado con un aspecto majestuoso, con barba, sentado en su trono y sosteniendo en la mano derecha el rayo y armado de dos flechas, y esta representación así como otras que le adjudicaban, simbolizaban sus poderes.

La diosa Hera era la esposa de Zeus y también su hermana; por lo tanto era además hija de Rea y Cronos y hermana de Poseidón, Hades, Deméter y Hestia.

El mito relata que Zeus se enamoró de Hera y la engañó disfrazándose de un ave, el cuclillo.

Para su casamiento fueron invitados todos los dioses, todos los hombres y todos los animales. Asistieron todos, con excepción de la ninfa Quelona que por esa razón fue convertida en tortuga.

Pero Hera no vivió mucho tiempo con Zeus, debido a su maltrato y sus constantes disputas y hasta guerras. Un día llegó a colgarla con una cadena de oro entre el Cielo y la Tierra con un yunque en cada pie y cuando uno de sus hijos quiso liberarla Zeus le dio un puntapié que lo hizo caer del Cielo a la Tierra.

Además Zeus le era infiel a Hera, provocándole muy crueles celos y rencores.

Hera no era tampoco una mujer muy virtuosa, tenía mal humor constante y también tuvo relaciones amorosas con muchos hombres, además de conspirar para destronar a su marido.

La leyenda cuenta que Hera se bañaba todos los años en una fuente que la tornaba virgen.

Hera concibió muchos hijos de manera alegórica, comiendo lechuga o tocando una flor o extrayendo de la tierra los vapores que acogía en su seno.

Se preocupaba mucho por su belleza y pretendía ser la más bella del Olimpo. Se dedicaba a presidir los casamientos y los nacimientos y en Roma también controlaba la moneda.

Realizó muchos prodigios y tomó muchas venganzas e inspiró gran temor y respeto. Su culto se extendió hasta Asia, llegó a África a través de Egipto y en todas partes se podían encontrar templos dedicados a esta diosa.

Edipo

Labdaco, de la familia de Carmo, tuvo un hijo llamado Laio, el cual, después de la muerte de Antión y de Zeto, usurpadores del trono cadmeio, fue rey de Tebas y se casó con Yocasta, hermana de Creón, hija de Meneceo. Como este matrimonio era estéril, los esposos se encaminaron a consultar el oráculo de Apolo, y les respondió la Pitia que, en caso de nacerles un hijo, éste mataría a su padre.

Al poco tiempo, Yocasta dio a luz un niño. Laio, temeroso del cumplimiento del oráculo, abandonó al recién nacido en el monte Citerón. Agujereados los pies y atados con fuertes ligaduras, quedó pendiente de un árbol. Pasó por allí el pastor Forbas, quien apiadándose de la criatura lo recogió, llamándole Oidipus, a causa de la deformidad de sus pies, y lo llevó al palacio de su amo, el rey de Corinto, Polibo.

Tanto el rey como la reina Merope, quedaron encantados con el niño y resolvieron adoptarlo. Edipo creció así bajo la tutela y amparo de los reyes y como si fuera hijo de los soberanos. Ya crecido, se dio cuenta de que el pueblo corintio le hacía objeto de crueles mofas, y oyó en reiteradas ocasiones que se ponía en duda su descendencia de la regia estirpe.

En seguida se dirigió a Delfos, y el oráculo, sin revelarle el secreto de su nacimiento, le anuncia que él será el matador de su padre y que cometerá incesto con su madre. Preso de horror y repugnancia, persuadido como estaba de que Polibo era su padre y Merope su madre, no quiso volver a Corinto, y tomó el camino de la Pócida.

El destino inexorable iba, sin embargo, a cumplirse, a su pesar. En el camino que conduce de Delfos a Daulis, donde se parte en dos, y al ir a tomar Edipo el de Tebas, un carro tirado por poderosas mulas le obstruyó el paso, y una voz injuriosa y dominante le ordenó con insolencia que dejara libre el camino. Irritado, contestó en mala forma el joven Edipo y trabándose en lucha con los ocupantes del carro dio muerte al dueño y a sus cinco escuderos: Edipo había dado muerte, sin saberlo, a su padre Laio.

A consecuencia de este crimen, Creón, hermano de Yocasta, ocupó el trono de Tebas. Poco tiempo después un monstruo terrible, que tenía cabeza y seno de mujer, cuerpo de perro, garras de león, alas de águila y una cola armada de un dardo agudo, hacía sensibles estragos en el país. Era la Esfinge, mandada por Juno para vengarse de ofensas e impiedades de los tebanos: apostada en el monte Fikión, en las cercanías de Tebas, proponía terribles enigmas a cuantos pasaban, y devoraba o arrojaba a las olas a quienes no respondían satisfactoriamente.

Ya llevaba causadas numerosas víctimas, y el rey Creón, queriendo poner término al mal, ofreció su corona y la mano de su hermana Yocasta a quien lograse vencer al monstruo. En esa época llegó a Tebas Edipo, y se resolvió a tentar la suerte. Fue en busca de la Esfinge y oyó de sus labios estas preguntas: ¿Cuál es el animal que tiene cuatro pies por la mañana, dos al mediodía y tres por la tarde?

Edipo resolvió en seguida la cuestión que a tantos había costado la vida.

Ese animal -contestó- es el hombre, que por la mañana, es decir, en su infancia, anda con pies y manos (gateando), al mediodía, esto es, en la plenitud de la edad, se sostiene sobre sus piernas, y en la tarde de la vejez necesita de un bastón para apoyarse.

Apenas terminó de pronunciar estas palabras, la Esfinge se arrojó del monte a las olas que había devorado a tantos tebanos. Vencedor, Edipo obtuvo a la vez el cetro de Creón y el lecho de Yocasta, su propia madre, y tuvo con ella cuatro hijos, dos varones, Eteocles y Polinices, y dos mujeres, Ismene y Antígona, con lo que las dos partes del oráculo si vieron así confirmadas.

El incesto no tardó en atraer la cólera de los dioses, los que lanzaron una espantosa epidemia que diezmó al país. Las crías

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