Maestro
Enviado por Rafiux • 11 de Diciembre de 2011 • Resumen • 455 Palabras (2 Páginas) • 399 Visitas
Fui el menor de tres hijos nacidos en el seno de una familia trabajadora de clase media. Mis padres intentaron ofrecer todo lo que consideraron que la familia que iba en aumento necesitaba. En muchos sentidos fui un muchacho afortunado, porque nunca me faltó nada material ni sufrí ningún tipo de abuso físico.
Si bien mis necesidades físicas estaban bien cubiertas, mi familia funcionaba de forma muy fría, distante y formal. Nuestra casa estaba llena de personas considerablemente brillantes, pero la comunicación entre nosotros era más un ejercicio de inteligencia y educación que un intercambio verdadero de sentimientos, experiencias y preocupaciones. A una edad muy temprana, aprendimos que cada uno era el encargado de solucionar sus problemas y en realidad parecíamos más una colección de individuos, cada uno inmerso en su particular lucha por sobrevivir, que una unidad familiar.
Toda la familia giraba en torno a un único eje: mi padre. Nunca cabía la menor duda de que era el cabeza de familia y su personalidad, gustos, manías, temores, prejuicios e inseguridades formaban el núcleo de nuestra existencia. Mis padres eran personas muy trabajadoras que por razones personales parecían incapaces o poco predispuestos a mostrar sentimiento alguno que no fuera entre ellos dos. Juntos daban la impresión de haber formado una personalidad única y nunca se arriesgaban a que otra persona se acercara demasiado a ellos. Eran buenas personas pero estaban obsesionados por mantener el mundo a raya.
A edad muy temprana recuerdo haberlos visto participar en actividades sociales fuera de casa, pero con el paso del tiempo fueron apartándose de todos y de todo. Como consecuencia recibíamos muy pocas visitas y no era el tipo de entorno al que uno habría querido traer a sus amigos. Si recuerdo esa época veo a mis padres como salidos de la era victoriana, fuera de lugar en un mundo en proceso de cambio. Consideraban que si
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uno llevaba una vida educada y totalmente formal, se podía vivir sin implicarse emocional-mente.
A los seis o siete años, la edad de la que tengo mis primeros recuerdos verdaderos, era un niño confundido, asustado. Nada de lo que me rodeaba tenía demasiado sentido y nadie de mi entorno parecía dispuesto a darme explicaciones al respecto. En aquel entorno frío, poco comunicativo e impersonal, tenía la impresión de que yo era el único que no comprendía las cosas.
Siempre hacía algo que infringía alguna regla familiar sobrentendida. En mi casa se esperaba que conociéramos las respuestas y nos enseñaron, desde bien pequeños, que si no las sabíamos era cosa nuestra averiguarlas. Cuando metía la pata, algo bastante habitual, la reacción con la que me encontraba era de asombro por ser tan inútil, seguida de algún comentario del tipo « ¡Realmente tendrías que haberlo
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