Mi Vida Con La Ola
Enviado por fer1240 • 14 de Septiembre de 2012 • 2.207 Palabras (9 Páginas) • 972 Visitas
MI VIDA CON LA OLA (Octavio Paz) 3
LA COMPOSICIÓN (Antonio Skármeta) 6
EL GUARDAGUJAS (Juan José Arreola) 13
EL ALEPH (Jorge Luis Borges) 18
LA NOCHE BOCA ARRIBA (Julio Cortázar) 26
FUNES EL MEMORIOSO (Jorge Luis Borges) 31
LAS AMIGAS (Carlos Fuentes) 36
¡DILES QUE NO ME MATEN! (Juan Rulfo) 47
LUVINA (Juan Rulfo) 53
UN DIA DE ESTOS (Gabriel García Márquez) 60
HISTORIAS DE CRONOPIOS Y DE FAMAS (Julio Cortázar) 62
INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA 62
DISCURSO DEL OSO 63
LO PARTICULAR Y LO UNIVERSAL 63
INSTRUCCIONES PARA LLORAR 64
INSTRUCCIONES PARA TENER MIEDO 64
LOS EXPLORADORES 64
TENGA PARA QUE SE ENTRETENGA (José Emilio Pacheco) 65
UN DISCRETO MILAGRO(Isabel Allende) 71
EL PARAGUAS WITTGENSTEIN (Oscar de la Borbolla) 80
EL COLLAR (Guy De Maupassant) 82
EL REGALO DE LOS REYES MAGOS (O. Henry) 90
TRAGEDIA EN HARLEM (O Henry) 94
EL PODER DE LA INFANCIA (León Tolstoi) 98
UNA MUCHACHA DE CABELLOS VERDES (Triunfo Arciniegas) 101
LA DAMA DEL PERRITO (Chejov) 105
MICRORRELATOS 117
EL ADIVINO (Jorge Luis Borges) 117
ESCOGE LA PLABRA (Luis Britto Garcia) 117
AYER EN LA CLASE DE FISICA (Jairo Aníbal Niño) 117
DESPIERTESE (Ana María Shua) 118
EL PUÑAL (Jorge Luis Borges ) 118
EL HOMBRE QUE APRENDIÓ A LADRAR (Mario Benedetti ) 118
ESTE TIPO ES UNA MINA (Luisa Valenzuela) 119
NAUFRAGIO (Ana María Shua) Micro-relato 119
EL DINOSAURIO (Augusto Monterroso) 119
EL COMPONEDOR DE CUENTOS (Mariano Silva y Aceves) 119
EL OTRO YO (Mario Benedetti) 120
TRAGEDIA (Vicente Huidobro) 120
CARLOMAGNO (Italo Calvino) 121
MUERTE EN SAMARRA (Gabriel Garcia Márquez) 121
EL RUISEÑOR Y LA ROSA (Oscar Wilde) 122
EL NARRADOR DE CUENTOS (Saki) 127
LA VENTANA ABIERTA (Saki) 131
EL CORAZON DELATOR (Edgar Allan Poe) 134
LA NOCHE DE LOS FEOS (Mario Benedetti) 138
CUENTO DEL CANARIO, LAS PINZAS Y LOS TRES MUERTOS (Jorge Ibarguengoitia) 141
CONTINUIDAD DE LOS PARQUES (Julio Cortazar) 147
EN MEMORIA DE PAULINA (Adolfo Bioy Casares) 148
LA GABARDINA (Por Max Aub) 157
CHAC MOOL (Carlos Fuentes) 164
LAS RUINAS CIRCULARES (Jorge Luis Borges) 170
LA MUERTE TIENE PERMISO (Edmundo Valades) 173
LA HISTORIA SEGÚN PAO CHENG (Salvador Elizondo) 177
HARRISON BERGERON (Kurt Vonnegut) 179
PRÓLOGO: EL HOMBRE ILUSTRADO (Ray Bradbury) 184
ALEJANDRA POR EJEMPLO (David Jorajuria) 188
UN CUENTO ROSA (Federico Guzmán) 192
EL ORIGEN DE LOS HOSPICIOS (Xavier Velasco) 198
OSCURIDAD (Antón Chejov) 201
ALGO MUY GRAVE VA A PASAR EN ESTE PUEBLO (G. García Márquez) 204
DISCO DE MUERTE (mark twain) 206
LA FLOR MAS GRANDE DEL MUNDO(Jose Saramago) 211
CORDERO ASADO (Roald Dahl) 214
EL SILENCIO DE PATY (Verónica Murguia) 223
LA CORRECCIÓN EN EL LENGUAJE (Juan José Millás) 228
HÉROE DE AUTOBÚS (Enrique Vila-Matas) 229
LA FRONTERA DEL ARTE (Eduardo Galeano) 231
MI VIDA CON LA OLA (Octavio Paz)
Cuando dejé aquel mar, una ola se adelantó entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo saltando. No quise decirle nada, porque me daba pena avergonzarla ante sus compañeras. Además, las miradas coléricas de las mayores me paralizaron.
Cuando llegamos al pueblo, le expliqué que no podía ser, que la vida en la ciudad no era lo que ella pensaba en su ingenuidad de ola que nunca ha salido del mar. Me miro seria: “Su decisión estaba tomada. No podía volver.” Intente dulzura, dureza, ironía. Ella lloró, gritó, acarició, amenazó. Tuve que pedirle perdón. Al día siguiente empezaron mis penas. ¿Cómo subir al tren sin que nos vieran el conductor, los pasajeros, la policía? Es cierto que los reglamentos no dicen nada respecto al transporte de olas en los ferrocarriles, pero esa misma reserva era un indicio de la severidad con que se juzgaría nuestro acto.
Tras de mucho cavilar me presenté en la estación una hora antes de la salida, ocupé mi asiento y, cuando nadie me veía, vacié el depósito de agua para los pasajeros; luego, cuidadosamente, vertí en él a mi amiga.
El primer incidente surgió cuando los niños de un matrimonio vecino declararon su ruidosa sed. Les salí al paso y les prometí refrescos y limonadas. Estaban a punto de aceptar cuando se acercó otra sedienta. Quise invitarla también, pero la mirada de su acompañante me detuvo. La señora tomó un vasito de papel, se acercó al depósito y abrió la llave. Apenas estaba a medio llenar el vaso cuando me interpuse de un salto entre ella y mi amiga. La señora me miró con asombro. Mientras pedía disculpas, uno de los niños volvió abrir el depósito. Lo cerré con violencia.
La señora se llevó el vaso a los labios: -Ay el agua esta salada. El niño le hizo eco. Varios pasajeros se levantaron. El marido llamo al Conductor: -Este individuo echó sal al agua. El Conductor llamo al Inspector: -¿Conque usted echo substancias en el agua? El Inspector llamo al Policía en turno: -¿Conque usted echo veneno al agua? El Policía en turno llamo al Capitán: – ¿Conque usted es el envenenador? El Capitán llamó a tres agentes. Los agentes me llevaron a un vagón solitario, entre las miradas y los cuchicheos de los pasajeros. En la primera estación me bajaron y a empujones me arrastraron a la cárcel. Durante días no se me habló, excepto durante los largos interrogatorios. Cuando contaba mi caso nadie me creía, ni siquiera el carcelero, que movía la cabeza, diciendo: “El asunto es grave, verdaderamente grave. ¿No había querido envenenar a unos niños?”. Una tarde me llevaron ante el Procurador. -Su asunto es difícil -repitió-. Voy a consignarlo al Juez Penal. Así paso un año. Al fin me juzgaron. Como no hubo víctimas, mi condena fue ligera. Al poco tiempo, llego el día de la libertad. El Jefe de la Prisión me llamo: -Bueno, ya está libre. Tuvo suerte. Gracias a que no hubo desgracias. Pero que no se vuelva a repetir, por que la próxima le costara caro… Y me miró la misma mirada seria con que todos me veían.
Esa misma tarde tomé el tren y luego de unas horas de incómodo llegué a México. Tomé un taxi y me dirigí a casa. Al llegar a la puerta de mi departamento oí risas y cantos. Sentí un dolor en el pecho, como el golpe de la ola de la sorpresa cuando la sorpresa nos golpea en pleno pecho: mi amiga estaba allí, cantando y riendo
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