Mis Zapatos

MIS ZAPATOS

Su historia comienza a muy tempranas horas de la mañana, van al baño y se dirigen a la cocina, esquivan pantunflas, clacetines, juguetes… ¡y salen bien librados! Cuando llegan a la cocina, esperan un tiempo mientras mi dueño se prepara un cafecito, luego caminan hacia el patio trasero y lo primero que ven es una mesa llena de herramientas, que identifican con rapidez, su dueño prende el radio y así pueden escuchar con mucha atención las noticias. Cuando se termina el líquido humeante, regresan al interior de la casa y lo primero que hacen es ruido intencional para que las hermosuras de la casa se despierten, y después de escuchar quejidos, logran su cometido.

Ya estando en la cocina nuevamente, lo único que sienten es el frio del refrigerador, el horno de la estufa y las patas de las sillas, se encuentran con unos zapatos diminutos y muy coquetos, que hacen mucho ruido al caminar, luego llegan otros dos pares de zapatos deportivos, muy pequeñitos pero muy ruidosos, que luego de un tiempo, salen disparados hacia la camioneta y se alejan de su vista. Cuando regresan al patio, empiezan a llenarse de aserrín, de tablas, incluso de herramientas que caen accidentalmente de la mesa, escuchan ruidos de aparatos grandes y así sucesivamente transcurre toda la mañana, hasta que llegan los tres pequeños pares de zapatos, para compartir tiempo juntos.

En algunas ocasiones he deseado ir con los zapatos de otra persona, pero al final llego a la conclusión de que no se debe de

fijar si son bonitos o feos en comparación con los demás. Son mis zapatos, y con eso basta, pues al final de cuentas, el mérito o el esfuerzo no lo tienen los zapatos, sino la persona que los lleva, el uso que le das a los zapatos, y los míos están desgastados, no serán los mejores, ni los más bonitos, pero me gustan, son mis zapatos y con eso basta.

Sergio Alberto Apodaca Castro

...