Monólogo Lazarillo De Tormes

¡Oh! ¿Qué será de mí? Lázaro de Tormes, ante las calamidades he intentado actuar bien, pero ¡por Dios! Primero, mi padrastro, al igual que mi padre, es sentenciado por robo, y mi madre ¡Oh Dios, mi madre! Que a su pesar me regaló a un ciego por no poderme mantener ¡Maldita sea toda esta situación!

Ahora bien, no agonizo por la soledad en la que me encuentro, más bien por el odio que me generan los amos que me han empleado últimamente. El ciego, al cual mi madre me regaló, no me alimentaba y abusaba de mi inocencia, pero me cansé e ideé una gran estratagema para poderme deshacer de él. Lo logré, dejándolo a su suerte, golpeado y a la merced de la lluvia. Seguí sin su ayuda. Pronto se me acercó un clérigo, me empleó y me aposentó en su casa, pero al igual que el ciego, falló en alimentarme, obligándome a idear un plan para robar su comida; pero el muy maldito me descubrió robando su pan, y con afán me despidió. Finalmente un escudero de gran talante, un hombre con perfil honorable, se acercó a mí; me dejé llevar por mi parecer y dejé que me empleara; el muy bandido era sólo un pobre mentiroso, no poseía nada y me veía obligado a mantenernos a los dos mendigando migas de pan, hasta que un día nuestra suerte cambió al él escapar de pagar el arriendo de la casa en la que vivíamos. Nuevamente quedé solo, abandonado y sin ayuda alguna. Sólo espero poder salir de esta precaria condición lo antes posible, y librarme de todo este embrollo en el que he sido incluido involuntariamente.

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