Mujer

Con la llegada del Romanticismo, las escritoras encontraron su vía de escape a través de la dignificación de los sentimientos y la exaltación de las emociones sobre la razón. Hasta entonces, el lenguaje pasional había sido ridiculizado y menospreciado pero, gracias a este cambio, las mujeres consiguieron acceder a la literatura. A partir de aquí, estas mujeres, que no tenían otra labor que la de amas de casa, se unen en la lucha por hacerse un lugar en la creación literaria y conseguir proyectar una voz nueva.

En el siglo XVIII, surgió la polémica sobre la igualdad y la diferencia entre sexos. A raíz de ello, se elaboró un discurso crítico de carácter filosófico, acorde con las ideas ilustradas del momento, que consiguió dotar de importancia a la literatura feminista. Sin embargo, esta misma moda que logró favorecerlas también las excluía, pues el siglo XIX diferencia a dos tipos de mujeres: la mujer pecadora y malévola y el ángel del hogar.

La escritora se siente capaz de utilizar este lenguaje romántico, pero a la sociedad le resulta difícil concebirla como la autora de dicho lenguaje. Este lenguaje sentimental no era propio de una autora, sino que los escritores lo empleaban para componer textos sobre la adoración de la mujer. Por una parte, la mujer es objeto de adoración poética pero, por otra, quiere dejar de ser objeto literario para convertirse en sujeto. Muchas de estas autoras utilizaron pseudónimos para ocultar su condición de mujer que les imposibilitaría alcanzar el éxito de cualquier hombre.

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