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PROYECTO DE OBSERVACIÓN Y PRÁCTICA DOCENTE


Enviado por   •  7 de Mayo de 2014  •  1.161 Palabras (5 Páginas)  •  509 Visitas

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“DEVANEOS” (EN HONOR A PAZ) ACERCA DE UN TÉRMINO DISCUTIBLE: LAS PRÁCTICAS ESCOLARES.

…Criterios de otra naturaleza. Éstos, punto final en el texto de Javier, debieran ser, precisamente, nuestro punto de partida. Una Didáctica Crítica no puede conformarse con pensar la escuela desde dentro, ni, mucho menos, desde los limitados enfoques de la teoría pedagógica. No tendría mucho sentido que nos planteáramos el análisis crítico de las prácticas escolares como una roma etnografía (con perdón) acerca de lo que el sujeto-profesor (o profesora) hace en su aula, cómo lo fundamenta, por qué lo hace y cómo podría hacerlo de otra manera para ser más feliz o para hacer más felices a sus semejantes, aunque diferentes, sujetos-alumnos. Por eso vindico, a priori, la idea de que las prácticas escolares deben analizarse en tanto que prácticas sociales y políticas y que los sujetos que las reproducen (reproducimos) son (somos) al mismo tiempo producidos y construidos social e históricamente por ellas como agentes educativos activos de un campo profesional, cuyas razones prácticas, vetustas e inmutables como las “prácticas” a las que informan, aprenden e incorporan a su forma de estar en el aula (y en el mundo), a menudo de manera casi inconsciente (habitus) y, casi siempre, muy a pesar de su “exquisita” formación inicial o de su bienhadada afición a seguir “formándose” científica y didácticamente hablando… Guardianes de la tradición y esclavos de la rutina, en conocida y acertada sentencia de Raimundo.

Las prácticas escolares, efectivamente, constituyen un conjunto de actos con sentido que se desarrollan en el interior (a veces también en el exterior de la escuela aunque mediatizados por la lógica escolarizadora) de la escuela, aunque las razones de su existencia no se encuentran únicamente en el estricto campo de lo educativo. Las prácticas escolares producen al docente como profesional y, al tiempo, lo convierten en reproductor o actor social (según el grado de alienación o inconsciencia con el que se desempeñen) de una serie de pequeños quehaceres con sentido (ir a clase, pasar lista, amonestar, corregir, orientar, aconsejar, preguntar, consolar, escuchar, explicar, adiestrar, instruir, examinar, premiar, castigar, seleccionar, clasificar, controlar, pero también votar, intervenir en un Claustro, tratar con una autoridad educativa, acudir a la reunión del sindicato, leer, ir al CPR, estar en Fedicaria…), merced a los cuales ocupa una determinada posición en el sistema social dentro de la parcela específica del control y del campo simbólico.[1] Las prácticas escolares constituyen una acomodada y cómoda ejecutoria que al tiempo que nos modela y nos con-forma, nos blinda frente a la novedad y el cambio.

Sería interesante en este punto preguntarnos cómo realmente nos socializamos con la profesión, cómo nos formamos como docentes[2] ; dónde aprendemos realmente el sentido de nuestra práctica cotidiana, qué o quién guía y orienta nuestra práctica profesional que, en nuestros centros y de modo casi general, viene produciéndose de forma inveterada e inmemorial. Los historiadores y algunos sociólogos y pedagogos de la educación hablan de “cajas negras”, los más doctos hablan de la “cultura empírica” o de la “gramática” de la escuela…, que poco tiene que ver con la cultura de los científicos (pedagogos) o con lo que regulan los políticos y sus asesores...; los etnógrafos gustan hablar de micropolíticas e incluso de culturas diferenciadas en cada centro… Una vez más se cumple el hecho y el dicho de que cuanto más se habla de una cosa es síntoma de lo poco que se conoce acerca de ella. En efecto, conocemos muy poco de las prácticas escolares, de su dimensión sociopolítica

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