Parte De Los añ

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jes y esto le cuesta la crítica y el rechazo de la academia, lo que lo lleva a renunciar a sus estudios y a la sociología. El estilo que adopta el texto es entonces más cercano a lo literario gracias al color de los relatos de los protagonistas.

Estas historias contadas en la voz de los personajes nos permiten pensar el pasado desde perspectivas particulares y a la vez comprender ese fenómeno que hoy en día se repite en el nombre de otros actores. Cabe señalar que los personajes narradores de sus historias pertenecen a uno de los partidos, liberal o conservador o bien se movieron en ambos; en este sentido, podemos decir que Molano recoge no una sino diversas perspectivas, pensando no desde la polarización sino desde las visiones de unos personajes envueltos en situaciones que los llevaron por uno u otro camino, con referencias comunes como el asesinato de Gaitán o la masacre de Betania en 1949 y con personajes comunes para la historia colombiana como es el caso de León María y El Chimbilá.

El primer narrador es El Maestro, conservador que incluye en su narración la historia de León María y su relación con Rojas Pinilla, y que habla de cómo la violencia iba haciendo más violencia a causa de la venganza. Se perfilan así la red de relaciones entre los chulavitas, los pájaros, la policía y el gobierno, que con su accionar empujan al surgimiento de guerrillas liberales. El segundo narrador es José Amador, liberal, que con su historia evidencia el constante desplazamiento producto de la violencia que hace al personaje deambular de un lugar a otro y cambiar constantemente de oficio; ese deambular le permite reconstruir la manera en que vio llegar la violencia a los diferentes lugares en que vivió: Rovira, Ibagué, Palmira, Buga, Tuluá, Betania…

Efraín Barón, conservador, también da cuenta del desplazamiento producto de la violencia y señala cómo ésta “nunca estalló así como estalla un taco de dinamita en un barranco”, sino que fue “cayendo despacito, fue haciendo nud

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os, fue amarrando a la gente sin que se diera cuenta. Comenzó a caer por la noche y cuando despertamos estaba metida en medio de nosotros, manejando las cuerdas…” (60) El de Ana Julia es un relato extenso que inicia en Miravalles y termina en San Antonio, narra las múltiples escenas violentas de las que fue testigo contra familias enteras, a la par que cuenta su peregrinaje con su esposo e hijos con la violencia pisándole los talones, que la obliga a separarse de su esposo y a vivir historias separadas; en palabras del personaje: “el hombre en su lucha y yo en la mía. Algún día, Dios mediante, nos volveremos a encontrar”, y efectivamente, su relato termina con el reencuentro con su esposo: “El hombre llegó una tarde a Canoas. No quiso hablar nada. Me saludó y me pidió comida.

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