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Primer Capitulo De Cipotes Ramon Amaya Amador


Enviado por   •  19 de Mayo de 2015  •  1.731 Palabras (7 Páginas)  •  2.615 Visitas

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Cipotes

Cipotes

Autor:

Amaya Amador, Ramón.

Genero

Novela.

Personajes principales.

Folofo, su madre Natalia y su hermana Catica Cueto. Sus amigos, compañeros de trabajo e infortunio,Miguelito, Lalo, Popoyo, Cara de hacha, Fierabras .y otros mas.

Personajes Secundarios. La Familia Pino, Mónica, Ña-panchita, y demás vendedoras del mercado. Lencho Castro y su novia. Vecinos delbarrio.

Bibliografía

H863, Amaya Amador, Ramón. ¨¨Cipotes´¨, 28ª. Ed-Tegucigalpa. Impresa y hecha en Honduras en ´¨Impresiones Litografía Lopez¨´ 253pag., 29 Cap.

Pie de Imprenta:

Tegucigalpa:Ramón Amaya Amador. 1999. HN. 17a ed.

Temática.

Ramón Amaya Amador, prolifero escritor de la literatura hondureña, escribe esta obra en 1963, cuando se encuentra en el exilio en Praga, apoyándoseen material de investigación recopilado en honduras cuando trabajaba en la redacción del diario el Cronista, en general sus obras están impregnadas de un realismo impresionante con las vivenciaspropias y de otros, que se desarrollan en el contexto social en el que el se desenvuelve. Ramón Amaya Amador, era un periodista, cuentista y escritor con ideas socialistas y no apoyaba el sistema degobierno de esa época, por lo tanto sus novelas también están impregnadas de una fuerte critica a las políticas de su época, pero en Cipotes si bien es cierto esta de fondo como tema secundario y que alfinal viene a manifestarse como una respuesta a la situación que vivían estas niños, su principal mensaje fue mostrarnos a las generaciones futuras la situación social de esa época, para quereflexionáramos y buscáramos los cambios sociales necesarios que invirtieran esa política donde solo los mas aptos sobreviven.

En la novela Cipotes, el autor narra en forma sencilla, coloquial y al mismo tiempodescriptiva la estructura de una sociedad con costumbres todavía semi-feudales y el surgimiento de nuevos cambios y conflictos sociales que permanecen vigentes desde esa época hasta nuestros días....

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Cipotes primer capitulo

¡Ahora a la panza, Pachán!

– ¡Otro sopapo a la trompa, Folofo!

– ¡Metele las patas, inútil!

– ¡Tan grandote, Pachán, y tan la reata!

– ¡Noquealo, Folofo! ¿Qué esperás, majadero?

Son gritos acompañados de expresivos gestos de los muchachos lustrabotas que, haciendo rueda, presencian y animan a dos chicos empeñados en brava y dura pelea a puñetazos, puntapiés y mordiscos.

Numerosos mozalbetes de la ciudad se agrupan frente a la estatua ecuestre del General Francisco Morazán, en ese atardecer de otoño. Ríen, animan, azuzan, lanzan palabras chabacanas, gritan. Entre ellos se han formado dos bandos: pro-Pachán y pro-Folofo. Hay también adultos. Los transeúntes han detenido el paso para presenciar la riña entre los dos niños descalzos, que, resoplando como toros, se agreden sin piedad, pero dando ya demostraciones de cansancio.

– ¡Cipotes tan garañones! –exclama un señor vestido de casimir, mientras despliega una sonrisa admirativa.

– Pelean con todo: hasta con los dientes –dice otro individuo que tranquilamente fuma un puro demostrando complacencia por el espectáculo. Sólo al verle el rostro podría cualquiera adivinar que ese regordete señor que ha detenido su marcha es un aficionado a las peleas de boxeo, las corridas de toros o las riñas de gallos.

– ¡Mordele la oreja, Pachán! –Grita un niño moreno, de ojos inquietos y ropas remendadas.- ¡Arrancale un pedazo!

– ¡No! ¡Si ya Pachán no puede ni estar parado!

– ¡Folofo: una zancadilla! –aconseja uno de sus partidarios.

Ahora los dos ruedan por el pavimento. Folofo siguió el consejo y por ello están rodando entrelazados en una riña que parece de hombres por la rudeza. A veces se oye un ¡ay! o una palabra cortante de alguno de los lidiadores. Nadie interviene. Poyoyo, Fierabrás, Cara-de-hacha y otros muchachos mayores gozan presenciando. No hay tampoco un policía que se aproxime. Muchos son los lustrabotas y canillitas que hacen rueda, aunque van perdiendo el entusiasmo al notar que la pelea llega a su fin por el agotamiento de los rivales.

– ¡Ya está bien tanto relajo! ¡Dejen de pelear, carajitos!

Un hombre joven, en mangas de camisa, se abre paso entre los espectadores y, tomando con fuerza a cada contendor, los separa e incorpora.

– ¡A la policía los voy a llevar por escandalosos! –amenaza el intruso, que es un chofer de taxi con estacionamiento en el parque.

Los lustrabotas no protestan por la intervención y rodean a Pachán y Folofo, los que muestran rasguños y moretes en sus rostros sudorosos. El hombre del puro, único descontento con el chofer, siguiendo su camino, murmura:

– Hay que dejarlos que se atraquen: así se hacen hombres.

– Si fueran hijos suyos no diría lo mismo –le increpa, retador, el chofer de puños macizos; y, alejándose también, en voz alta, dice:- son los grandes los que los echan a pelear. ¡Carajitos!

– ¡No, no-no-no! –refuta, tartamudeando, un chico descalzo que lleva en la diestra una caja de lustrar zapatos y la sucia camisa desabotonada. –Fu-fu-fue Pachán que le qui-qui-quiso pegar al jo-jo-jo-jorobadito.

El chofer se aleja, sin replicar, hacia uno de los automóviles de servicio que permanecen estacionados en el sector norte del parque. Los dos reñidores están arreglándose los vestidos rotos y limpiándose el sudor con las faldas de la camisa. Ha pasado la prueba de hombría y no tienen deseos de continuar peleando. Pachán y

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