Principios De Literatura Comparada Alejandro Cioranescu, ULL, 1964
Enviado por Sarita7511 • 1 de Enero de 2013 • 441 Palabras (2 Páginas) • 600 Visitas
El estudio de las traducciones parece el más fácilmente asequible para el investigador
principiante. Nada más simple que coger una buena bibliografía nacional, la española por ejemplo,
e ir fichando todas las traducciones impresas, e incluso las manuscritas, de Moliere. El
resultado será una bibliografía de las traducciones de Moliere al español, cuya utilidad es
innegable. Pero debemos añadir en seguida que un trabajo de esta clase sólo merece el calificativo
de comparatista por sorpresa. En realidad, incluso si va acompañado de comentarios más o
menos literarios, es un simple trabajo de bibliografía: y es sabido que todos los trabajos de
bibliografía son útiles, comenzando por los malos.
Para el comparatista, la formación de la bibliografía es fundamental, pero sólo forma el ABC del
arte: todo lo importante viene después. La tarea del comparatista consiste en determinar el interés
y la significación de la traducción, teniendo en cuenta su coincidencia con una moda o su opo sición
a la misma, el interés generalizado o la afición singular, el compromiso cultural o profesional, la
congenialidad o la oposición del traductor a su autor; en analizar los procedimientos del traductor,
sus conocimientos de lengua y de ambientación general, sus problemas y sus soluciones, su soltura
y su fidelidad, su servilismo y su personalidad, la significación de los matices que añade y la
explicación histórica y cultural de su enfoque y de su interpretación, en fin, en estudiar en
conjunto el resultado del encuentro de dos personalidades y, a través de ellas, de dos culturas diferentes,
y la nueva resonancia adquirida por la obra original en su nueva forma
desnacionalizada. Todo ello no es fácil, no se ha hecho a menudo con tanta amplitud de
criterio; también es preciso añadir que una pauta tan completa no será igualmente útil en todos
los casos.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que el estudio de las traducciones es un capítulo de
la literatura comparada injustamente considerado como de importancia secundaria; y que sus
resultados a menudo son sumamente aleccionadores para la mentalidad artística de un época o
de un país. Bastará recordar lugares comunes tales como el conocido "traduttore traditore", que
debería glosarse en cada trabajo de esta clase; o la opinión de Madame de Staél (1816), idéntica a
la de Du Bellay (1549), de que "no hay más eminente servicio que se pueda hacer a la
literatura", que el de enriquecerla por medio de traducciones; o la confesión de Goethe, de que la
traducción de su Faust por Gérard de Nerval le había ayudado a comprenderse a sí mismo; o, más
cerca de nosotros, el modo en que Croce habla de "la
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