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ROJAS HERAZO Y LA INTERMINABLE TENSIÓN ENTRE EL HOMBRE Y LA TRANSCENDENCIA


Enviado por   •  15 de Junio de 2014  •  1.434 Palabras (6 Páginas)  •  193 Visitas

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ROJAS HERAZO Y LA INTERMINABLE TENSIÓN ENTRE EL HOMBRE Y LA TRANSCENDENCIA

En el campo de la poesía colombiana, hablar de Héctor Rojas Herazo es hacer referencia a una ruptura transcendental, en cuanto a la manera como se concibe la poesía y el hombre, todo esto abordado a través del arquetipo de la caída. Porque es en la poesía de Rojas, donde se encuentran reflejados los diferentes momentos que acompañan a este acto mítico; la soledad del hombre, la consciencia de su existencia y mortalidad, así como también la inacabable tensión entre él y aquello que le ha sido negado. Este ultimo tópico, se puede apreciar de manera clara en su poemario Agresión de las formas contra el ángel (1961), el cual encarna una actitud desafiante, erigiéndose como una lucha del hombre, su materialidad y mortalidad, contra todo aquello que representa la figura del ángel; transcendencia, inmortalidad y pureza.

El hombre de rojas es un ser que se erige en su propia desgracia, que se reafirma en su más grande castigo y debilidad, su mortalidad. Es alguien que no teme mostrar lo que es en verdad, un cuerpo que suda, que excreta, que es sangre y vísceras, pudrición y descomposición, teniendo así más semejanza con el ángel caído que con aquellos que lo observan desde los cielos. En este aspecto, el poema La sed de la espada es un representación fiel de la batalla que el yo lirico sostiene con aquellos que están embestidos con la gracia de Dios.

Es hora –¡al fin!– de agredir tu sonrisa,

De romper, en tu vuelo

Un sosiego y un orden que lastiman el mundo.

A tus alas opongo el racimo, la lágrima y el hueso

A tu candor, el espesor de un deseo

A ti levitado,

Un vientre con la carga de un hijo

Y dos bocas urdiendo su contacto en un beso

A tu tiempo sin bordes, la muerte

–la mía, la de todos–

A tu ser transparente

La certeza y el bulto de todo lo que existe

Esto es sudor y vida que discurre…

La agresión del hombre hacia el ángel es, como señalaba anteriormente, una rebeldía que se sustenta en la reafirmación de su precariedad. A la figura pura del ángel el yo lirico opone su propia interioridad, “lagrimas”, “hueso”, “sudor”, fluidos que se mezclan como fruto de un deseo que él nunca habrá de conocer por ser pureza e inocencia en su forma más sagrada. Contra su inmortalidad y transcendencia en el pasar el tiempo, el hombre presenta su muerte, que es la de todos, que al igual que él están condenados, pero que encuentra una luz de transcendencia en el fruto de su continua descendencia; en sus hijos y los hijos de sus hijos, que se convierten en su legado “A ti levitado/un vientre con la carga de un hijo…”

Otro de los poemas donde mejor se demuestra esta tensión es en La noche de Jacob, en el cual el hablante lirico arremete nuevamente contra el ángel y toda su divinidad, “Estás entre el hombre y Dios/ Y las formas estallan se retuercen/ Te revelan fronteras que rechazan tu vuelo/ ¡Oh tú, mimado por el delirio y el lujo de la luz,/ vaporoso y flotante”(P.13). Pero esta vez, más que su cuerpo, el hombre convoca todo aquello que guarda una estrecha relación con él, con su sangre y sus entrañas.

Venid oscuros, líquenes olvidados

Las falanges del óxido

Los míos, los de atrás,

Los que hicieron al hombre

Los que afianzaron el corcel en el casco

Y la casa en la piedra,

Los que sostuvieron en vilo la humedad de la noche

Y confundieron en el alba,

El rocío con el ojo, la yerba con la sangre,

el aire con el cuerpo y el lodo con la rosa

Os llamo os invoco

Pero para comprender mejor este poema habría que señalar su intertextualidad con un pasaje de la biblia en el cual Jacob tiene en un sueño un enfrentamiento con Dios (Génesis 32, 25-33). En este pasaje se narra cómo Jacob, estuvo luchando durante toda la noche con una figura, que con solo tocarle la articulación femoral logra dislocarle la pierna, pero Jacob no lo suelta hasta que no le haya dado la bendición, es ahí cuando el ángel, le imparte su bendición, llamándolo Israel “porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres, y le has vencido”. Contrario a este relato, en el poema de La noche de Jacob, el hombre no lucha contra Dios por una bendición sino por el contrario, por mostrar

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