SETENTA VECES SIETE
Enviado por lunita76 • 13 de Septiembre de 2011 • 9.719 Palabras (39 Páginas) • 973 Visitas
Setenta
Veces Siete
Reconciliación en
Nuestra Sociedad
Por
Johann Christoph Ar nold
Tr aducido por
Juan Segarr a Palmer y Luz Berr íos
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Título del original: Seventy Times Seven: The Power of Forgiveness
Traducido del inglés por Juan Segarra Palmer y Luz Berríos
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a mi esp osa, verena,
sin cuyo afectuoso apoyo
no podría haber escrito ninguno de mis libros.
agradecimientos
haria falta más de una página para nombrar a cada uno de los que
contribuyeron a la publicación de este libro. Muchos colaboraron en él,
desde los que pasaron a la computadora el primer borrador hasta los que
hicieron la composición final y diseñaron la portada. Les doy las gracias
a cada una de ellos.
A Piri Thomas y su esposa Suzanne Dod Thomas doy mis sinceras
gracias cuya Introducción da realce a esta pequeña obra; y al Dr. Manuel
Soto Viera por su valioso aporte en lo que atañe a gramática y sintaxis
del idioma español.
Muchos me dieron valiosos consejos mientras trabajaba en el manuscrito.
Quisiera especialmente dar las gracias a Sor Ann LaForest, cuyas
críticas sagaces han ayudado a dar forma a todos mis libros; al P. Benedict
Groeschel, cuyo entusiasmo y amistad me han alentado a seguir
escribiendo.
Además debo agradecer a todas aquellas personas que me permitieron
usar sus relatos personales, con los cuales este libro ha adquirido
una irresistible dimensión personal. En algunos casos se usaron nombres
ficticios para proteger la identidad de los contribuyentes.
Índice
agradecimientos v
Introducción x
¿se puede perdonar a semejante hombre? 1
resentimiento y amargura 4
el perdón en la vida diaria 9
el perdón en el matrimonio 25
perdonar cuando no hay reconciliación 33
padres abusivos 39
venciendo al odio con el amor 49
el perdón ante el prejuicio 62
“bendigan a los que les persiguen” 75
perdonar a dios 87
perdonarnos a nosotros mismos 93
el perdón a través de la confesión 102
el perdón y la comunidad 109
“yo hago nuevas todas las cosas” 116
acerca del autor 120
Introducción
cuando me pidieron que escribiera la introducción al libro “Setenta
veces siete”, cuyo tema es la potencia del perdón, pensé acerca del tema,
permitiendo que la mente se me volviera a los años 40 y 50, a los “guetos”
de Nueva York, donde la violencia era y sigue siendo parte de la vida.
Son tantas las veces que he oído a alguien decir: “OK, OK, te perdono,
pero jamás lo olvidaré”, o negarse del todo a perdonar.
Yo he sido uno de los innumerables que han hecho esa misma promesa
amargada. Recuerdo el trauma doloroso que sufrí cuando murió mi
madre, Dolores. Ella tenía 34 años, yo 17. Le tenía rabia a Dios por no
haber dejado a mi madre con vida, y me negué a perdonar a Dios por
haber sido tan desconsiderado. Al pasar el tiempo, le perdoné a Dios,
pero por muchísimo tiempo no pude olvidar, pues todavía ardía en mi
corazón un gran dolor.
A los 22 años de edad me envolví en una serie de robos armados con
tres otros hombres. Al cometer el último robo armado, hubo un tiroteo
con la policía. Fui herido por uno de los agentes, y a mi vez lo herí a él.
El policía se recuperó; de lo contrario, yo no estaría escribiendo estas
líneas, pues hubiera sido ejecutado en la silla eléctrica del presidio de
Sing Sing.
Mientras me recuperaba en el Hospital Bellevue, en el piso de los
presos, uno de los tres bandidos, llamado Ángelo, le contó todo al fiscal
a cambio de clemencia. Ángelo era como un hermano mío; ambos nos
viii
Setenta Veces Siete
introducción
habíamos criado en la misma cuadra de la calle 104. Cuando los policías
de la comisaría número 23 lo amenazaron con darle una paliza tal que
su propia madre no lo iba a reconocer, Ángelo me delató por mi parte
en previos robos cometidos sin armas. Se había quedado callado lo más
que pudo, pero al fin se le derramaron las palabras y contó a los policías
lo que era y lo que no era.
Cuando me dieron de baja del Hospital Bellevue, me encarcelaron en
las Tumbas de Manhattan, en Center Street 100, para esperar mi juicio.
Supe que todo lo que Ángelo había confesado me lo echaron encima a mí.
Total, para acortar un cuento largo, en el 1950, nueve meses más tarde,
me dieron dos sentencias: una de cinco a diez y otra de cinco a quince
años, a labor dura, a cumplirse concurrentemente, primero en Sing Sing
y después en Comstock (Institución Correccional “Great Meadows”).
De vez en cuando, a través de los años, me enfurecía con Ángel y su
traición que me había dejado con dos órdenes de detención pendientes
por robo armado en el Bronx. De noche en mi celda, fantaseaba acerca
de las formas en que iba a matar a Ángelo, o por lo menos apalearlo
hasta que me implorara que lo mate. En la calle, habíamos sido como
hermanos, y yo lo había querido a él como tal. Pero ahora, en la prisión,
le tenía odio; lo único que quería era vengarme por lo que me había
hecho. En verdad, a través de los años luché contra esos sentimientos
asesinos; hasta solía orar para quitarme esos pensamientos violentos de
la mente. A veces me olvidaba de Ángelo por largo tiempo, pero cuando
menos lo esperaba, el recuerdo
...