ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Taller de redacción


Enviado por   •  8 de Junio de 2024  •  Tarea  •  9.858 Palabras (40 Páginas)  •  20 Visitas

Página 1 de 40

La respiración era profunda, agitada, fuerte y de a ratos se cortaba. El pecho le ardía, como si se estuviera incendiando por completo. Agonizaba de tanto dolor, pero no podía parar. Pasos apresurados se aproximaban en toda el área y él tenía que correr más rápido. Más y más. El reloj no paraba de marcar los segundos. La luna brillaba en lo alto de su cabeza, no lo guiaba hacia la salida, lo estaba acorralando. Tan grande, tan cegadora, tan pronto se detuvo sobre su cabeza; se tornó roja. Lágrimas de miedo caían mientras en un susurro gritaba por ayuda. El vacío de la noche ahogaba su pavor de morir en manos de aquella persona.

El bosque le parecía cada vez más chico, los árboles parecían querer atraparlo con sus enormes ramas. Los animales estaban entre las penumbras acechando a la presa. Él era la presa. Y corría para salvar su pellejo. El reloj seguía marcando los segundos, tik tok tik tok. Se podía escuchar claro y fuerte al igual que sus pisadas. Más y más rápido.

No podía gritar fuerte, sentía que se ahogaba, que moría de tanto arder, sentía que era cortado por el filo del viento; frío y cruel que le penetraba hasta el alma. Lágrimas y más lágrimas que se perdían entre las hojas secas del bosque.

Cae, pues no llega a ver el tronco sobresalido y cae. Cae tan profundo, a un pozo sin salida. Y sigue cayendo, ramas se mezclan con él, la sangre empieza a brotar a prisa y nuevas heridas dan paso a otras quemaduras. Y grita, grita tan fuerte. Del miedo, del dolor, del agonizante terror al saber que lo último que verá será la luna roja llorando por otra tragedia. O a esa persona que sonríe con sorna y avanza despacio, pues sabe que el tiempo está a su favor.

Tik tok, tik tok. ¿Por qué hay un espejo en la habitación?

Cuando termina de caer por el barranco queda inmóvil. Mirando al cielo y dejándose llevar por el silencio y la penumbra del lugar. Quiere llorar, pero las lágrimas se cansaron de suplicarle a Dios. Se rinde, o al menos eso es lo que deja ver. Su respiración sigue agitada y su corazón está como si luchara por salir. No habla, no observa, de pronto solo comienza a escuchar.

Nada. Un reloj, tik tok tik tok. Pero no es un reloj, no. No es nada. Tik tok tik tok. Son pasos, uno dos, uno dos, son muchos pasos.

Nada. Silencio.

¿Por qué no se escucha nada? ¿Dónde está? ¿¡Donde está!?

Quiere correr, aún está a tiempo. Pero no puede, no puede. ¡No puede! Se ha quedado paralítico. Las ramas lo empiezan a envolver y quiere pedir ayuda. Pero ya es tarde. ¿Verdad? Ya es tarde para volver al inicio. ¿¡Verdad!? ¿Por qué no puede regresar? ¿Qué oculta?

Más pasos, cada vez más fuerte. Está viniendo. ¡Está cerca! Lo puedo ver, lo puede ver. ¿Lo ve? Está aquí. ¡Él está aquí!

Su risa, su risa de niño inocente. Esa escalofriante risa retumba en sus oídos y quiere gritar fuerte. Desgarrar su garganta hasta hacerla sangrar. Su risa, esa risa. No la puede escuchar. No la tiene que escuchar. Porque sería su fin. Oh, este es su fin. ¿Cierto?

No lo ve, no ve nada. Porque su rostro se volvió distorsionado. Y otra vez ese maldito reloj. Tik tok tik tok. ¿¡Quién es!? ¿Qué son esas luces, esas voces, quiénes son ellos?

¿Quién soy yo y por qué maté a mi amigo?

¿Lo mató?

- ¡Yo no fui! - Gritó furioso, lágrimas pequeñas en cada esquina de sus ojos - Deben creerme, yo no maté a... No lo hice. ¡No lo hice!

- ¿No lo hiciste? Pero estuviste ahí, ¿verdad?

James tomó aire mientras restregaba sus manos en sus ojos. Odiaba llorar. No podía soportar toda la situación en la que estaba sometido. Miró con odio hacia el detective Fothen quien permanecía impune ante sus ataques de ira. No quería estar allí, estaba cansado, sucio, con hambre y ni siquiera sabía qué hora era o en qué día de la semana estaban. Estaba perdido y no sabía por qué, no sabía cuándo se perdió.

El reloj seguía avanzando, pero no podía leerlo. No podía más que escucharlo y estaba lejos de esa habitación. O estaba cerca y él no se daba cuenta. Estaba perdido. James se perdió aquella noche, cuando su amigo murió.

- Conteste James Ivanov, ¿Qué hacía en esa casa pasada la madrugada del jueves 14 de octubre?

- Festejaba mi cumpleaños número veintitrés.

Fothen observó el expediente del muchacho y la fecha figuraba otro día. Volvió a mirarlo con recelo y juntó sus manos, acercándose más al sospechoso.

- Tu cumpleaños ya había pasado James. ¿Dónde estaban los demás?

- ¿Quiénes? - Sus ojos se volvieron nerviosos.

- Ya sabes de quiénes hablo. De ellos - Nehemías Fothen agudizó su vista, notando como los nervios comenzaban a apoderarse de James - Jacob, Gael...

- Cállese.

- Thomas.

- ¡Cállese!

[pic 1]

Primavera había llegado y aunque aún se podía sentir el fresco viento, el sol daba suficiente calor como para que Thomas pudiera andar en camiseta sin problemas. Sin embargo, Thomas llevaba un largo tapador color mostaza oscuro y una boina gris. No tenía calor, para él la primavera había dejado de existir. Se había dejado sumergir entre las hojas rojas y marrones, en aquel otoño pintoresco pero gris. Muchas tonalidades en gris y negro. No había blanco, por más que el gris es una pequeña aproximación a ese color. No había blanco porque Thomas no podía ver la luz. Aun así, le gustaba ver cómo todo a su al rededor perdía color y vida. Ya no tenía sentido ver la vida frente a sus ojos. Era su castigo, su pecado más culposo, el enterrar cada ser viviente dentro de una pequeña caja cobriza y desgastada.

Dejó escapar un largo y pesado suspiro, sacando cualquier pesadez de su cuerpo; pero no logró sentirse aliviado. Todavía seguían aquellos tormentos, esa culpa enorme que apuñalaba su alma sin piedad. Seguía sangrando ahí en lo profundo de su corazón, latiendo a penas para sobrevivir. Volvió a suspirar.

Del cajón de su escritorio logra sacar un montón de papeles color crema y uno de sus tantos biromes negros. Mira hacia su costado derecho, donde se haya la ventana semi abierta. Afuera apenas estaban en mediodía, pero él sentía que estaban de noche. Aún tenía la misma ropa de aquella noche oscura y tormentosa, apenas puede recolectar varios fragmentos dispersos en una esquina de su mente. Todo está tan distorsionado. Siente miedo.

Con el pulso temblante comienza a escribir otra de sus muchas cartas dirigidas a su único amigo, a su único amor no pronunciado. Reúne fuerzas para no derramar ninguna lágrima, aunque falla en el primer párrafo. Está aterrado, perdido, la culpa lo terminará matando y quiere escapar. Escapar de ese tormento, de su pecado.

Pero nadie puede escapar del pecado. El Diablo se ríe de aquellos que creen que son limpiados en espíritu y alma. Y él también deja escapar una pequeña risilla antes de seguir escribiendo.

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (56 Kb) pdf (183 Kb) docx (303 Kb)
Leer 39 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com