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Tomas Gomez


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2013  •  1.339 Palabras (6 Páginas)  •  309 Visitas

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Tomas Gómez, habitante principal de Marte, cuarto planeta ubicado después del sol , se detiene en una bomba de gasolina, empieza teniendo una conversación con el bombero a el cual le exclama “ se sentirá usted bastante solo” a lo que el “viejo” le responde “ no me quejo”, le dice, te gusta Marte? Y el “viejo” le responde, que si, pues siempre hay algo nuevo en que pensar, decidí no esperar nada, no sorprenderse por nada... Le habla del tiempo, que lo divierte mucho, el calor y el frio de mil demonios , le comento que un viejo necesita una vida diferente, buscare un sitio donde todo me divierta, ahora estoy aquí en esta bomba, pero si todo marcha bien, me instalaré en una vieja carretera menos bulliciosa, Tomas le comenta, que ha estado dos semanas trabajando, tiene dos días libres e irá a una fiesta, y el “viejo” dice: ya nada me sorprende, miro y observo y si no se acepta a Marte como es puede volverse a la tierra.. Le comento muchas cosas que en el sitio antes nombrado eran raros, pero siempre estoy alegre y animado. Marte se describe en un calidoscopio, “trocitos de vidrio o de tela de muchos color que se levanta hacia la luz y se mira y se queda uno sin aliento” finaliza la conversación, y el viejo le dice, es un dólar cincuenta, gracias y buenas noches.

Tomas, continúo su camino, ya al cabo de una hora, manejando sin detenerse, sin encontrar ningún automóvil, era una carretera muy solitaria, y sólo se oía el zumbido del motor. Marte era un mundo silencioso, pero aquella noche el silencio era mayor que nunca, hablaba del tiempo, ¿Qué era el tiempo? la nieve que cae calladamente en una habitación oscura, a una película muda en un cine muy viejo, a cien millones de rostros que descienden como esos globitos de Año Nuevo, que descienden y descienden en la nada, eso era el tiempo, su sonido, su olor.

Estaba entrando en una aldea marciana, abandonada y lo que observo fueron, ruinas abandonas desde hace siglos, en perfecto estado, viejas, pero perfectas.

Siguió el camino, avanzo algo mas de un kilometro, y se detuvo nuevamente , dejó la camioneta y echó a andar llevando la bolsa de comestibles en la mano, hacia una loma desde donde aún se veía la aldea polvorienta, se sirvió una taza de café, y la noche ya era hermosa.

Unos minutos después, escucho un ruido, unos murmullos, entre las colinas de la montaña .. Tomas se volvió lentamente con la taza de café en la mano derecha, Al observar que era, se dio cuenta que estaba ahí una maquina de color verde jade una mantis religiosa que saltaba suavemente en el aire frío de la noche, con diamantes verdes que parpadeaban sobre su cuerpo, indistintos, innumerables, y rubíes que centelleaban con ojos multifacéticos. Sus seis patas se posaron en la antigua carretera, como las últimas gotas de una lluvia, y desde el lomo de la máquina un marciano de ojos de oro fundido miró a Tomás como si mirara el fondo de un pozo, Tomas automáticamente, peso en decirle ¡Hola!, aunque no movió los labios, porque el siempre en la tierra, había usado como defensa, su sonrisa, era su única arma lo que lo acompañaba, pero en ese momento nunca le falto un cierto temor le oprimía el pecho.

En ese momento, ambos cruzaron miradas y Tomás dio el primer paso.

¡Hola! –grito, contesto el marciano en su propio idioma, no se entendieron, ¿Has dicho hola? dijeron los dos, ¿Qué has dicho? preguntaron, cada uno en su lengua, Los dos fruncieron el ceño (entre cejas), ¿Quién eres? ( who you are?) dijo Tomás en inglés ¿Qué haces aquí? dijo el otro en marciano, ¿A dónde vas? dijeron los dos al mismo tiempo, confundidos, entonces Tomas se presento y le dijo “Yo soy Tomás Gómez” y le responde rápidamente el marciano, “Yo soy Muhe Ca”.

Entonces, en ese momento, Tomas siente

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