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LIBRE PENSAMIENTO Y LAICIDAD – PRESUPUESTOS FILOSÓFICOS


Enviado por   •  17 de Junio de 2020  •  Ensayo  •  1.623 Palabras (7 Páginas)  •  106 Visitas

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1-5-2020

LIBREPENSAMIENTO Y LAICIDAD – PRESUPUESTOS FILOSÓFICOS. Gerardo Galetto

Podríamos abordar el librepensamiento desde distintos puntos de vista (es lo que hacemos en esta cátedra durante el cuatrimestre). Yo quiero relacionarlo con el fenómeno (o categoría sociopolítica, si se quiere) de la laicidad. A partir de determinados presupuestos filosóficos, quiero mostrar la relación lógica entre ambos conceptos.

El librepensamiento es un método, es decir, una manera de conducir el pensamiento y por ende la acción en todos los dominios de la vida individual y social. El método se caracteriza no por la afirmación de ciertas verdades particulares sino por una obligación de buscar la verdad de cualquier orden que sea, únicamente por los medios naturales de la inteligencia y la experiencia (F. Buisson, presidente de la Asociación Nacional de Librepensadores de Francia, 1904). El librepensamiento acompañó a la filosofía desde su nacimiento, pero se transformó en un valor socialmente aceptado y difundido especialmente a partir de la Ilustración (siglo XVII) Kant sintetizó el espíritu de este movimiento con la consigna: “atrévete a pensar por ti mismo”. También sostiene que “es la salida del hombre de su condición de menor de edad”. La Ilustración se caracterizó por: el cultivo de la autonomía personal, la finalidad terrena de las acciones humanas, y la universalidad de los derechos basados en la humanidad común (Todorov, cap 1). De aquí se sigue lógicamente que las cuestiones comunes se tienen que basar en motivos compartidos por todos los ciudadanos, independientemente de su religión: la política debe ser laica, no confesional. Suele ser una constante: quienes rechazan la laicidad, casi siempre son anti-ilustración.

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Otra aproximación filosófica a la relación entre librepensamiento y laicidad es la diferencia entre conocer, creer y opinar.

¿Qué es el conocimiento? Podríamos tomar como punto de partida la siguiente definición: el conocimiento es una creencia verdadera racionalmente justificada. Esta definición provisoria se remonta a Platón, y consta de tres elementos: la creencia, la verdad, la justificación racional. La creencia es un estado interior relacionado con la voluntad: es un acto de asentimiento otorgado a una proposición por motivos ajenos a la proposición misma.  Supongamos que un amigo de confianza me dice acerca de su socia, a quien no conozco: “Marisa estuvo en España el año pasado”. Yo acepto lo que me dice (presto mi asentimiento a la proposición) porque es mi amigo, no porque haya nada en el enunciado (“Marisa estuvo en España…”) que me obligue a aceptarlo. Le creo, confío; este es el motivo de mi “asentimiento”. En cambio, el enunciado “la suma de los ángulos de un triángulo es igual a 180 grados” lo acepto por la fuerza lógica del enunciado mismo: independientemente de cualquier otro motivo externo (no importa si el que me lo dice es amigo o no, o si el enunciado me gusta, o me conviene…por su propia naturaleza “fuerza” a mi razón que no tiene más remedio que aceptarlo: es evidente)

Supongamos ahora que Juan está a punto de ejecutar un embargo a un deudor crónico, y éste le pide un tiempo de gracia: “el mes próximo cancelaré la deuda”. Juan no ejecuta el embargo: le creyó. ¿por qué? No lo sabemos, tal vez porque le pareció sincero, tal vez porque le han contado que el hombre honró sus compromisos con otros acreedores a pesar de sus dificultades económicas, o simplemente porque le hace bien pensar que la gente finalmente cumple con sus obligaciones… Los motivos pueden ser muchos, pero ciertamente no dependen del enunciado “el mes próximo cancelaré la deuda”.

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Una creencia puede ser verdadera o falsa. En el caso anterior, por ejemplo, si Marisa efectivamente estuvo en España el año pasado, mi creencia resultó ser verdadera. Puede pasar que mi amigo se confundió de fecha, Marisa estuvo en España, pero hace 5 años… en ese caso, mi creencia resultó falsa.  Si el deudor de Juan efectivamente cancela su deuda al mes siguiente, entonces la creencia de Juan resultó verdadera. Si no lo hace, resultó ser falsa. Pero aun cuando resulte verdadera, una creencia no es “conocimiento” si no puedo ofrecer una explicación racional de los caminos por los cuales acepto la verdad de determinados enunciados. Supongamos que Juan está convencido de que mañana ganará la lotería. Supongamos que efectivamente eso sucede. Si Juan no puede ofrecer razones de su pálpito, entonces Juan “creía” que ganaría, pero no lo “sabía” aunque efectivamente haya tenido razón. Sólo hay “saber” o “conocimiento” cuando además de verdad, hay argumentaciones racionales acerca de cómo accedo a dicha verdad. Este camino suele llamarse “método” cuando orienta mis investigaciones, o “demostración” cuando me dirijo a un interlocutor que duda o cuestiona.

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Hay creencias que son absurdas. Hay creencias que son peligrosas y dañinas para la sociedad. Otras, en cambio, son importantes para nuestra vida personal. Creemos a nuestros seres queridos, creemos en las personas que nos importan, creemos en nosotros mismos, creemos en determinados valores. Gran parte de nuestras decisiones cotidianas y existenciales están movidas por creencias. Es importante estar dispuesto a examinar los motivos por los cuales las mantengo o las rechazo, y a esforzarnos por corroborar su verdad, para no ceder a la irracionalidad o caer en el prejuicio.

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Hay un estado “intermedio” entre el “saber” y el “creer”, que es el “opinar”.  La opinión es un punto de vista sobre un tema, sobre el que no se puede ofrecer una demostración concluyente acerca de su verdad, pero sobre el que hay (o puede haber) razones o motivos para defenderlo. Alguien puede tener buenos motivos para sostener que “el capitalismo está destruyendo el planeta”; algún otro podrá también ofrecer buenas razones para afirmar que “el capitalismo ha contribuido a elevar el nivel de vida de grandes segmentos de la población mundial”. Pero ninguno de los dos puede demostrar concluyentemente la verdad de dichas afirmaciones. Es una cuestión “opinable”.

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