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ARGUMENTACIÓN


Enviado por   •  24 de Febrero de 2015  •  498 Palabras (2 Páginas)  •  173 Visitas

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A través de dicho comentario, Jorge F. Maalem Seña hace plantearnos una reflexión sobre la bondad o maldad de los jueces. Por ello, la idea principal de este texto es valorar si un juzgador sin atribuciones de una buena persona, pueda despojarse de su maldad a la hora de realizar su trabajo y ser un buen juez.

Lo primero que se plantea en el texto es cómo le es conferida al juez su potestad jurisdiccional, quien depende de consideraciones jurídico políticas, como puede ser la delegación de un soberano o monarca, siendo ésta en la antigüedad quien se encargaba de dar solución a los conflictos relevantes.

Con anterioridad, no existía la obligación para el juez de que éste fundara sus decisiones, así pues era su potestad la que daba autoridad para decidir. Sin embargo, en la actualidad la obligaciones de los jueces ya no está cuestionada, sino regulado en la mayoría de las consttuciones como una regla importante.

Existe la necesidad de confiar en el juez, con ello se espera que esté dotado de bondad, tanto así se suele decir que para ser un buen juez es necesario ser una buena persona, y si sabe derecho mejor.

Con el presente trabajo lo que pretende Jorge F. Ma… es presentar dos modelos de jueces y de ejercicio de la potestad jurisdiccional, con mayor interés en la obligación que tienen o no de fundamentar sus dictamenes o no. Intentado con ello dar respuesta a la pregunta que encabeza el texto.

• El juez no necesita fundar sus decisiones

Lo que respecta a los jueces que no tienen dicha obligación, éstos han revivido distintas criticas. Tal es el caso que sucedió en España, donde se prohibio a los jueces que motivaran sus sentencias. Una de las razones hacia referencia a la economía procesal: la motivación de la sentencia consumia demasido tiempo, como consecuencia se priducia un retraso judicial en la consideración de otros asuntos y el aumento de las costas judiciales. Otra de las razones era la posibilidad de los liigantes de cuestionar las razones del fallo, lo que aumentaba los recursos en contra de las decisiones. Otra de las crísticas fue que, quien ostentaba la potestad jurisdiccional era el soberano en virtud de mandato divino. Así pues si la legitimidad de la actividad de juzgar era concedida a los jueces por Dios, mediante la delegación del soberano, sus decisiones deberían ser justas, y no requerían ser fundadas .

De ahí que a los jueces se les exigiera poseer ciertos rasgos morales muy marcados y determinados comportamientos sociales muy estrictos. Se les compelía a llevar una vida casi monacal, bajo la amenaza de fuertes sanciones que podían llegar incluso al apartamiento del cargo. Además, les estaba vedado prácticamente toda vida social,

Para poder juzgar con acierto, debían ser dóciles de corazón, afables y con indiferencia de ánimo respecto de las cosas o personas involucradas en las causas, aunque debían estar dotados

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