Ante La Ley
Enviado por Danea1993 • 19 de Octubre de 2013 • 614 Palabras (3 Páginas) • 234 Visitas
1. Ante la Ley por Franz Kafk
Ante las puertas de la ley hay un guardián.
Un campesino se llega hasta este guardián y le pide le permita entrar en la ley, pero el guardián le dice que por ahora no se lo puede permitir.
El hombre reflexiona y entonces pregunta si podría entrar después.
-Es posible-dice el guardián-;pero no ahora.
La puerta de entrada a la ley esta abierta como siempre. El guardián se hace a un lado. El hombre se agacha para mirar hacia adentro. Cuando el guardián le advierte se ríe y dice: - Si tanto te atrae intenta entrar a pesar de mi prohibición. Soy poderoso, y soy solamente el último de los guardianes, pero antes de la puerta de cada una de las sucesivas salas hay guardianes siempre mas poderosos; yo mismo no puedo soportar la vista del tercer guardián.
El campesino no había previsto semejantes dificultades: pensaba que la ley debía ser siempre asequible para todos pero al contemplar ahora mas detenidamente al guardián enfundado en su abrigo de pieles, su enorme nariz respingada, su barda tártara, rala, larga y negra, opta por esperar hasta que se le otorgue el permiso para entrar.
El guardián le da un banquito y le permite sentarse al lado de la puerta. Allí el hombre se queda sentado días y años. Se esfuerza de distintas maneras en conseguir que se lo deje entrar y fatiga con sus suplicas al guardián; este le hace a veces pequeños interrogatorios; le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes como las que se suelen hacer los grandes señores, y al final siempre le dice que todavía no lo puede dejar entrar. El hombre, que se ha venido bien pertrechado para el viaje, lo emplea todo, por mas valioso que sea, en sus intentos de sobornar al guardián. Este acepta todo, es verdad, pero diciéndole siempre:-Lo acepto solamente para que no pienses haber omitido algún esfuerzo.
Durante los muchos años que fueron pasando, el hombre estuvo mirando casi ininterrumpidamente al guardián. Se olvido de los otros guardianes, y este le parecía el único obstáculo para entrar en la ley. Maldice la mala suerte, los primeros años en forma desconsiderada y voz alta; después, a medida que va envejeciendo, solo emite unos leves murmullos. Cae en infantilismo, y como en la atención que durante años ha dedicado al guardián ha llegado a distinguir a los piojos que tiene en su cuello de piel, también pide a los piojos que ayuden y persuadan al guardián. Finalmente empieza a perder la vista y no sabe si realmente se esta poniendo mas oscuro a su alrededor o es solamente que sus ojos los engañan. Pero ahora distingue por cierto un resplandor que, inextinguible, sale por la puerta de la ley. Cerca ya su muerte, reúne mentalmente todas las experiencias que ha recogido durante todo este tiempo en una pregunta que hasta ahora no había hecho al guardián; le hace señas que se acerque ya que no
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