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Aristoteles


Enviado por   •  1 de Mayo de 2013  •  2.311 Palabras (10 Páginas)  •  267 Visitas

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Entre las categorías aristotélicas nos encontramos con el “πρυ ́” también apareció de la mano de Platón, y que he traducido sin más por «ahí», en el sentido de que las cosas tienen un ahí, un donde están. En la Física no aparece casi. En la Metafísica sí, pero nunca con una connotación que haga referencia alguna al «espacio»: se refiere a que las cosas tienen un ahí, o a un «lugar» en donde está lo divino. Una vez aparece como «ahí» del cuerpo sensible junto a “τοπο ́ς", y muy poco después se añade que lo que no es no está en un «lugar», pues debería estar en un «ahí».

, Aristóteles expone su teoría del lugar: (En el libro IV de la Física)

En la opinión común, comienza nuestro filósofo, los seres tienen un «ahí», puesto que, el no ser no tiene su ahí. Ya desde ahora nos anuncia además que este estudio será decisivo para el movimiento. Que hay lugar para la posibilidad de reemplazar una cosa por otra; por lo demás queda claro que este es otra cosa que los cuerpos reemplazantes. Más aún, hay «lugares propios» hacia los que van los cuerpos cuando se les deja libres de imposición: el arriba y el debajo de los cuerpos pesados y de los ligeros. Obtenemos así la presencia de las seis dimensiones “δια ́στασις” las cuales no son meramente con relación a nosotros, sino que existen como tales en la naturaleza, ya que hay verdadero transporte de los cuerpos pesados hacia abajo y de los ligeros hacia arriba, nos dice Aristóteles.

Nos falta saber todavía qué será el lugar. Los cuerpos quedan determinados o delimitados por tres intervalos, sin que ello signifique que el lugar sea cuerpo, pues dos cuerpos serían juntos. Si hemos dicho que los cuerpos tienen un lugar, también lo tendrán sus superficies y límites. No tendrá naturaleza de elemento “στοιχϵι ̃oν”, puesto que, teniendo grandor, no es cuerpo, mientras que los elementos de los cuerpos sensibles son cuerpos, y puesto que de los elementos inteligibles no sale ningún grandor. El lugar no va a ser, pues, forma, aunque pueda parecerlo al aparentar ser la configuración de cada cosa, con lo que se determina el grandor de la materia de ese cuerpo, tomando la función de límite. Tampoco materia, aunque parezca ser el intervalo del grandor mismo —no su forma y límite, como antes—, por así decir, lo de dentro, y eso es materia e indefinido “α ́ο ́ριστον”. No, el lugar no es forma ni materia, las cuales nunca pueden separarse de la cosa misma, lo que sí puede hacer el lugar: lo que estaba lleno de agua puede ser reemplazado y llenado por aire. No es forma, en cuanto separable de la cosa, ni materia, en tanto que es envolvente.

¿Qué es, pues, el lugar? Nos adentraremos, con Aristóteles, en la respuesta a esa pregunta. Sabemos que el lugar es lo primero que abraza a aquello de lo que es lugar, sin confundirse con ello; no es mayor ni menor que la cosa, que puede abandonarlo. Una segunda cosa adquirida en esta discusión es que a todo lugar le corresponde lo alto y lo bajo, y que a los cuerpos les corresponde el transporte que les conduce a sus lugares propios, sea arriba, sea abajo. Nótese bien, nos indica Aristóteles, que nada entenderíamos del lugar —que no podemos hablar del lugar fuera de este contexto— si no hubiera un movimiento según el lugar.

Pero vamos a volver todavía a aquellas cuatro cosas que, en principio, podrían ser el lugar. Notemos con Aristóteles que las ultimidades “ϵ ́σχατον” tanto de lo que rodea como de lo que es rodeado son las mismas; hay ciertamente dos límites “πϵ ́ρατα”, pero que no son ambos límite del mismo ser, sino de esos dos seres distintos —el que rodea y el que es rodeado—; miremos el cuerpo que es rodeado: la forma le pertenece a él, pertenece a esa cosa, y, sin embargo, el lugar no le pertenece, de pertenecer a alguien estaría con el cuerpo englobante; por eso, sin dudar, debemos distinguir de una vez por todas a la forma y al lugar. Como vemos muchas veces que lo rodeado cambia, mientras que el cuerpo que rodea sigue siendo el mismo y permanece, se cree con facilidad que el lugar es algo así como un intervalo intermedio entre aquellos dos límites. Pero, prosigue Aristóteles, téngase cuidado, pensar así nos acarrearía graves problemas, pues tendríamos que concluir que hay infinitos lugares, es decir, eso nos llevaría a la consideración de un lugar; pero la parte no tiene lugar como tal, hasta el punto de que —si no he comprendido mal en mi lectura aristotélica—, cuando hay transporte de un vaso o recipiente en un medio fluido, ninguna huella queda de algo parecido a un lugar en donde el vaso estuvo, sino que el lugar cambia con el vaso o recipiente. No se piense tampoco que el lugar sea materia, puesto que el lugar es separable de la cosa, mientras que la materia no es separable de ella. Así pues, concluye Aristóteles, el lugar no puede ser otra cosa que el límite del cuerpo que rodea, entendiendo por cuerpo rodeado aquel que es móvil por transporte. Pero, téngase cuidado una vez más, hay desplazamiento del cuerpo rodeado, sin que eso signifique que tengamos que considerar que transportamos también algo así como un intervalo vacío que se encuentre como encerrado entre los límites.

El lugar es, por tanto, inmóvil, afirma Aristóteles de manera que me parece nebulosa y obscura. Para buscar claridad en esta niebla hay que hacer notar esa afirmación aristotélica que dice cómo el vaso es un lugar transportable, y que dice también que el lugar es un vaso que no se puede mover. Todo ello no lo puedo entender más que de esta manera: Aristóteles afirma que, en definitiva y cuando estamos ante la consideración de los lugares propios, al lugar no le corresponde en modo alguno el movimiento y el transporte, y esto es así por una de estas dos razones: sea porque sólo consideramos en sí mismo el límite del cuerpo que se transporta, y lo estamos haciendo evidentemente sin ningún tipo de conexión espacial con un contenedor o receptáculo que constituye una geometría en la que se realiza dicho movimiento (lo que ha rechazado de plano y explícitamente Aristóteles al negar cualquier conexión posible del lugar con algún supuesto intervalo vacío que está entre los límites), o sea porque el cuerpo transportado lo ha sido a su lugar natural (que le apetece y hacia el que tiene querencia constitutiva).

Llegamos así a la definición que nos da Aristóteles del lugar: el limite inmóvil primero de lo que abraza. Al punto saca una consecuencia nuestro filósofo: por un lado el centro del cielo y por otro la ultimidad del transporte circular son en sentido eminente lo alto y lo bajo.

Consecuencia que es aparentemente

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