CANTATA A SATANÁS
Enviado por diegopiket • 29 de Septiembre de 2013 • 357 Palabras (2 Páginas) • 1.479 Visitas
Abraham amaba a Sara cada mañana clara: pasaba la manaza, arañaba la lana, arrancaba la bata, la abrazaba; clavaba las garras hasta matarla. Sara atarantada callaba harta, Abraham la cansaba. “Ya nada habrá —mascaba tras la sábana—, ama a la mala; ataca, aplasta, brama”. Abraham acababa, apartaba la cara, jamás apagaba la flama a Sara, gran dama avasallada; daba palmadas a la santa, la llamaba “alma”; mas jamás la agradaba. Fracasaba la casa blanca, la sagrada paz. Sara maltrataba a Abraham: “¿Habrá raza más mala para la cama?”, ladraba. Abraham agarraba la garganta a la casta casada, la arrastraba a la sala. Sara sacaba las palabras más bravas, las dagas pasmaban la faz al papanatas. La batalla avanzaba hasta alarmar a Satanás. “¡Sarna! ¡Alacrán fatal!” bramaba Abraham. “¡Can! ¡Patán anal!” balaba Sara. Más avanzada la mañana, para hallar mas armas arrasaban la casa, a la par lanzaban lámparas, tazas, navajas hasta sangrar. Para acabar la tanda, las almas atajaban las bravatas, tragaban carcajadas amargas, ataban máscaras aplacadas a la cara.
“Anda haragán, a trabajar para ganar la plata”, cantaba avara Sara, amarrada a la más vana maldad: mandar para calmar la falta, agachar al canalla, calar más.
Abraham, fantasmal facha, agarra la pala, zafa la aldaba, baja a la calzada, pasa la barranca hasta hallar la cabaña. Allá pagaban tan mal; mas Abraham cargaba las trancas más anchas, alzaba las bardas más altas, amasaba argamasa, clavaba tablas, trazaba largas zanjas. Trabajaba hasta abaratar la paga. Magna transa. Tan gran afán para nada, la grasa baña las barbas a Abraham; mas la talla nada más agranda la panza al capataz.
Sara ajada, más flaca cada mañana, lavaba la casa: arrancaba a las sábanas manchas, canas, caspa; al alzar la sala hallaba cáscaras, naranjas, tazas rajadas, latas achatadas. Asaba papas, adaptaba las aspas para machacar calabazas, aplanaba la masa, la salaba. Al planchar las maltratadas faldas aplastaba arañas, raspaba las manchadas bragas; mataba ratas para acabar la plaga. “Abraham —habla Sara— jamás arma las trampas. Las ratas a manadas traspasan la alambrada, a tarascadas atacan las patas a la cama, tragan la pasta... ¡Ah, malvada parca! Basta ya, basta ya. Nada salvará
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