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Enviado por caceres.kiba • 13 de Marzo de 2013 • 485 Palabras (2 Páginas) • 460 Visitas
Siguiendo una óptica exclusivamente racionalista, Cervantes presenta la verdad mítica, el ideal, que no es otro que la forma de vivir los hombres de una época, que se ha transmitido en la conciencia de la humanidad, formando parte de su deseo innato de felicidad, y que muchas veces, a lo largo de la Historia, ha ido aflorando bajo las ideas de fraternidad, igualdad, prosperidad colectiva, libertad, paz universal, las cuales han salido de nuestro inconsciente colectivo para quedar petrificadas en la conciencia de una época. Tal es el caso de Marcela (Quijote., I, XII) es el de “una mujer joven con una condición natural inclinada a la libertad. Ella quiere ser libre, porque desea poner en práctica su inclinación natural. Pero, al no poderlo realizar en la sociedad en que vive con su tío, decide hacerse pastora y vivir en el campo en sociedad con otros pastores y pastoras, donde pueda realmente ser libre” [1]
Es una fuente tan universal que afecta a todas las tradiciones míticas y a toda la humanidad, pues su esencia se aloja en el corazón del hombre, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello.
Cervantes pretende, mediante su arte escrito, despertar esa conciencia latente en los hombres y mostrarle el camino de la transformación personal para llegar, más que al cambio de la sociedad, a un aumento de nuestro grado de conciencia social, a despertar el deseo y la ilusión de buscar una convivencia más justa y más pacífica, más libre y más solidaria. Lo que sucede es que nos pone en contacto con un ideal, con un modelo de sociedad utópico.
Si miramos a la sociedad con ojos exclusivamente materiales, tal vez consigamos hacerla avanzar y que sea menos injusta, pero nunca dejará de serlo. Podrá progresar, pero nunca emprender el vuelo largo de la evolución transformadora. En cambio, si abordamos lo social con ojos espirituales, desde los valores del ideal, la transformación social será mucho más intensa y profunda, pues exige el cambio de los valores materiales y el complemento de los espirituales. El resultado será una sociedad más perfecta, con un mayor grado de aceptación de los valores espirituales de libertad, fraternidad e igualdad. Porque sólo si partimos del hombre total, de su doble dimensión, la material y la espiritual, se podrá realizar con más eficacia el contenido típico de una sociedad feliz.
En ese sentido don Quijote es verdadero espejo para todo aquel que sienta preocupaciones sociales, quien, con sus hazañas, muy risibles sin duda alguna, lucha en “desigual pelea” por llevar a la sociedad la justicia, la lucha contra la opresión, la defensa de la libertad, en una palabra, la ayuda a todos. Y eso no es otra cosa que la expresión concreta de los valores espirituales del amor generalizado, la fraternidad, la igualdad y la paz, generadores todos ellos de felicidad social del ser humano.
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