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Concepto De Educacion


Enviado por   •  14 de Septiembre de 2014  •  2.493 Palabras (10 Páginas)  •  164 Visitas

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El concepto de educación en Locke

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Lo primero que llama la atención, al ser una calidad bastante rara entre los filósofos, es el sentido extraordinario de la oportunidad de que dio muestra Locke. Con señalada prudencia, en una Inglaterra dominada por guerras civiles, con un sabor claro de guerras de religión, supo publicar su obra en el breve tiempo de cinco años -en 1689, imprime La Epístola sobre la tolerancia, al año siguiente, el Ensayo sobre el entendimiento humano, y los Dos Tratados sobre el Gobierno, y por fin en 1693, Pensamientos sobre la educación- justo cuando el triunfo de la revolución llamada gloriosa (1688) había creado las condiciones ideales para la recepción de un pensamiento, si no demasiado original, sí perfectamente adecuado a la demanda de una burguesía que estaba saliendo del cascarón. De ahí su enorme éxito en su tiempo y en los que le siguieron.

La intención que unifica a su obra, desde el primer al último escrito, es hacer plausible un uso razonable de la libertad. Ésta es la meta explícita para la convivencia política y social y, cómo no, la que ha de encauzar la educación. Recomiendo muy encarecidamente leer en clase la Epístola sobre la tolerancia, un ensayo breve que recoge toda la razón ilustrada de una Europa castigada con la experiencia trágica de las guerras de religión. Cierto que hoy los argumentos a favor de la tolerancia religiosa nos parecen tan convincentes como obvios, pues, quién se atrevería a negar, que "nadie puede ser llamado cristiano, sin la caridad, sin la fe que actúa, no por la fuerza, sino por el amor"; que la tolerancia respecto a opiniones religiosas distintas no sea conforme con el Evangelio y con la razón", o que "nadie puede abandonar el cuidado de su salvación eterna en manos de otro, ya sea príncipe o súbdito; porque nadie puede, aunque lo quisiese, creer por orden de otro". E incluso, que si hay que respetar la libertad de creer lo que cada cual juzgue conveniente, habrá también que reconocer la libertad de no creer en ninguna religión -pese a que Locke se haya olvidado de advertirlo expresamente, si bien está implícito en su exigencia de conceder a todos los mismos derechos, sean cuales fueren sus creencias religiosas- así como en la separación nítida que hace entre las Iglesias -si la tolerancia es real, habrá varias- y el Estado

Digo que convendría leer este escrito en clase para hacer patente a los jóvenes de hoy que hubo un tiempo en que se pensó de forma muy distinta: cuesta trabajo hacerse cargo de que se pueda pensar de manera contraria a lo que nos parece evidente, y el valor pedagógico del libro de Locke recae en el esfuerzo que es preciso realizar para imaginar una Europa en la que se estaba dispuesto a emplear la violencia más brutal en defensa de la fe. Todavía en mi juventud, y no hace tantos años, un profesor universitario, enfurecido por nuestras quejas por la falta de libertad, nos lanzó a la cara aquello de toda la libertad para la verdad y ninguna para el error, la defensa más arbitraria de la intolerancia de que tengo noticia. Un mejor conocimiento de un pasado no tan lejano puede servirnos a la hora de juzgar otras culturas no europeas de nuestros días.

En la historia de la conquista de la libertad, concepto que constituye sin duda la columna vertebral de la cultura europea, importa recalcar dos hechos fundamentales: el primero hace referencia al binomio Papado-Imperio que, pese a sus fuertes tensiones a lo largo de la Edad Media, evitó que pudiera consolidarse una teocracia que hubiera hecho muy difícil, si no imposible, que el terreno hubiese quedado abonado para la libertad. En segundo lugar, la reforma protestante, en cierto modo producto de la libertad que se alojaba en los resquicios de la querella entre los dos poderes; aunque ocasionara las sangrientas guerras de religión, al final trajo el fruto bendito de la tolerancia. La convivencia pacífica de las religiones es el basamento sobre el que luego se han ido levantando las demás libertades civiles y políticas.

A este respecto dos observaciones marginales sobre nuestra especial situación: la primera hace mención al hecho de que la España cristiana apenas se vio implicada en las contiendas entre Papado e Imperio. En la Península, la contienda que marca la vida espiritual de nuestros pueblos es la lucha contra el Islam. La segunda se refiere a la pronta vinculación de la Corona con la Iglesia que, al poner a disposición de un temprano Estado un instrumento tan eficaz de control como fue la Inquisición, impidió las guerras de religión, pero al precio de que no ganaran la tolerancia ni las libertades. A la última guerra civil, que todavía mostró aspectos de guerra de religión, debemos la mejor enseñanza colectiva sobre los altísimos costes de la intolerancia.

En su obra principal, Ensayo sobre el entendimiento humano, Locke da el paso decisivo que caracteriza a la modernidad, al menos en su forma anglosajona, que consiste en romper con la metafísica que hasta entonces había dominado la idea del hombre y del mundo. En vez de percibir, siguiendo a Descartes, la presencia de lo divino en el centro mismo de la razón, y lo que le hubiera obligado a diferenciar en la naturaleza humana dos sustancias distintas y aún opuestas, Locke, que no se siente muy a gusto con la noción cartesiana de sustancia, da cuenta del entendimiento humano a partir de la sensación corporal, según el antiguo adagio escolástico de que "nada está en el entendimiento que antes no hubiera estado en los sentidos". De este modo su empirismo, que con toda contundencia niega la existencia de ideas innatas, supone instalar la naturaleza humana en el plano "animal -corporal" que le es propio. El ser humano, lejos de participar en lo divino por estar dotado de razón, puede explicarse ésta a partir de su naturaleza animal, de modo que el entendimiento humano sólo gradualmente se diferenciaría de los animales superiores más cercanos.

Alguna razón tenían sus contemporáneos, al atrincherarse en la defensa de las "ideas innatas", porque, como bien decían, sin ellas se tambalea la demostración racional de la existencia de Dios. Si se suprime la presencia de lo divino" en el meollo de lo humano, no nos engañemos, se ha dado un primer paso para, con el mismo razonamiento, eliminarlo también de la naturaleza. La demostración "empírica" de la existencia de Dios a que recurre Locke en su Ensayo (Libro 4, Capítulo X ), no estaba destinada a durar mucho.

Locke suprime el salto metafísico que hasta entonces parecía necesario para la comprensión de lo humano. El empirismo se caracteriza precisamente por su capacidad de desmontar a la metafísica, junto con el racionalismo que la sustentaba. Desde una concepción

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