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Conforme Nos Adentramos En El Siglo Xxi Miramos Con Mayor Amplitud El Pasado Que Nos Define. El Legado De Ideas Plasmadas En Documentos Y Lienzos, En Piedras De Castillos, Iglesias Y Edificios públicos, En Las cárceles Y Los Hospitales, Por Incompleto Q


Enviado por   •  15 de Septiembre de 2013  •  983 Palabras (4 Páginas)  •  602 Visitas

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Conforme nos adentramos en el siglo xxi miramos con mayor amplitud el pasado que nos define. El legado de ideas plasmadas en documentos y lienzos, en piedras de castillos, iglesias y edificios públicos, en las cárceles y los hospitales, por incompleto que nos parezca o realmente lo sea, adquirió una sinergia tal con las herramientas intelectuales desarrolladas en los últimos 350 años que hoy en día es posible llevar a cabo una revisión más profunda de la aventura por el conocimiento, en este caso en Mesoamérica.

Un magnífico ejemplo de esta capacidad de síntesis en cuanto a las ideas y los factores sociales y naturales que verdaderamente explican cómo surgió el conocimiento de corte científico en nuestro país es la reciente compilación llevada a cabo por Ruy Pérez Tamayo. Desde el prólogo Ruy plantea un asunto crucial para quienes se sientan atraídos por la reconstrucción histórica y, en general, para cualquier lector curioso: ¿podemos hablar de una ciencia precolombina?

Vale la pena deslindar actividades diferentes, como son, por un lado, la búsqueda de explicaciones mediante los criterios de la ciencia, y, por otro, la necesidad de inventar artefactos para lidiar con la realidad, más bien hostil y muchas veces impredecible. Este libro, pues, solo se plantea rastrear, acotar y, felizmente, ofrecer hipótesis factibles acerca de las posibles ideas y descubrimientos científicos a lo largo de nuestra historia y no de la tecnología.

Entonces, ¿existió una ciencia antes de la conquista europea? Pérez Tamayo recurrió al sabio de esos menesteres, Alfredo López Austin, quien lo alertó sobre la inutilidad de buscar algo parecido a un pensamiento escéptico, experimental y cuantitativo en Mesoamérica durante esos años. En efecto, sería absurdo pensar que en un mundo donde la verdad es revelada por la divinidad o, en su defecto, buscada por el sacerdote con un método animista y prelógico, pudiera haber una búsqueda de la verdad “verificada” mediante razonamientos científicos.

Sin embargo, tampoco es descabellado hablar de una protociencia, esto es, del hecho que conlleva el irrefrenable impulso humano de conocer, por muy desconectado que esté de sus intenciones primarias y conscientes. La necesidad de inventar, la cual condujo a concebir técnicas diversas (en la agricultura, la minería, etc.), implica el deseo de conocer para encontrar mejores formas de adaptarse al medio. Dicho de otra manera, existe un número razonable de posibilidades de que, con el tiempo, los mesoamericanos hubiesen descubierto el pensamiento escéptico a la manera de Bacon.

Pérez Tamayo, no solo un notable científico sino alguien comprometido con la divulgación de la ciencia, ideó este libro de una manera que puede leerse con fluidez, pues consiguió que sus colaboradores bordaran sobre el tejido imperfecto de las ciencias que ya desde el siglo xvi comenzaron a aparecer en el paisaje colonial, prosiguieron durante la gesta de independencia y se desarrollan con cierta coherencia en el México actual.

Así, el prestigiado historiador y especialista en ciencia y tecnología

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