DEMOCRACIA CLASICA Y PENSAMIENTO ARENDTIANO: LA CARENCIA DE LA VERDAD EN LA ANTIGÜEDAD
Enviado por barros014 • 13 de Agosto de 2014 • 1.927 Palabras (8 Páginas) • 222 Visitas
DEMOCRACIA CLASICA Y PENSAMIENTO ARENDTIANO: LA CARENCIA DE LA VERDAD EN LA ANTIGÜEDAD.
(Respuesta a pregunta 2)
No resulta sencillo un comienzo cuando se tiene tantos matices que abordar. Este tan común problema vuelve a darse cuando sobre la teoría política de Hannah Arendt debemos referirnos. Sin embargo, uno de los medios posibles a través de los cuales podemos hacer frente a tal disyuntiva es nombrando la causa última de las cosas. Pues es en virtud de ella que podemos abarcarlo todo. Es como en el cristianismo: remontándonos a su fuente primera, que es la Verdad, podemos contemplarlo en plenitud.
Ahora bien, el pensamiento de Hannah Arendt, políticamente uno de los más grandes del siglo XX, tiene su raíz en Grecia. Ella se remonta a la polis griega para desarrollar su teoría, y es la polis su gran “modelo” de sociedad. Sin embargo, puesto el contexto histórico en el que se enmarca el pensamiento de la autora, ésta le da otra perspectiva a varios aspectos que los autores clásicos no lo hicieron por un tema histórico, y en muchos aspectos los contraviene. La tan connotada y ejemplar democracia ateniense no es plena, puesto que no se dio espiritualmente dado un desconocimiento de los principios cristianos.
Como ya se dijo, Arendt toma mucho de la filosofía tanto aristotélica como platónica, sumando a su vez algo propio de ella. En su libro La Condición Humana , la autora desarrolla lo que ella llama la vita activa, la cual está constituida por tres características fundamentales: la acción, la labor, y el trabajo. Antes de proseguir, más que criticar el pensamiento de Arendt, contrastarlo con los filósofos griegos es lo que nos entrega más información, puesto que como ya se dijo, ella se apoya mucho en ellos.
En primer lugar, la labor. Es la actividad correspondiente al proceso biológico del cuerpo humano (…). La condición humana de la labor es la misma vida. El fruto de la labor es la preservación de la especie.
En segundo lugar, el trabajo. Este podría definirse como la actividad que corresponde a lo no natural de la exigencia del hombre, que no está inmerso en el constantemente repetido ciclo vital de la especie, ni cuya mortalidad queda compensada por dicho ciclo (…). La condición humana del trabajo es la mundanidad. El fruto del trabajo es la permanencia y la durabilidad a la futilidad de la vida mortal y al efímero carácter del tiempo humano.
Por último, la acción. Corresponde a la acción humana de la pluralidad. Y si muy bien las tres características apuntan a la vida en sociedad, es la acción la que permite el desarrollo de la política. Es en razón de dicha pluralidad y acción, aquella que preserva la especie, que podemos sostener que somos creados a imagen y semejanza de Dios. Y esto conlleva que nadie es igual a otro. En otras palabras, es la pluralidad la condición de toda vida política.
Dicha postura también queda clara en la afirmación de que la pluralidad es la condición de la acción humana, debido a que todos somos lo mismo, es decir, humanos, y por tanto nadie es igual a cualquier otro que haya vivido, viva o vivirá . Con esto puede corroborarse el desarrollo del que carecieron los autores clásicos. A fin de cuentas, ¿en qué se apoyaron dichos autores? Por un lado, tenemos a un Platón que se apoya en la superioridad del éter y ve al cuerpo como las cadenas que no permiten el despliegue pleno del ser. Es por esto mismo que cuando San Pablo llega a Atenas a dar noticia de la Buena Nueva, no logró buenos resultados al referirse a la reencarnación (ya que para los atenienses el cuerpo era una jaula).
Platón nos deja una teoría en la que los filósofos son quienes deben llevar la conducción de la sociedad. Aristóteles por su parte suma los tres tipos de vida. Las tres tienen en común un interés por lo bello, es decir, por las cosas no necesarias ni meramente útiles. La vida del disfrute de los placeres corporales en que se consume lo hermoso; la vida dedicada a los asuntos de la poli, en la que la experiencia produce bellas hazañas y, por último, la vida del filosofo dedicada a adquirir y contemplar las cosas eternas, cuya eterna belleza no puede realizarse mediante la interferencia productora del hombre, ni cambiarse por el consumo de ellas.
En contraste con Aristóteles, y es acá donde Hannah Arendt se apoya en el Medievo, ella sostiene que tanto la acción, el trabajo, y la labor tienen la suficiente dignidad para constituir un bios, una autónoma y auténticamente forma de vida. Por parte de Aristóteles, este solo consideraba que en el bios politikos se denotaba de manera explícita sólo el reino de los asuntos humanos acentuando la acción, praxis, necesaria para mantenerlo, sin tomar en consideración la labor y el trabajo.
Esta concepción de la vita activa cambia con la desaparición de la ciudad-estado. Con ello, la expresión vita activa perdió su especifico significado político y denotó toda clase de compromisos con los asuntos de este mundo . Por esto puede decirse que San Agustín fue el último en conocer lo que antiguamente se consideraba ser ciudadano. Hay un cambio de mentalidad.
Esto no quiere decir que la labor y el trabajo, vistos hacia abajo por Aristóteles refiriéndose a la acción, hayan subido de jerarquía; sino por el contrario: la acción se considero dentro de las necesidades de la vida terrena, y la contemplación se dejó como el único modo de vida verdaderamente libre .
Platón ya había desarrollado el concepto de contemplación como algo propio de los filósofos (recordemos que para él eran ellos quienes debían llevar la conducción de la
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