DROGAS UN SUICIDIO DE CONSUMO
Enviado por victorpant • 14 de Noviembre de 2012 • 3.190 Palabras (13 Páginas) • 444 Visitas
La adicción a las drogas y
la exclusión social
Ángela Tello González*
A
bordar el tema del consumo de drogas, especialmente el que tiene
que ver con las adicciones, requiere acercarse a múltiples aspectos
que surgen de la muldimensionalidad y complejidad que reviste. Sin
embargo, el propósito básico de este texto es aportar de manera breve
algunos elementos generales que permitan comprender el sentido de la
exclusión social del adicto y delinear otras opciones de intervención y de
análisis de dicha problemática. Considerar el tema de la exclusión social
implica identifi car uno de los elementos signifi cativos que inciden en el
incremento de la vulnerabilidad social del individuo y de los grupos afectados
por dichos consumos; situación que incide, incluso, en el incremento del
mismo consumo.
Al hablar de adicción se hace referencia al uso de sustancias psicoactivas
de forma crónica, compulsiva e incontrolable, que integra relaciones de
dependencia física y psicológica por parte del individuo; uno de los principales
síntomas de la adicción es que el individuo organiza el conjunto de su vida
cotidiana alrededor del consumo.
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El fenómeno actual del incremento signifi cativo de dependencia a las drogas
está fuertemente relacionado con las dinámicas propias de las sociedades
contemporáneas donde la circulación de mercancías es su elemento central
de reproducción y las drogas en sí mismas son mercancías que responden
exitosamente a dichas dinámicas. Romaní reconoce que en la construcción
social del “problema de la droga”, que se sustenta en la prohibición, la
adicción se fortalece porque se ha creado un mito que propicia la elaboración
de los procesos de identidad de los consumidores, especialmente de los
jóvenes. Dentro de los microespacios donde transcurre la cotidianidad de
los consumidores de drogas, se propician formas de reconocimiento social
y se generan estilos de vida, que quizá no han logrado propiciarse en otros 2
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espacios de socialización que han compartido previamente, como la familia
y la escuela, entre otros. Desde la perspectiva de construcción de identidad
y pertenencia a los grupos de pares, del reconocimiento social en estos
colectivos, podría aseverarse que los consumos de drogas estarían asociados
a dinámicas incluyentes que es necesario considerar, pues son aspectos de
valor desde las representaciones sociales de los mismos consumidores.
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El concepto de exclusión social hace referencia al debilitamiento de los
vínculos entre los individuos consumidores y la sociedad, entendida la sociedad
como la diversidad de espacios de socialización en que cotidianamente se
mueve la persona, tales como la familia, la escuela, el trabajo, el barrio,
los amigos, la cultura y la política, entre otros. Este debilitamiento de los
vínculos sociales se acompaña del no acceso a los recursos y ventajas
que estos ámbitos prodigan; a mayor número de espacios o colectivos
sociales de los cuales se excluye a un individuo o a un grupo, de manera
persistente, tienden a incrementarse sus condiciones de vulnerabilidad.
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La
exclusión social, en suma, es la negación de las posibilidades y condiciones
que se considera básicas para que el individuo acceda a su rol de ciudadano
en una sociedad democrática.
Entre los elementos que explican los procesos de exclusión social
a que se ven sometidos la mayoría de los consumidores de drogas,
especialmente la población que se encuentra en niveles de adicción, las
representaciones sociales, que subyacen en la sociedad actual y que
consideran el consumo de drogas como la expresión de un estado de
anomia social, tienen un papel preponderante. La sociedad requiere y
establece formas de control social de los individuos para garantizar su
subsistencia como sociedad; al considerar la adicción como un elemento
de desviación, hace uso de diversos aspectos para desarrollar un ejercicio
de control y fortalecer la “normalidad” en su interior. La exclusión
social, acompañada generalmente de procesos de estigmatización y
de marginación del adicto, se constituye en un medio poderoso para
reafi rmar el rechazo al consumo de drogas y, por lo tanto, el rechazo de
todo aquél que se involucre en dicho consumo, incrementando a su vez
la superioridad y la identidad de aquellos que no consumen.
La normalidad a la que se alude se construye socialmente y permite
diferenciar el “nosotros” de los “otros”. La normalidad será caracterizada
desde un discurso que coloca los límites y las diferencias y que, a su vez,
estructura las formas de control a partir de los procesos de exclusión, de
eliminación, de corrección, de censura, de tratamiento, de rehabilitación que
se agencian como medios para recuperar lo que el “otro” ha perdido debido
a su actuación en contravía de lo colectivamente indicado y aceptado. El
planteamiento de normalidad y anormalidad va a defi nir “lo que debe ser
incorporado y lo que debe ser excluido.”
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La exclusión social del adicto obedece entonces a la visión de anormalidad
en que la sociedad considera se encuentra el consumidor de drogas y que
lleva a situarlo “fuera” del grupo en la perspectiva de no afectar a los que 3
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están “dentro” por una parte y, por la otra, en la perspectiva de buscar que
este proceso de ruptura, de segregación, de no participación como sujeto
social en la construcción de dicha sociedad, se constituya en el elemento
que marca la urgencia al individuo de recuperar su condición de pertenencia
y para lo cual se le exige recuperar su estado de “normalidad” social.
Al adicto, como parte del mismo proceso de exclusión, tiende a
considerárselo minusválido social, inmaduro, desviado; desviación que
generalmente se asocia a delincuencia y a peligrosidad, constituyéndose
en amenaza para el resto del grupo. El adicto va a ser excluido de los
espacios cotidianos, va a ser excluido de los espacios socioafectivos, va a
ser excluido
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