EL EXPERIMENTO

Después de observar la película el Experimento hay una cosa que pude notar y eso es que por mucho que el ser humano intente no ser encajado en un rol determinado, la circunstancias a las que sea expuesto, tienen un gran peso en este proceso, que se lleva a cabo de una forma tan gradual que casi es inevitable e inadvertida.

Los seres humanos cumplimos con un rol en determinados aspectos nuestra vida, y la cara que mostramos ante los demás es una consecuencia directa tanto de lo que otros esperan de nosotros como el ambiente en que nos movamos.

Los personajes en la película son el objeto de un experimento social y les son asignado determinados roles; poco a poco los sujetos hacen suyo el papel de “guardias” y “prisioneros”, influenciados por su entorno y a la vez influenciando a otros sujetos a su alrededor.

La prisión en sí fue el ejemplo de una sociedad, donde cada quien sabe quién es, cuál es su función en los engranajes que permiten la continuidad del orden establecido.

Todos los medios de control son observados en esta película, la violencia física que no debía usarse en ninguna circunstancia, regla que no se cumplió; se suponía que el sólo conocimiento de la posibilidad del uso de la violencia debía mantener unos límites en el comportamiento de los sujetos pero esto no sucedió.

A eso se sumaba la siempre presente influencia del factor económico, que intervino en las decisiones que algunos sujetos tomaron en determinados casos, ellos sabían que si no cumplían las reglas les acarrearía la pérdida de la paga y esto hizo que tomaran uno u otro camino.

Algunos de los guardias sentían desaprobación por lo que sus compañeros hacían, pero con el fin de no ser excluidos, no expresaron su desacuerdo sino hasta que la situación se hizo insostenible.

La obtención de sumisión por medio de la humillación y la segregación de uno de los sujetos utilizado para servir como un ejemplo de lo que los demás no debían hacer fue efectivo y logró el objetivo que se pretendía, atemorizar a los otros prisioneros para que no hicieran lo mismo.

Ya que no tenían contacto con sus referentes, las personas que los conocían antes de entrar al experimento, perdieron sus identidades e hicieron propio su papel y al ejecutarlo se convirtieron en el personaje que interpretaban.

El sujeto número 77 para los guardias se convirtió en una piedra en el zapato, ya que no encajaba en lo que debía ser un prisionero ejemplar que cumpliera con todas las órdenes dadas sin ninguna clase de cuestionamiento aunque esto atentara contra su dignidad como ser humano, y al hacerlo se hizo acreedor de varios intentos de “disciplina” ejecutados por los guardias que terminaron por hacerlo cuestionarse a sí mismo y su humanidad.

Uno de los prisioneros menciona que en la cárcel hay un león y un conejo, un rol de fuerte y débil, en el que todos sabemos cuáles son los resultados naturales; cuestionando la conservación de un comportamiento que se pueda denominar “humano” en un lugar donde predomina la ley del más fuerte.

En esos 6 días en que transcurrió el experimento la realidad a la que los sujetos fueron arrojados fue la prisión, en la que a algunos sus derechos les fueron negados y a otros se les otorgó una autoridad que los tomó desprevenidos y por lo tanto, dada la gran diferencia de esa realidad con su cotidianidad, con sus familias, sus amigos, sus parejas, olvidaron totalmente cuál era su verdad esencial.

Con el tiempo los sujetos empezaron no sólo a aceptar jugar su papel asignado, sino que desearon ejecutar ese papel, pues les proporcionaba una gran satisfacción.

La empresa, que iba a actuar como un “regulador” de la actuación de los sujetos, no cumplió en forma óptima con su función, y por eso todo al sistema se desmoronó trayendo consecuencias devastadoras.

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