EL RACISMO EN LA HISTORIA.
Enviado por sprai182 • 21 de Julio de 2013 • Tesis • 1.540 Palabras (7 Páginas) • 318 Visitas
La palabra racismo está incorporada al mare mágnum de términos que describen situaciones de conflicto violento entre los seres humanos, por razones de pertenencia a grupos o etnias diferentes. Sin embargo, su equivalencia con la xenofobia, el antisemitismo, la discriminación, etc., induce a imprecisiones y equívocos, por lo que conviene puntualizar cuáles son sus rasgos definitorios. Los problemas existentes para señalar en qué consiste el racismo, provienen de los múltiples aspectos que presenta el término: ¿se trata de una ideología o de un comportamiento? Existen discursos racistas y conductas racistas que, si bien pueden ir entrelazados, igualmente pueden existir por separado. ¿Predominan los criterios biologicistas o etnicistas a la hora de describir sus argumentaciones? El racismo biologicista y el racismo étnico son fenómenos que surgen en diferentes circunstancias históricas y, aunque produzcan los mismos resultados, no manejan su discurso justificativo de la misma manera. ¿Afecta a individuos o grupos aislados, o constituye un sistema organizado de dominación? Dependiendo de las circunstancias de cada espacio o sociedad, el racismo puede concretarse en hechos puntuales sin conexión entre sí u organizar todo un régimen político, económico y cultural, como el caso del nazismo alemán o el apartheid surafricano. ¿Se trata de un fenómeno antiguo o reciente? Algunos expertos defienden la idea de que el racismo ha existido desde las primeras formaciones sociales, mientras que otros lo sitúan de manera específica en el mundo contemporáneo. ¿Se trata de un hecho universal, o particular? Si la construcción de todas las sociedades presenta rasgos inequívocamente etnocéntricos, el eurocentrismo, forma específica de etnocentrismo, que está en la base ideológica y cultural del racismo, pertenece al mundo occidental y se desarrolla en los tiempos modernos.
I. EL RACISMO EN LA HISTORIA.
Centrándonos en la historia del término, el racismo, en sentido estricto, comienza a partir del siglo XVIII, en el mundo occidental. Antes, ni las civilizaciones clásicas, que veían al otro como bárbaro en sentido etnocéntrico, pero no racista, y que apenas justificaron la esclavitud por razones de inferioridad biológica; ni la época medieval, cuyas posiciones antisemitas y antimusulmanas se reforzaban mediante argumentos religiosos, políticos y sociales; ni la conquista y colonización del continente americano, justificada por razones religiosas, no por superioridad racista, suponen la implantación del racismo tal como lo entendemos hoy. A lo largo de todos esos siglos, existen prácticas que podemos considerar racistas, pero en casi ningún caso se alude al determinismo biológico como justificación de las mismas. La palabra raza no se difunde en textos literarios y científicos hasta el siglo XVIII. Desde 1750 hasta 1945, se construyen y difunden las principales teorías del racismo biologicista. Se trata de clasificar y explicar a los seres humanos a partir de la existencia de razas diferentes, con características que las convierten en inferiores o superiores, y que transmiten genéticamente dicha condición.
A partir de mediados del siglo XIX, cuando Gobineau publica su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, texto clave para la sistematización de las tesis racistas, tanto el racismo científico como el evolucionismo cultural sirvieron de base para defender la esclavitud, el colonialismo y las desigualdades clasistas. La aplicación de estos argumentos a los cálculos políticos se generalizó en la época del imperialismo: los conflictos interestatales se desarrollaban de la misma manera que los organismos vivos, en su lucha por la supervivencia de los más aptos. Así, había naciones vivas, en plena expansión vital, formadas por razas fuertes, y naciones moribundas, que estaban agotando su ciclo biológico, debido a las razas debilitadas que las habitaban. Su paroxismo llegó en el período de entreguerras, cuando el estado nacional socialista alemán adquirió un inequívoco componente racista, tanto en su ideología como en su práctica antisemita, que culmina en el holocausto de los campos de exterminio durante la II Guerra Mundial.
Desde 1945, el racismo biologicista ha experimentado un descrédito progresivo, tanto por la derrota de los experimentos criminales que lo sustentaban, como por la difusión de teorías científicas que han puesto en evidencia las falacias de una supuesta racionalidad fundamentada de la superioridad o inferioridad racial: el color de la piel, la estructura corporal o determinados antígenos sanguíneos resultan criterios muy poco fiables, que a menudo han sido manipulados para alcanzar los resultados que previamente se determinaban. Los estudios de las diferencias genéticas entre los seres humanos, han demostrado que tales diferencias no son mayores ni más significativas que los parecidos, de manera que las clasificaciones raciales son arbitrarias y nulas desde el punto de vista científico. El monogenismo, es decir el punto de partida común de todos los seres humanos, parece hoy indiscutible. A partir del Horno Sapiens Sapiens, los grupos humanos
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