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El Big Bang-Jean Guiton


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2013  •  4.579 Palabras (19 Páginas)  •  468 Visitas

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Jean Guitton: Dios y la ciencia.

EL BIG BANG

JEAN GUITTON.—Antes de entrar en el libro, deseo plantear la primera pregunta que me viene a la cabeza, la más obsesiva, la más vertiginosa de toda la investigación filosófica: ¿por qué hay algo en lugar de nada? ¿Por qué hay Ser, ese «no 1 sé qué» que nos separa de la nada? ¿Qué sucedió al principio de los tiempos y dio origen a todo lo quehoy existe, a esos árboles, a esas flores, a esos transeúntes que andan por la calle como si nada? ¿Qué fuerza ha dotado al universo de las formas que hoy lo cubren?

Estas preguntas son la materia prima de mi vida de filósofo; conducen mi pensamiento y cimentan toda mi búsqueda. Donde vaya, allí están, al alcance de la mente, extrañas y familiares, bien conocidas y sin embargo inseparables del misterio que las ha engendrado. No se necesitan grandes decisiones; se piensa en estas cosas tan sencillamente como se respira. Los objetos más familiares pueden conducirnos hacia los enigmas más inquietantes.

` Por ejemplo, esa llave de hierro que está sobre mi escritorio, delante de mí. Si pudiera reconstruir la historia de sus átomos, ¿hasta dónde tendría , que remontarme? Y, ¿qué encontraría?

IGOR BOGDANOV.—Como cualquier objeto, esa llave tiene una historia invisible en la que no se piensa nunca. Hace cien años, la llave se ocultaba tras el mineral bruto, en el corazón de una roca. Antes de ser desenterrado por un golpe de pico, el bloque de hierro que le dio origen llevaba allí miles de millones de años, prisionero de la piedra ciega.

J. G.—El metal de mi llave es, pues, tan antiguo como la misma Tierra, cuya edad hoy es estimada en cuatro mil quinientos millones de añosa, ¿Significa esto el fin de nuestra investigación? Intuyo que no. Seguramente, es posible remontarse aún más en el pasado para encontrar el origen de la llave.

GKICHKA BUGDANOV.-El núcleo de hierro es el elemento más estable del universo. Podemos proseguir nuestro viaje al pasado hasta ese tiempo en el que la Tierra y el Sol no existían todavía. Sin embargo, el metal de su llave ya estaba allí, flotando en el espacio interestelar en forma de nube que contiene una gran cantidad de elementos pesados, necesarios para la formación de nuestro sistema solar.

J. G.—Cedo aquí a esa curiosidad que cimenta la verdadera pasión del filósofo: admitamos que, ocho o diez mil millones de años antes de tenerla entre mis manos, esta llave existía en forma de átomos de hierro perdidos en una nube de materia naciente. Pero, ¿de dónde venía esta nube?

I. B.—De una estrella, un sol que existía antes que el nuestro y que explotó, hace diez o doce mil millones de años. En ese momento, el universo estaba constituido esencialmente por inmensas nubes de hidrógeno que se condensan, se calientan, y acaban por encenderse y formar las primeras estrellas gigantes. En cierto modo, estas estrellas pueden ser comparadas a gigantescos hornos, destinados a fabricar los núcleos de los elementos pesados que son necesarios para la ascensión de la materia hacia la complejidad. Al final de su relativamente breve vida —apenas algunas decenas de millones de años—, estas estrellas gigantes explotan y lanzan al espacio interestelar los materiales que servirán para fabricar otras estrellas más pequeñas, llamadas estrellas de segunda generación, los planetas y los metales que contienen. Su llave, como todo lo que se encuentra en nuestro planeta, no es más que el «residuo» engendrado por la explosión de esa antigua estrella.

J. G.—Ése es el punto. Una simple llave nos lanza al fuego de las primeras estrellas.

Ese pequeño trozo de metal contiene toda la historia del universo, una historia que comenzó hace miles de millones de años, antes de la formación del sistema solar. Veo ahora extraños fulgores correr por el metal, cuya existencia depende de una larga cadena de causas y efectos que se extiende, en un período de tiempo impensable, de lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande, del átomo a las estrellas. El cerrajero que fabricó la llave no sabía que la materia que martillaba había nacido en el torbellino ardiente de una nube de hidrógeno primordial. De pronto, respiro con más amplitud. Y deseo ir más lejos, remontarme a un pasado todavía más remoto, anterior a la formación de las primeras estrellas. ¿Se puede decir algo más sobre los átomos que han de formar mi famosa llave?

G. B.—Entonces hay que remontarse lo más lejos posible, hasta el origen del propio universo. Nos encontramos, pues, quince mil millones de años atrás. ¿Qué pasó en ese momento? La física moderna nos dice que el universo nació de una gigantesca explosión que provocó la expansión de la materia. Todavía hoy podemos observarla; por ejemplo, en las galaxias. Esas nubes, constituidas por centenares de miles de millones de estrellas, continúan alejándose unas de otras por el empuje de esa explosión originaria.

J. G.—Basta medir la velocidad con que estas galaxias se separan para inducir el momento primero, en el que se encontraban concentradas en un punto; algo así como contemplar una película al revés. Al rebobinar la gran película cósmica imagen por imagen, acabaremos por descubrir el momento preciso en el que todo el entero universo tenía el tamaño de una cabeza de alfiler. Me imagino que es en ese instante donde hay que situar el comienzo de su historia.

I. B.—Los astrofísicos toman como punto de partida las primeras milmillonésimas de segundo que siguieron a la creación. Por lo tanto, nos encontramos a 10 -" segundos después de la explosión original. En este tiempo fantásticamente pequeño, el universo entero, con todo lo que contendrá más tarde, las galaxias, los planetas, la Tierra, sus árboles, sus flores, y la famosa llave, todo eso está contenido en una esfera de una pequeñez inimaginable: 10 -" centímetros; es decir, miles y miles y miles de millones de veces más pequeña que el núcleo de un átomo.

G. B.—Como comparación, el diámetro del núcleo de un átomo es «sólo» de 10 centímetros.

I. B.—La densidad y el calor de ese universo original alcanzan magnitudes que la mente no puede captar: una desmesurada temperatura de 10 " grados; es decir, un 1 seguido de 32 ceros. Estamos aquí frente al «muro de la temperatura», una frontera de calor extremado, más allá de la cual nuestra física se derrumba. A esta temperatura, la energía del universo naciente es monstruosa. Por lo que se refiere a la «materia» —si esta palabra puede tener aquí sentido—, está constituida por una «sopa» de partículas primitivas, antepasados lejanos de los quarks, partículas que interaccionan continuamente entre sí. Aún no hay ninguna diferencia entre estas partículas primarias, que

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