El Laberinto De La Soledad

A través de las páginas de “El Laberinto de la Soledad”, Octavio Paz hace una reflexión sobre el ser, o decirse ser, mexicano. Desde su primera edición en 1950 se le ha considerado una referencia obligada cuando se quiere hablar de los mexicanos, siendo pertinente en cualquier época en la que se lea. A mi consideración, el tema central del libro es que el mexicano sufre de una falta de identidad.

Antes de la conquista, los habitantes de los pueblos prehispánicos gozaban de una fuerte identificación con toda su cultura, el ser miembro de algún pueblo en específico era un privilegio. Había unificación en la mayoría de los aspectos, “se jalaba parejo”. Cuando el conquistador extranjero llegó, el mexicano comenzó la lucha por su identidad.

Los pueblos prehispánicos atestiguaron como toda su cultura fue aplastada frente a sus ojos, lo que habían construido por años les fue arrebatado en poco tiempo, de una forma brutal y despiadada. No siendo suficiente, se enfrentaron a la imposición de toda una cultura que no entendían, pero debían hacer propia. Costumbres, lenguaje, religión, todo nuevo, todo ajeno.

No hay nada a lo que el ser humano no pueda acostumbrarse, así que el mexicano interiorizó estos conceptos. Desde entonces comenzó a verse como característica del mexicano algo característico del extranjero, la profunda devoción católica. Atrás quedaron las ofrendas a los dioses del sol, la luna y la naturaleza. Ahora se llevaban flores a las vírgenes blancas de porcelana y se lloraba a los pies de una imagen sangrante.

Con el paso del tiempo, el mexicano ha sido alcanzado por ese fenómeno resultado de la globalización, el encuentro de diferentes culturas en un mismo país. Lo que resulta preocupante es que el pueblo mexicano parece haberle puesto más atención a la cultura de los extranjeros que a la propia. La riqueza cultural del mexicano es tan basta y extraordinaria que no tendría razón para avergonzarse de ella.

Una de las teoría del por qué el mexicano se siente de esa forma, es que lo que busca un compatriota es esconderse, pasar desapercibido, camuflarse con el ambiente. De acuerdo a Octavio Paz, el mexicano es una criatura que está dispuesta a obedecer sin pronunciar palabra, esté cómodo o no con lo que se le está diciendo, él debe guardar silencio. En el capítulo “Máscaras Mexicanas” queda perfecta ilustrado este punto. Al mexicano se le considera un ser reservado en exceso, una persona que defiende su intimidad como el más preciado de los tesoros. Entre los varones, está absolutamente prohibido mostrar que se tienen sentimientos, porque esto es una muestra de debilidad. El mexicano nunca mira a los ojos, ya que se siente desnudo, atravesado por miradas inquisidoras.

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