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El Otro Lado Del Espejo Richard Rorty


Enviado por   •  14 de Octubre de 2014  •  20.759 Palabras (84 Páginas)  •  409 Visitas

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Richard Rorty. EL OTRO LADO DEL ESPEJO.

El pragmatismo contemporáneo, del cual Rorty es la figura más destacadas, puede pensarse como la filosofía del fin de la filosofía (Rorro diría: la filosofía del fin de la Filosofía). Aunque fuerce la interpretación histórica, su posición es seductora y no le faltan apoyos empíricos al defender que todos los caminos filosóficos conducen al pragmatismo. Pero, sea o discutible esta tesis, que lo es, nos parece más importante otra que se apoya en ella: el pragmatismo es la filosofía que corresponde a la política liberal. Con lo cual se sobreentiende que todos los caminos políticos conducen a la democracia liberal. Y este es el juego de su discurso: defender el pragmatismo al servicio de la democracia liberal, y ésta como orden político adecuado a la actitud postfilosófica que describe el pragmatismo y que corresponde a nuestra época. Por eso creemos que Rorty recoge y aúna los muchos esfuerzos que, conscientemente o no, ha hecho la filosofía contemporánea por llevar la filosofía a su fin, silenciando que al mismo tiempo llevaban a su fin a la política, pues una política sin verdad es gestión, pero no creación de la ciudad. Rorty se ve a sí mismo como el lugar asintótico de confluencia de los diversos asaltos a la razón epistemológica, ética y política; y, sea o no cierto, nos parece indudable que se ve a sí mismo punto de confluencia. En cualquier caso, hemos de reconocer que con habilidad sabe trenzar los distintos discursos, sin lealtades anacrónicas, para construir un seductor producto final, que describe con la figura retadora del “ironista liberal”.

1. La estrategia de la deserción.

Consideramos como rasgo esencial de la filosofía contemporánea la deserción política (e incluso filosófica) de la filosofía. Por eso, y porque el propio discurso rortyano se exhibe como vanguardia de esa huída a la privacidad, nos parece conveniente preguntarnos por el lugar que ocupa Rorty en esa deriva. Aunque la mayor parte de la obra de Rorty versa sobre cuestiones ontológicas y epistemológicas, sobre redescripciones e interpretaciones de grandes filósofos, argumentaremos que Rorty es un pensador político, que toda su reflexión tiene un destino político, que incluso su llamada a la deserción es la máscara de una estrategia de defensa de una opción política. Nuestra idea principal es que la filosofía de Rorty diseña, con controlada equidistancia entre lo trágico y lo frívolo, la figura de la deserción filosófica al servicio de la política, pues encarna un aparente ritual de la inmolación de la filosofía para salvar la política. En el mismo se pide a la filosofía su deserción política como último sacrificio en la defensa de ésta; incluso se pide a la filosofía su propia autoliquidación como consagración definitiva en el altar de la política. En palabras publicitarias, su mensaje viene a ser: “que calle la filosofía para que viva la política”. Por supuesto, la “política liberal”, la única política que puede vivir sin filosofía, sin verdad; pues las otras figuras de la política, cualquiera de ellas, por intrínsecamente filosófica es presentada como incorregiblemente perversa.

Antes de Rorty han proliferado las doctrinas de la muerte o el fin tanto de la filosofía política como de la filosofía en general. Frecuentemente se escenificaba su muerte a manos de la ciencia positiva, unas veces lamentando y otras alentando el inevitable desenlace evolutivo. Del marxismo al positivismo, con su cenit en la filosofía analítica (en rigor, filosofía travestida en análisis), dichas posiciones, variadas y abundantes, han ido aportando descripciones y pathos antifilosófico facilitándose mutuamente el camino. La de Rorty, por tanto, encuentra terreno abonado: por eso, aunque sea la más insólita de todas, resulta incluso atractiva. Sin duda, además de ese favor de las tradiciones antimetafísicas del siglo XX, que él mismos e encarga de enfatizar mediante una reconstrucción selectiva y explícitamente parcial de la historiografía filosófica, cuenta con la complicidad de un orden social que necesita y reproduce una sensibilidad (sería impropio y contradictorio decir la “consciencia”) que, por decirlo en tono moderado, es filosóficamente neutral o insensible.

Resaltemos que en Rorty la fuga de la filosofía se hace en nombre de la política. Por tanto, no es un rechazo de la filosofía ante su falta de sentido, ante su inanidad, ante su carácter ilusorio, sino por su pretensión de dar y poner sentido; no es un repudio por imposible o estéril, sino por inoportuna e incluso peligrosa. A diferencia de las deserciones anteriores, no es por su carencia de verdad y en nombre de la verdadera fuente de la verdad, la ciencia o la positividad; es por su “pretensión de verdad” en un mundo en que se ha decidido vivir sin ella, en un mundo construido para vivir sin ella. Por eso la peculiaridad del discurso rortyano es la de ser político disfrazado de (anti)filosófico. Bernstein ha aludido al problema al señalar que Rorty nunca baja a la arena: "Rorty raramente desciende de su altura metafilosófica a los argumentos sustantivos" . Bernstein parece lamentar que, a pesar de la vocación política del discurso rortyano, éste se mantiene en los más estrictos límites de la abstracción filosófica: "Aunque el manifiesto de Rorty concierne a la democracia liberal, a las responsabilidades públicas y a las utopías políticas, es curioso qué poca política uno encuentra en este libro (Contingency, Irony and Solidarity). En realidad, a pesar de sus batallas contra la abstracción y los principios generales, tiende a dejarnos con vacías abstracciones" . Lamenta, pues, que con su abstracción no permita una confrontación directa de lo que está en juego, que ni siquiera es definido: "Lo que encuentro más criticable en la estrategia de Rorty-dice Bernstein- es que nos aleja de alternativas pragmáticamente importantes que necesitan ser confrontadas" . Efectivamente, elegido el escenario pragmatista, el filósofo puede abandonar el debate metafísico, epistemológico y moral sobre la verdad, pero eso no le libera de la exigencia de justificar su posición política; al contrario, dado que ésta ya no pretende estar investida de verdad, necesita más que nunca poner en escena una justificación, argumentos suficientes. Pero Rorty, como bien observa Bernstein, no lo hace, no baja a la arena política con propuestas suficientes y argumentadas; prefiere darse a la fuga.

Esta estrategia no es exclusiva de Rorty, sino muy común en el último tercio del siglo XX. J. R. Wallach ha abordado el problema de la ocultación de la política en el debate filosófico en referencia crítica a los presupuestos de fondo de todo el debate filosófico contemporáneo: "Este problema

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