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El Sentido De La Muerte


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2012  •  1.110 Palabras (5 Páginas)  •  477 Visitas

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EL SENTIDO DE LA MUERTE

Para el israelita, como para muchas religiones primitivas, la muerte no viene de Dios sino del hombre mismo. Es castigo del pecado. Dios no quiere la muerte. Quiere que el hombre viva. El demonio es el que quiere la muerte del hombre y tienta al hombre para que peque y muera.

El pecado, el delito, la maldad, llevan a la muerte. La autoridad pública castiga al delincuente con la muerte. Pecado y muerte son interdependientes. Pero ¿cómo justificar la muerte del inocente? El judío no tiene respuesta a esta pregunta. Espera una revelación más plena que empieza a vislumbrarse en los últimos libros del Antiguo Testamento, en los libros de los Macabeos o en el de la Sabiduría, y se manifestará plenamente en el Nuevo Testamento.

Aceptando el hecho de la muerte y aun encontrándole un sentido, el hombre quiere liberarse de ella, vencer la muerte; aspira a la vida, a una vida plena, a una vida sin fin. Pero él sabe que esto no depende de él; tampoco depende de los médicos, lo sabemos mejor que nadie: todos los enfermos, todos, al final, se nos mueren. Pero Dios que es "el viviente", que es "la vida", puede liberarnos de la muerte. Dios quiere que el hombre "se convierta y viva". La enfermedad es un correctivo que invita al hombre a prepararse para esa vida sin fin a la cual aspira. El padre que castiga a su hijo apunta a lo mismo: a liberarlo del pecado y de la muerte para que pueda vivir la vida plena. Pero la Biblia va más lejos. Entrevé un mesías, el "servidor de Yahvé", que librará a los hombres de la muerte, aun aquellos que ya murieron y que arrastran en el sheol una existencia miserable. El sheol adquiere carácter de un purgatorio, más que de un infierno: un lugar de espera, de purificación, la antesala de un destino diferente, de un destino mejor. Judas Macabeo pide que se ofrezcan sacrificios por los que han muerto en el combate. Los mártires de la persecución de Antíoco mueren con confianza de que gozarán en otra vida por premio de su fidelidad a Dios. Se puede, por lo tanto, salir del sheol, y más allá del sheol hay algo que más tarde los cristianos llamarán el cielo.

En el Nuevo Testamento -Evangelios, Cartas de San Pablo, Apocalipsis, Hechos y Cartas de los Apóstoles- todo se aclara y se constituye lo que será la fe definitiva del pueblo cristiano.

El hombre vive sujeto a la ley del pecado y de la muerte y no puede por sus propios esfuerzos librarse de ellos. Entonces Dios baja del cielo a la tierra; se hace hombre, comparte el destino humano; asume el pecado, sin haberlo cometido; se somete al sufrimiento y a la muerte, a una muerte real, semejante a la nuestra, con dolor, angustia, agonía, con desesperanza. Una vez muerto, su cadáver es puesto en el sepulcro. Pero Él "desciende a los infiernos" -como lo dirá más tarde el Credo-, al lugar de los muertos, al sheol, y libera a estos abriéndoles paso a lo que más tarde se llamará el cielo. Su cadáver resucita, se transforma en un cuerpo glorioso, transfigurado, y después de aparecerse a sus discípulos, asciende al cielo. Y deja abierto el

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