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El Valor De La Solidaridad Para La Convivencia De Los Adolescentes


Enviado por   •  26 de Julio de 2011  •  1.254 Palabras (6 Páginas)  •  9.228 Visitas

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El valor de la solidaridad para la convivencia de los adolescentes

Importancia (por qué?)

La solidaridad se emana de la fraternidad humana y cristiana, se expresa ante todo en la justa distribución de bienes, en la equidad y en el esfuerzo a favor de un orden. Entendemos, por tanto, que el concepto de solidaridad, está estrechamente vinculado con el de convivencia de todos los hombres; una convivencia que les impulsa buscar el bien de todas las personas, por el hecho mismo de que todos son iguales en dignidad gracias a la realidad de la filiación divina.

La solidaridad, se enriquece y alcanza su plenitud cuando se le adhiere la virtud de la convivencia, cuando se realiza por amor, cuando se convierte en entrega. Nadie ama más que el que da la vida por sus hermanos. El verdadero amor al prójimo, la verdadera convivencia y entrega, se manifiestan en eso: en dar la propia vida.

Esta virtud, que debe formar como el entramado de la convivencia, no causa quizá una gran admiración; sin embargo, cuando falta se echa mucho de menos, se vuelven tensas las relaciones entre los hombres y se falta frecuentemente a la caridad; a veces, este trato se torna difícil o quizá imposible. La convivencia y las otras virtudes con las que se relaciona hacen amable la vida cotidiana: la familia, el trabajo, el colegio, la vecindad. Son opuestas, por su misma naturaleza, al egoísmo, al gesto destemplado, al malhumor, a la falta de educación, al desorden, al vivir sin tener en cuenta los gustos, preocupaciones e intereses de los demás.

Justificación (Cómo y para qué)

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”. Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”. Mc 2, 13-17.

Jesús se encuentra bien entre gentes tan diferentes. Se siente bien con todo el mundo, porque ha venido a salvar a todos. No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Y como todos somos pecadores y nos sentimos algo enfermos, Jesús no se separa de nosotros. En esta escena contemplamos cómo el Señor no rehuye el trato social; más bien lo busca. Se entiende Jesús con los tipos humanos y los caracteres más variados: con un ladrón convicto, con los niños llenos de inocencia y de sencillez, con hombres cultos y pudientes como Nicodemo y José de Arimatea, con mendigos, con leprosos, con familias. Este interés manifiesta el afán salvador de Jesús, que se extiende a todas las criaturas de cualquier clase y condición.

La solidaridad; esa disposición permanente de colaborar con el bien común; la misma que une, hermana y desarrolla a los hombres, no es algo extraño a nosotros, ni es un ideal inalcanzable, no. La solidaridad es parte de nosotros, está en la naturaleza misma del ser humano y se relaciona directamente con su también naturalísima tendencia social. La virtud de la convivencia es el respeto mutuo, que nos mueve a mirar a los demás como imágenes irrepetibles de Dios. En la relación personal con el Señor, el cristiano aprende a “venerar la imagen de Dios que hay en cada hombre”. También la de aquellos que por

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