Emmanuel Kant, Filosofía de la historia
Enviado por Abrupto Beats • 16 de Junio de 2019 • Ensayo • 3.518 Palabras (15 Páginas) • 197 Visitas
Filosofía Moderna II.
González Aguillón César Omar.
El progreso a partir del cristianismo en Turgot y algunas observaciones
Si ahora nos preguntamos: ¿es que vivimos en una época ilustrada? la respuesta sería: no; pero sí en una época de ilustración. Falta todavía mucho para que, tal como están las cosas y considerados los hombres en conjunto, se hallen en situación, ni tan siquiera en disposición de servirse con seguridad y provecho de su propia razón en materia de religión. Pero ahora es cuando se les ha abierto el campo para trabajar libremente en este empeño, y percibimos inequívocas señales de que van disminuyendo poco a poco los obstáculos a la ilustración general o superación, por los hombres, de su merecida tutela.
Emmanuel Kant, Filosofía de la historia.
Introducción
El propósito de este ensayo es mostrar como la religión (cristianismo) tiene, y tuvo, en su debido tiempo, suma importancia en el progreso del género humano, entendiendo progreso como los avances en cuanto a la presencia del sentido moral, ya que a mi parecer, la moralidad es fundamental al hablar de progreso en el hombre, porque al tomar como base el establecimiento de la moralidad, el resto de los avances, ya sean científicos, tecnológicos o artísticos, se realizan procurando la preservación de nuestro género.
Para realizar lo anterior, nos serviremos del Discurso sobre las ventajas que el establecimiento del cristianismo ha procurado en el género humano.[1] Además, se tomarán en cuenta algunos pasajes del texto llamado Filosofía de la historia,[2] que nos serán de utilidad para polemizar el texto anterior. Cabe señalar que mi postura no está absolutamente a favor de que la religión (cristianismo) sea quien causa los progresos más puros en nuestro género, pero sí a favor de que la religión tiene un papel importante a la hora de hablar de progreso.
La naturaleza de Dios y la felicidad del hombre
La religión cristiana tiene a Dios por autor, ¿y podría Dios darnos leyes que no fueran beneficiosas? […] No; por apartadas que sean las rutas por las que conduzca Dios a los hombres, su felicidad es siempre el fin.[3]
Me gustaría comenzar con este apartado que versa sobre la naturaleza de Dios y la felicidad del hombre en Turgot, puesto que el primero influye de manera directa sobre el segundo, o al menos eso es lo que logro percibir de manera inmediata al realizar la lectura de su Discurso. Antes de tratar el texto de manera apropiada, bien es cierto que el hombre ha ido detrás de lo que se denomina felicidad desde hace mucho tiempo, tenemos el claro ejemplo aristotélico de que el hombre tiene que procurar su felicidad, pero hasta el propio Aristóteles modera el modo de obtenerla, es decir, plantea ciertos parámetros de comportamiento para llegar a ella, lo que de manera similar a procurado el cristianismo.
Se ha tenido en esta religión a Dios como un ser bondadoso que se encuentra dispuesto a ayudar al ser humano para que logre sus finalidades, mismas que nos inherentes. Tenemos por lo tanto a un Dios que es bondadoso por naturaleza, gracias a ello todo lo que hace este Dios es bueno, incluyendo a sus creaturas, inmerso en esa creación se encuentra el ser humano; dado que el hombre es bueno, todo lo que se halla dentro de sí es bueno, la naturaleza da dado a los hombres el derecho de ser felices,[4] menciona el autor, con ello podemos notar que la felicidad se encuentra dentro de nuestras posibilidades, espera ser desarrollada.
Aunado a lo anterior, Dios obedece a las normas de lo eterno, él mismo es eterno y podríamos pensar, por el momento, que sus acciones llevan consigo el mismo carácter; al ser el hombre un producto de las acciones de Dios, se pensaría que el hombre es eterno, sin embargo en cierto sentido no lo es, ya que existe la muerte para nosotros, entonces… ¿En dónde se encuentra nuestra eternidad (en caso de que exista tal característica para nosotros) al formar parte de las acciones de un ser eterno? Considero que no es tan precipitado asumir que: el hombre es un compuesto de alma y cuerpo, porque partimos de la concepción cristiana. Entonces aquí podríamos encontrar la repuesta a la cuestión anterior.
Sí, el hombre forma parte de lo eterno, debido a que su alma es el único componente que permanece después de la muerte del mismo compuesto, inclusive se dice que lo que muere es el cuerpo, mientras que el alma regresa a su lugar de origen (aunque no necesariamente, ya que hay un castigo por el mal comportamiento que se haya tenido en la vida terrenal, asunto que será tratado propiamente en el tercer apartado de este escrito). Con lo anteriormente dicho, el hombre, participa de dos naturalezas: lo temporal y lo eterno. Esto nos es de utilidad para notar que como seres que participan de dos mundos, aspiramos a dos tipos de placeres, los temporales y los eternos.
Evidentemente Dios procuraría para el hombre los bienes eternos y no los terrenales o temporales, esto a causa de su naturaleza más propia, la del alma. Consideremos además que se habla dentro del cristianismo de un Dios bondadoso y de su hijo que es medianamente humano (Jesucristo), es importante que notemos el vínculo que se hace presente entre Dios y el hombre, ya que de esta manera es más fácil comprender el por qué la religión (cristianismo) es necesaria para que el hombre se encuentre con el sentido moral que es de suma importancia.
El género humano antes del cristianismo
¡Extraño cuadro el del universo antes del cristianismo! Todas las naciones hundidas en las supersticiones más extravagantes; las obras de arte, los más viles animales, las pasiones mismas y los vicios deificados. La más ofensiva disolución de las costumbres autorizada por el ejemplo de los dioses y a menudo, incluso, por las leyes civiles.[5]
Claro está que la crítica que realiza Turgot al pasado acerca de sus deidades y costumbres, se da a partir de una postura cristiana, ¿de qué otra forma podría ser? Es necesario no perder de vista esto, porque se hallará un lazo con el tercer apartado. El autor manifiesta que en el mundo griego, a pesar que de los dioses se mostraban a los ciudadanos griegos como seres humanos (asunto de importancia, ya que parece que al poner a los dioses como seres humanos, el vínculo es más evidente, y el hombre se sentirá más cercano a esos dioses), con sus debidas pasiones, con vicios, con virtudes o con simples comportamientos como el habla, parece que se les olvidó por completo que los dioses deben estar por encima de los hombres, y tienen que ser ejemplo para el ser humano.
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