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Ensayo Sobre La Apologia De Socrates


Enviado por   •  1 de Enero de 2015  •  2.507 Palabras (11 Páginas)  •  212 Visitas

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Introducción

Sócrates vivió del 470 al 399 A. C. Nació en Atenas, fue hijo de Sofronisco, un escultor, y de Fenareta, una comadrona y recibió una educación tradicional en literatura, música y gimnasia. Más tarde se familiarizó con la retórica y la dialéctica de los sofistas, las especulaciones de los filósofos jónicos y la cultura general de la Atenas de Pericles. Creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura y, en virtud de esta convicción, pasó la mayor parte de su vida en los mercados y plazas públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con todo aquel que quisiera escucharle, y a quienes solía responder mediante preguntas. Creó así un método denominado mayéutica (o arte de "alumbrar" a las almas) a través de él, lograba que sus interlocutores descubrieran la verdad a partir de ellos mismos. Según los testimonios de su época, era poco agraciado y de escasa estatura, lo que no le impedía actuar con gran audacia y dominio de sí mismo.

Pero hoy no hablaremos de eso, me enfocare en hechos más importantes, en un hombre, fiel a sus creencias.

Desde Pericles hasta Sócrates, cada uno de ellos no acude a los dioses

de Homero para explicar y solucionar los problemas de la vida del hombre, sino se basan en la razón.

Sócrates, con sólo haber escuchado una vez la acusación, ya tiene las armas suficientes para debatirla. Sólo le bastó analizarla rápidamente para darse cuenta de la falacia que sustentaba este argumento.

"en lo tocante a los dioses, no puedo saber si existen o si no existen, ni que forma puedan tener, hay muchas cosas que impiden este conocimiento, como son la oscuridad del asunto y la brevedad de la vida humana"

Ahora la pregunta es: ¿está Sócrates en contra de las ideas de cada una de estos sofistas, o por el contrario, les apoya? podría decirse que en cuanto a sus doctrinas no tiene nada más que agregar. Aunque la escuela sofística y el periodo en que vivió Sócrates se desarrollan paralelamente, esto no significa que se parezcan acaso sus métodos de enseñanza. Son distintos, en primera porque aquel no era el objetivo de Sócrates. El principal es, como ya habíamos dicho, llegar a la verdad, y el de los sofistas es formar jóvenes aptos para la vida política, guiándolos por el camino del bien. Cabe aclarar en este punto que no nos referimos a los sofistas llamados "maestros del engaño", sino a los llamados "maestros del saber”.

Desarrollo

Sócrates ha llegado hasta el centro de la Asamblea, espera a que los jueces le den la palabra y se prepara para afrontar las acusaciones que ha recibido anteriormente. Sin embargo, él está tranquilo, porque sabe simplemente que la verdad está dentro de él, y que ninguno de sus acusadores tiene esa ventaja. Sabe, también, que los jueces que se encuentran frente a él son personas críticas e inteligentes, sin embargo, humanas al fin, son fácilmente impresionables e ingenuos ante el arte de la retórica. Pero Sócrates no se dispone a actuar de esa manera. A pesar de que está en peligro de ser condenado a muerte, no intentará en su discurso convencer a los jueces y sabios por medio de engaños. Pretende, por el contrario, abrirles los ojos a la verdad.

La apología puede dividirse en tres partes, cada una de las que tiene su objeto.

En la primera parte, la que precede a la deliberación de los jueces sobre la inocencia o la culpabilidad del acusado, Sócrates responde en general a todos los adversarios que le han ocasionado su manera de vivir lejos de los negocios públicos y sus conversaciones de todos los días en las plazas, en las encrucijadas y en los paseos de Atenas. Sócrates, se decía, es un hombre peligroso, que intenta penetrar los misterios del cielo y de la tierra, que tiene la magia de hacer buena la peor causa, y que enseña públicamente el secreto. Sócrates responde que jamás se ha mezclado en las cosas divinas; que su enseñanza no era como la de los sofistas que exigían un salario, si bien sobre este último punto no había acusación.

En fin, en apoyo de esta enseñanza popular, esforzándose en hacer ver a los unos su falsa ciencia, y a los otros su ignorancia, invoca una misión sagrada recibida del dios de Delfos. ¿Era este el camino de congraciarse, teniendo en frente los resentimientos profundos que hacía mucho tiempo había excitado su punzante ironía? No; toda esta justificación, que elude los cargos más bien que los rechaza, sólo podía servir para aumentar la desconfianza de los jueces, prevenidos ya en su contra.

Dice que ha conversado sucesivamente con los poetas, con los políticos, con los artistas y con los oradores; es decir, con los hombres que pasan por los más hábiles y los más sabios de todos; y como ha visto en los unos y en los otros, en medio de su exagerada pretensión a una sabiduría y a una habilidad universales, igual incapacidad para justificarlos hasta en el dominio limitado de su respectivo arte, declara que a sus ojos la sabiduría humana es bien poca cosa, o más bien, que no es nada si no se inspira en la única verdadera sabiduría, que reside en Dios, y que sólo se revela al hombre por las luces de la razón.

Al iniciar su discurso, ya ha comenzado por poner las condiciones necesarias para que su defensa sea comprendida y analizada como es debido. Expresa así el deseo de que se le escuche y se le mire como a un extranjero, con el cual se toman las consideraciones pertinentes para hacer caso omiso de su manera de hablar, si bien solo se atenderá a si lo que él dice es justo o no. Por otra parte, Sócrates pone en manifiesto desde sus primeras palabras el impacto que le han provocado las acusaciones antes mencionadas. De igual manera no desconoce que tiene dos clases de adversarios: los primeros representan el mayor peligro, ya que son los que se han encargado de moldear la opinión que el juzgado tiene desde hace largo tiempo con respecto a él. Los segundos son sus últimos acusadores, aquellos que han formado una serie de calumnias y de mentiras para reforzar las sospechas en su contra.

Puesto que Sócrates tiene que habérselas con dos suertes de taimados y astutos personajes, y además de que desconoce la identidad de los segundos ¿qué es lo que debe hacer primero?

Lo que decide es tratar de probar el error de la primera acusación, hela aquí:

“Sócrates es un impío, por una curiosidad criminal quiere penetrar lo que pasa en los cielos y en la tierra, convierte en buena una mala causa y enseña a los demás sus doctrinas “.

Estas palabras, pertenecientes a Melito, uno de los acusadores de Sócrates, ya habían sido planteadas en la comedia de Aristófanes, en la que se pinta a Sócrates

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