Etica Y La Moral
Enviado por glomaje • 22 de Septiembre de 2013 • 8.913 Palabras (36 Páginas) • 381 Visitas
La diferencia esencial entre el animal y el hombre radica en la capacidad estimativa de este. Solo el hombre es capaz de tomar distancia respecto del mundo que lo rodea, juzgarlo, valorarlo, estimarlo.
La capacidad estimativa del hombre se extiende incluso a sus propias acciones, a las que es capaz de juzgar como buenas o malas. Solo el hombre es sujeto moral
La palabra Moral hace referencia a la conducta y a los actos humanos desde el punto de vista de su valor: como buenos o como malos. Moral no se contrapone a inmoral, sino a amoral. Amoral es quien carece de sentido moral, totalmente indiferente al bien y al mal.
Pero la palabra moral tiene también otro significado: designa una parte de la filosofía, una disciplina que tiene por objeto el estudio de los actos humanos considerados en su aspecto de bondad o maldad, e investigando el fundamento de tal valoración. En tal sentido se habla de Etica o Moral.
La palabra “ética” deriva del griego “ethos”, que significa carácter o modo de ser adquiridos. “Moral” proviene del latín y significa carácter o costumbre.
La ética es una disciplina normativa. Mientras la psicología y la sociología estudian el comportamiento humano tal como se da de hecho, y son por tanto, disciplinas descriptivas y a posteriori, la ética establece a priori , cómo debe ser la conducta humana, imponiendo normas para el obrar.
Por ser normativa, la ética se relaciona con la metafísica y la antropología filosófica, pues estas se ocupan de la naturaleza esencial del hombre. Según cuál sea esa esencia o naturaleza última de lo humano las normas éticas se ajustarán a ella. Para no traicionar esa esencia, el obrar humano deberá ser acorde a ella. Debemos recordar aquello del ”temor al propio espejo”, pues es sabido que el conocimiento que el hombre tiene de sí mismo no deja intacto su obrar sino que lo condiciona.
La ética se divide en general y especial. La ética general establece las normas universales del obrar humano, válidas para todo hombre en cuanto tal, los deberes morales comunes a todos los hombres. La ética especial determina y fundamenta cuál debe ser el comportamiento humano, teniendo en cuenta las circunstancias particulares de cada situación.
Unicamente el hombre es sujeto moral, pues solo el hombre es capaz de reflexionar sobre sí mismo, tener conciencia de sí y de las cosas como ajenas a sí. En esta capacidad de objetivar el mundo circundante, que se extiende incluso a sus propias acciones, a las que puede ver a distancia, juzgarlas y valorarlas, estriba la capacidad de ser sujeto moral, capacidad que es inherente a la condición humana.
Para que un acto pueda ser juzgado como moral o inmoral, el hombre debe contar con dos requisitos previos: conocimiento y libertad. Debe conocer todas las alternativas posibles de su obrar y todas las consecuencias de cada una de ellas. También debe ser libre para decidir, sin presiones de ningún tipo. De ahí derivan la imputabilidad y la responsabilidad de los actos humanos. Estas se pueden ver alteradas por algunos factores que las condicionan. Estos condicionamientos que limitan la libertad del hombre y su obrar como sujeto moral pueden ser psicológicos o sociales. Así, el miedo que paraliza, la timidez que impide actuar, o los valores impuestos por el grupo social, limitan la libertad de acción y de conciencia que presupone el acto moral.
Existen quienes piensan que el hombre es absolutamente libre de todo condicionamiento: Sartre niega todo tipo de determinismo y afirma que el hombre es absolutamente libre a la hora de actuar, incluso es responsable de sus propias pasiones. En cambio, otros, como Freud, opinan que el
hombre está absolutamente determinado por sus instintos inconscientes. Según Garaudi, el problema moral no es simple: no se trata de la aceptación ciega de los valores y las conductas que se nos imponen, ni tampoco es la afirmación de una libertad radical para establecer nuestros valores. El problema moral tampoco puede ser evitado y ningún conocimiento científico puede reemplazarlo. La ciencia puede develar muchos enigmas, puede otorgar al hombre muchas certezas, pero jamás podrá resolverle al hombre los dilemas que le plantea su conciencia moral.
La ciencia sabe cómo clonar seres humanos, manipular genes, o fabricar bombas nucleares, pero el dilema moral que esto suscita no puede solucionarlo la ciencia.
También plantea Garaudi que es preciso pasar de una moral heterónoma a una moral autónoma. Nacemos en el seno de una cultura que nos impone determinados valores éticos. Lo bueno y lo malo, lo que se debe hacer o se debe evitar se nos imponen desde la más temprana edad. Pero nadie establece cuáles son los fundamentos de esos valores morales que subyacen a las normas impuestas. Esta imposición reviste las más variadas formas: mitos, religión e ideologías.
El tránsito de esa moral externa a la construcción de una moral propia debe darse partiendo de la confrontación de las contradicciones existentes entre una moral y otra, en los períodos de crisis en que las sociedades sufren violentas revoluciones sociales que producen transformaciones profundas en su estructura, o bien confrontando las contradicciones entre lo que se profesa y lo que se hace en una sociedad determinada. Existen flagrantes contradicciones en nuestra sociedad. La igualdad entre todos los hombres, proclamada como ideal moral desde los tiempos de la Revolución Francesa, está en abierta contradicción con la realidad social en que vivimos, donde las desigualdades económicas convierten a unos hombres en amos y a otros en esclavos.
La conciencia moral, inherente a la naturaleza humana, sigue un largo proceso de maduración, en el cual se pueden reconocer varias instancias.
En una primera etapa, el niño funciona como un mero eco resonante de la moralidad adulta. Aprueba y desaprueba sin ser conciente de los fundamentos de ello. La conciencia moral, en esta etapa sirve a un fin que no es conocido por el sujeto, pues el niño se apropia sin quererlo, de la moralidad dominante en su medio.
Más tarde, el sujeto comenzará a introyectar valores que no ha elegido, no ha optado por ellos con responsabilidad y conciencia. El temor a la censura es el motor que lo impulsa a obrar, y la “buena conciencia” coincide aquí con la obediencia. Defenderá concientemente y con total convicción determinadas posturas éticas que creerá suyas, pero que sólo han sido puestas en él por la cultura en que está inmerso.
Pero lo anterior no es definitivo. La conciencia moral puede acceder a un nivel real de libertad y responsabilidad que supere a la mera aceptación. El individuo podrá apartarse de los modelos tradicionales poniendo en juego una moral autónoma que lo conduzca a una praxis
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