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Existencia De Dios


Enviado por   •  14 de Marzo de 2014  •  1.307 Palabras (6 Páginas)  •  209 Visitas

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El existir, aplicado a Dios, se refiere, por supuesto, a un existir real, objetivo; no a una mera realidad de conciencia, de imaginación o de cultura, en que piensan los profetas de «la muerte de Dios». Debemos precisar, además, que el verbo existir, dicho de Dios, debe ser entendido sin la nota de dependencia u origen que sugiere el prefijo ex (ex sistere, en latín), dando al verbo ser (esse, en latín) toda su intensidad óntica, que es más que el durar cosmológico: Dios no existe, es simplemente.

El tema de la existencia de Dios se presenta como problema en dos sentidos y momentos distintos. En primer lugar, en el sentido de demostrabilidad, que supone o implica dos cosas: que la existencia de Dios no es un dato evidente, simplemente observable (en ese caso sería mostrable, no demostrable); y que, no siendo evidente en sí, se puede llegar a su conocimiento por vía de demostración o conocimiento científico. En segundo lugar, supuesta la posibilidad de indagar su existencia, queda el problema de la demostración o realización de aquella posibilidad.

Las causas eficientes que obran en la naturaleza, si bien actúan o causan de una manera real o efectiva, dependen, sin embargo, de otra causa para ser y para obrar. Así, por ejemplo, el crecimiento de las cosechas depende (en parte) de las lluvias caídas sobre los campos; éstas, de la formación de las nubes; éstas, de la condensación del vapor, el cual procede de la evaporación de los mares, etc.

Esto nos revela que todas las causas que actúan en el mundo tienen el carácter de causas segundas, es decir, de causas causadas, y que todas las cosas que obran son contingentes (o no tienen en sí mismas la causa de su ser).

Es preciso entonces buscar una Causa Primera, causa de sí misma, que explique el ser de cuanto es y la actuación de todas las causas segundas que en sucesión o en simultaneidad obran en el mundo.

Si lo que conocemos es, ante todo, las cosas finitas, y si éstas no tienen en sí mismas su causa o razón de ser, será necesario que exista una causa o razón suprema. Si esta causa fuera incognoscible o si no existiera, habría que declarar fracasada la empresa humana de saber y la filosofía como ciencia de las causas últimas.

Abierto el camino de la demostrabilidad de la existencia de Dios, nos queda ahora el recorrerlo.

Una pregunta que surge, antes y después de la demostración, es sobre la facilidad o dificultad de ese camino. La respuesta (que condiciona éticamente la responsabilidad de los ateos) ha sido históricamente varia. Muchos pensadores cristianos primitivos daban por supuesto que se trataba de un camino fácil, inducidos a pensar así por el libro de la Sabiduría (cap. 13) y por la carta de San Pablo a los Romanos que hablan de conocimiento fácil de Dios a través de las criaturas y de inexcusabilidad de los ateos.

En contra de esta facilidad están: el hecho tan frecuente de ateos teóricos sinceros, la discusión existente entre los especialistas sobre el valor probativo de las «vías» de demostración, y el testimonio del mismo Santo Tomás, que aduce como razón de conveniencia de la divina revelación para conocer la verdad natural sobre Dios el que «de lo contrario la conocerían pocos, después de mucho tiempo, y con mezcla de muchos errores».

Pienso que la respuesta debe ser dada con una doble distinción: el conocimiento de la existencia de Dios es difícil, como término de un proceso metódico y científico, rigurosamente crítico, que lleve a un Dios trascendente y personal. Pero un conocimiento precrítico, cuasi espontáneo de Dios a través del espectáculo de la naturaleza y del fenómeno de la propia conciencia, resulta fácil para un hombre normalmente educado, sin deformaciones intelectuales (prejuicios) o morales (vicios); en cambio, ha de resultar muy difícil para el hombre agnóstico o de vida moral desordenada, que chocaría instintivamente con una idea de Dios que comprometiese consecuentemente su vida.

En el capítulo anterior, la tesis de la demostrabilidad era contraria tanto a la supuesta

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