Giordano Bruno
Enviado por franrain821 • 14 de Abril de 2013 • 368 Palabras (2 Páginas) • 439 Visitas
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Casi cuatrocientos años después de su brutal asesinato se desempolvan, para su estudio, las obras de este filósofo y mago del Renacimiento.
En los albores de un milenio, nos planteamos tristemente el valor de aquello que han forjado nuestras ambiciones en los tres últimos siglos, semillas de esperanza que fructifican como pesadillas de plomo…
Giordano Bruno es el filósofo para aquellos que hallan una raíz mística en la ciencia, no para los que se envanecen de sus frágiles y quebradizos conocimientos, sino que visten y dan esplendor a sus conocimientos con sus actos.
Y es que Giordano, antes que Galileo presentase tímidamente las pruebas del sistema heliocéntrico, ya hablaba de infinidad de mundos, de soles y tierras, partículas vivas y conscientes en este inmenso Ser que es el Universo y que Bruno llamaba el TODO EN TODO. Un filósofo que, adelantándose a las actuales hipótesis Gaia, presenta a la tierra como un gigantesco organismo que respira, piensa y coordina con voluntad propia sus mecanismos automáticos. Tierra que se renueva continuamente, en el eterno devenir de sus giros.
Un gran conocedor de los misterios del alma, que trescientos años antes que Jung, nos habla de símbolos vivos que rigen el mundo de la psique, símbolos comunes para la Humanidad, y que en armonía con la naturaleza hacen resplandecer el alma y devuelven la salud perdida en el desequilibrio.
Un mago para el que todo se halla interrelacionado en la Naturaleza por invisibles hilos, como una inmensa caja musical en la que resuena incesantemente el PAN TO PAN (“todo está en todo”) de los clásicos. Un mago que como si fuese una cuerda vibrante de conciencia al ser pulsada por la Divinidad inmanente en todas las cosas, se convierte en una Fuerza Viva al servicio de la Naturaleza.
Un héroe que defendió con su vida sus principios y a quien la incomprensión y críticas de su tiempo no abatieron. A quien los fríos y lacerantes dedos de la tortura durante más de siete años no arrebataron su inquebrantable convicción de cuanto enseñó.
Sean estas breves líneas el canto de un recuerdo, no para solazarnos en la estéril añoranza, sino para que los que nos consideramos filósofos “a la manera clásica” escribamos la melodía de un futuro…
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