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Humberto Maturana Entrevista


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2013  •  4.666 Palabras (19 Páginas)  •  274 Visitas

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La historia como ficción literaria

Humberto Maturana: «Las extinciones de las especies siempre son por pérdida de la concordancia ecológica»

Hernán Dinamarca

Publicado el 15 de Mayo, 2011

Debe ser una de las mentes chilenas más universales. Es inequívocamente seductora su reflexión sobre la vida y la humanidad. Es un científico que alaba la importancia del trato cara a cara. Ese simple hecho lo retrata mejor que nada: es un hombre que habla, escucha y observa. *

- ¿Qué imágenes tiene del Chile de la primera mitad del siglo?

- De un país muy centrado. Con una importante conciencia y responsabilidad social que se me hizo real al ver cómo reaccionó para el terremoto de Chillán y antes con la gente que vino de las salitreras. Crecí en una época en la que ser chileno tenía un sentido emocionante: ser parte de un país que estaba ocupado y preocupado en un quehacer de todos.

- Linda época, había mística de país.

- Había mística, un proceso de prepararse para dar algo al país. Uno estudiaba para devolver lo que había recibido. Recibí instrucción gratuita por el solo hecho de ser chileno.

- Pero hoy también tenemos una mística: la del país tigre que crece y avanza a la modernidad.

- Esta mística es muy distinta. Antes, la misión era la del país como una totalidad, la de algo que le pertenecía a uno, con intención de contribuir en el sentido social de su quehacer. En cambio, lo actual tiene que ver con la competencia, con el mercado, con la apariencia. No tiene que ver con el ser, sino con el parecer. La apariencia no es inspiradora; pero el deseo de participar con el ser y con sentido de pertenencia sí resulta inspirador.

- La de antes era una sociedad más tradicional, más colectiva, más tribal.

- Más tribal, es cierto, era más tribal. La educación, la salud y una serie de cosas eran responsabilidad del Estado. Uno crecía con esa convicción. En el colegio, el curso de Educación Cívica le mostraba a uno su participación en el país, no sólo para las elecciones, sino en todos los espacios de responsabilidad. Y eso no existe ahora. Ser un tigre o ser un país que avanza rápido en lo económico, tocando sólo a algunas personas, no inspira.

- Usted es un biólogo cuyas opiniones siempre tienen eco en la vida social y en las comunicaciones. A mí me llama la atención, pues lo común es que las ciencias se separen. Los biólogos se ocupan de la vida orgánica casi separada de lo que es la interacción orgánica y social del lenguajear, que sería preocupación de las ciencias sociales. ¿Por qué usted las vincula e incluso siempre hace metáforas entre ambas dimensiones?

- Nunca viví a las ciencias en su clasificación separatoria. ¿Por qué? No lo sé, tal vez por el hecho de que en el colegio uno podía conversar de todo. Tal vez porque antes de hacerme biólogo estudié medicina en la Universidad de Chile, y en un hospital cuyo carácter era ser formador de médicos conectados con lo social. Estudiábamos lo que pasaba con las familias, con los niños, las casas, en relación a la sanidad, a las enfermedades infecciosas. Eso, tal vez, me llevó a tener una visión amplia, en la cual todas las cosas se entrecruzaban.

- Son bellas sus metáforas desde la biología a lo social, y son portadoras de un profundo contenido político. Por ejemplo, «La Biología del Amor» es una invitación revolucionaria a aceptar la legitimidad del otro en la vida social.

- Es extraño. Llegué a «La Biología del Amor» no desde un punto de vista político ni filosófico. Ni siquiera desde una preocupación por lo social. Llegué desde el estudio de la percepción y desde ahí a darme cuenta que al lenguaje sólo lo podía entender como un fenómeno cultural. Y en esa búsqueda surge el espacio de convivencia en el cual el lenguaje podría tener origen. Eso me llevó a mirar un ámbito biológico en el cual el discurso de la competencia no resultaba satisfactorio. Se habla mucho de la competencia, de la lucha en la vida salvaje. Pero si uno es un biólogo que está dispuesto a mirar, ocurre que eso no es así, los seres vivos no están luchando unos con otros, sino que se deslizan unos en el espacio de los otros y la mayor parte del tiempo sin tocarse. Claro, muchas veces uno es el alimento del otro, pero lo central de la relación no es lo agresivo, sino que es una parte del vivir nada más. Entonces, al intentar ver cómo tiene que haber sido el vivir de modo que se haya originado el lenguaje, un día descubrí que la razón fundamental para la convivencia y lo social es el amor.

- Aceptar «La Biología del Amor» -la legitimidad del otro- tiene un profundo potencial político: quienes lo asumen y lo empiezan a practicar hacen en sí mismos emerger un importante cambio cultural.

- Cierto. Aunque siempre insisto en que no estoy recomendando el amor, sino simplemente digo que si no se da el amor no hay fenómenos sociales.

- Lo otro que me llama la atención es que el concepto emerja desde la biología y justo cuando la vida social real es lo menos amorosa que quisiéramos. ¿Cómo explica usted esa paradoja?

- Mi pregunta es sobre los orígenes y cómo ha sido la historia de modo que vivimos ahora como vivimos. En biología, el presente nunca es una imagen del pasado. El presente es un resultado histórico. En esas circunstancias uno puede preguntarse si la lucha que es nuestro presente es algo que se ha conservado o proviene de una historia cuyo origen es distinto de eso. Uno tiene que preguntarse por el origen de la guerra. Eso me llevó a mirar la historia arqueológica, a descubrir que hay todo un período en el que por miles de años no hubo guerra como elemento central de convivencia, y que las guerras comienzan recién hace siete mil años atrás. Entonces, la guerra sólo es una forma de vivir de los seres humanos, pero no es lo humano.

- ¿Por qué la guerra se constituye casi en un modo de vida?

- Es así desde el origen del patriarcado. Surge en una cultura centrada en la apropiación, en la jerarquía y en la discriminación. Uno tiene que mirar a las emociones para ver los cambios culturales.

- Usted sostiene que un cambio cultural supone un cambio en la red de conversaciones consensuadas, y que la red de conversaciones expresa emociones. En el transcurso de su propia vida, comparando el ayer y el hoy, ¿reconoce algunos cambios culturales en curso o cambios en la red de conversaciones de nuestra cotidianidad?

- Hubo un cambio cultural importante con el gobierno militar. Se pasó de conversaciones que tenían que ver con la responsabilidad social a conversaciones que tienen que ver con el rendimiento económico. Hoy las conversaciones tienen que ver con el trabajo, con la situación económica, con el mercado. Por ejemplo, toda la discusión respecto

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